Israel

Israel: un país que resulta molesto

Por el periodista Robert Rocha

Robert Rocha es el conductor del programa radial Monte Carlo a sus Órdenes (Montevideo, Uruguay).

Ha sido gerente de Radio Monte Carlo y Radiocero en Montevideo. Se ha desempeñado en Canal 4 y Canal 10 de Uruguay. Fundó y dirigió Canal U (actualmente UCL TV), una señal de televisión por cable que se emite en varios países del continente. Su formación académica comenzó en 1996 en la Universidad ORT y se ha complementado con cursos en Estados Unidos, Francia e Israