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Argentina como un gigantesco fracaso colectivo

 Por Guillermo Lafferriere

Fuente: https://faroargentino.com/

Es muy posible que este 2022 sea utilizado por el movimiento nacional y popular para lanzar una catarata interminable de discursos, actos y todo tipo de espectáculos por los cuarenta años de la Guerra de Malvinas. Los que han leído mi artículo en Faro Argentino Soberanía, sólo un discurso – Faro Argentino, saben que considero que todo el relato en relación al ejercicio del poder soberano que se hace desde el movimiento es una gigantesca burbuja opaca para tratar de ocultar gestiones que nada tienen que ver con ese tema y que solamente buscan el poder por las ventajas que el mismo trae en un país decadente como el nuestro. 

 
Decadente es una calificación dura y lo es particularmente para mí, pues fui partícipe de esa guerra junto a otros miles que tratamos de hacer lo mejor dentro de lo que podíamos.
 
Decadente es una calificación dura y lo es particularmente para mí, pues fui partícipe de esa guerra junto a otros miles que tratamos de hacer lo mejor dentro de lo que podíamos, o al menos así lo creo.  Y es duro porque los veteranos de guerra, todos ellos, tienen el derecho de recordar esos hechos, que en el caso de no pocos fueron lo más importante que hicieron en su vida; porque centenares murieron por su país; y muchos centenares más sufrieron, en sus cuerpos y en sus almas, heridas que sobrellevaron dentro de sí en las maneras más diversas.  Todos ellos, cualquiera sea su mirada o posición respecto a la guerra merecen respeto, es lo que se espera en cualquier país, tanto en la victoria como en la derrota. En definitiva ellos estuvieron ahí.

¿Qué puede suceder en cuatro décadas en países que pasaron por guerras? Para responder a esa pregunta, los invito a pensar conmigo otros casos, otras historias, y otras personas también. En su propia diversidad, los casos que comentaremos nos muestran que algo muy fuerte nos pasa.  Para ello utilizaré un desde y un hasta en cada caso; quizás eso nos ayude a dar una perspectiva a nuestra situación. Empecemos.

Alemania
1945: El país está literalmente arrasado en la mayoría de sus ciudades importantes y su infraestructura en general. Millones de muertos, desaparecidos, desplazados dentro de sus fronteras. Sistema económico y productivo quebrado, con inicio de la toma de conciencia mundial del genocidio que el nazismo llevó adelante contra los judíos, con el territorio ocupado por tropas extranjeras y buena parte del mismo por los soviéticos (El Stalin que regía la URSS en nada se parecía al héroe que cantaba Neruda…).

1985: Alemania sigue dividida en dos, la Federal y la Oriental. La primera es aliada en la OTAN como lo son Francia, Reino Unido y Estados Unidos, recordemos que los dos últimos llevaron adelante bombardeos estratégicos sobre el territorio alemán que causaron niveles de destrucción y muerte de características nunca vistas en la historia de la humanidad. Alemania Federal es un país desarrollado, con oportunidades no solamente para sus ciudadanos sino para miles de inmigrantes de otras partes del mundo. Sus empresas son pujantes y compiten globalmente y vislumbra que la unificación con la desastrosa Alemania ocupada por la URSS es una posibilidad y están dispuestos a afrontar los costos económicos de llevarla adelante. Es además un país que mantiene fuerte lazos con Israel, a cuyo pueblo hizo sufrir el nazismo nada menos que un holocausto.

Italia
1943: debiera ser la fecha que inicie esto, pues en ese momento Italia se rindió a los aliados y pasó a combatir con ellos contra los alemanes, sin embargo, recién en 1945 las hostilidades cesaron en la península. Italia estaba devastada. El sueño del patético Duce llevó a Italia a una catástrofe que acentuó las marcadas diferencias entre las diferentes regiones del país.

1985: Italia es económicamente un país desarrollado, que opera en los mercados globales, su ciudadanía vive en libertad absoluta, aunque en medio de una política interna de luchas interminables que parecieran no afectar su desarrollo. También es miembro de la OTAN, junto a países que combatió, y cuyas operaciones causaron la gigantesca devastación de todo el territorio italiano.

Japón
1945: Japón se encuentra literalmente arrasado, millones de muertos, miseria y hambre por donde miren. Dos explosiones nucleares que, a pesar de su efecto escalofriante, no causaron el nivel de muertes entre civiles de los bombardeos incendiarios contra otras ciudades, especialmente Tokio. A todos estos problemas debemos agregar la caída del mito del Emperador Dios y su reemplazo por un gobierno extranjero que estaba sobre todo.

1985: Japón es la economía que compite con EEUU, es líder en innovación y desarrollo tecnológico. Es aliado firme de EEUU, sí el de las bombas incendiarias y nucleares, que incluso mantiene bases militares en territorio soberano japonés. Sus ciudadanos viven en un país desarrollado, y tienen estándares de vida que resultaban inimaginables para los sectores ajenos a la nobleza del pasado.

Egipto
1973: encuentra a Egipto derrotado en la Guerra del Yom Kipur, con una parte de su territorio ocupado por Israel y sin perspectivas que algo cambie.

2013: Egipto no solamente está en paz con Israel, sino que es un aliado de ese país en muchas cuestiones que hacen a la seguridad mutua. Es también un firme aliado de EEUU y de Occidente en general.

¿Qué es hoy Argentina luego de cuatro décadas de la Guerra de Malvinas? Argentina en cuarenta años ha dejado atrás a la intervención militar en la política, aunque debe reconocerse que el movimiento nacional y popular ha prohijado militares adláteres dispuestos a embanderarse políticamente. Debe decirse que su democracia es de, cuanto menos, baja intensidad y, al menos, ha acentuado entre otros los siguientes problemas:

Aumento sin pausa de la pobreza y la indigencia.
Imposibilidad de contar con un estado que asegure los servicios de seguridad, salud, justicia, educación y defensa.
Estado gigantesco, que absorbe recursos de los sectores productivos y ahoga cualquier posibilidad de desarrollo privado sustentable.
Inflación crónica que hace que no se posea una moneda en el sentido estricto.


Imagen internacional de incumplidor serial de contratos.


Política exterior que oscila, no pocas veces, de manera cuasi violenta entre alineamientos a Occidente y alianzas con naciones que se oponen al mismo, todo en el transcurso de pocos años.Absoluta irrelevancia estratégica del país, no por su posición geográfica sino por la falta de credibilidad que los cambios de posturas originan.Imposibilidad de la clase política en general, de asumir los problemas reales del país y poner en práctica medidas de largo plazo que afronten los problemas críticos.Fuerte cultura de rechazo al cumplimiento estricto de las leyes y de muchas normas de convivencia que hacen a la vida ciudadana. Desconfianza muy fuerte de la administración de justicia y del poder legislativo.
Severísimos problemas educativos, especialmente en el nivel básico de la enseñanza, creando generaciones sin preparación para los trabajos que se demandarán en poco tiempo más.


Millones de personas que no saben lo que es trabajar y viven de subsidios del Estado. Todos los aspectos mencionados, y cada lector puede modificar los mismos según su criterio, nos muestran no un país azotado por las plagas enviadas por los dioses, sino uno que es el producto de un inmenso fracaso colectivo. Ha sido la sociedad la que con sus diferentes elecciones ha dado mandatos a los sucesivos gobiernos que nos han llevado, cada uno con su impronta, a la decadencia en que nos encontramos.

Argentina no ha generado para sus propios ciudadanos un ambiente que permita abrigar esperanzas de crecer, de generar el virtuoso camino en que la siguiente generación pueda mejorar respecto a sus predecesoras. Si esa situación existe para sus habitantes, ¿Cuál puede ser la expectativa que se genere al exterior respecto de nosotros? ¿Somos acaso un actor confiable para interactuar en temas tales como la lucha contra el terrorismo o la seguridad internacional? ¿Creemos que Argentina, con el nivel de declive permanente que posee, puede ofrecer algo atractivo a los habitantes de las Islas Malvinas que los lleve a renunciar a las seguridades que les brinda el Reino Unido? ¿Creemos, de verdad, que con el nivel de descreimiento que nuestro país genera conseguiremos algo más que apoyos declamativos ante el reclamo por los archipiélagos australes? ¿Creemos que los discursos encendidos, cargados de palabras altisonantes y veladas amenazas contra el Reino Unido lograrán algo cuando todos saben que Argentina está, en los hechos, absolutamente desarmada?

 
¿Cuál puede ser la expectativa que se genere al exterior respecto de nosotros? ¿Somos acaso un actor confiable para interactuar en temas tales como la lucha contra el terrorismo o la seguridad internacional? ¿Creemos que Argentina, con el nivel de declive permanente que posee, puede ofrecer algo atractivo a los habitantes de las Islas Malvinas que los lleve a renunciar a las seguridades que les brinda el Reino Unido?
 
Argentina parece congelada en el tiempo. Plagada de ideas que eran obsoletas ya a principios de los años 50 del Siglo XX. Aislada del mundo en un grado peligroso incluso para su supervivencia futura y apostando a que los discursos pueden cambiar los hechos.

Quizás esto último sirva con una parte no menor del electorado, pero en modo alguno incide en la realidad; ya que esta última no parece importar. Creemos en enemigos eternos, en complots ligados más al esoterismo que a los hechos, somos incapaces de pensar disruptivamente en nada. Amamos la decadencia y el statu quo que ella genera. La nula demanda que esa decadencia hace a los políticos es ideal para no pocos de ellos, que no tienen otra distinción que la mediocridad o ser lisa y llanamente diletantes.

A cuarenta años de la Guerra de Malvinas, de los esfuerzos de miles de compatriotas en la misma, de las miserias sufridas y hechas padecer, de los hechos de heroísmo más conocidos por los británicos que por nosotros, de los vanos generales y de los que honraron su condición de jefes, de los que se sintieron abandonados a su suerte y de los que hicieron lo indecible por sus hombres, del frío que todo atraviesa, del miedo en las tripas, de los piojos en el vientre, del papel de diario entre la media y el borceguí, del vergonzoso y cobarde recibimiento, de los suicidios (tantos como los que tuvieron los británicos también), del resentimiento y del orgullo; siento que nuestro problema no es la ocupación de las islas. El problema somos nosotros que no hemos sabido construir un país que, como dijo ese español inmortal, generara un proyecto atractivo de vida en común. Creo que no lo veré.

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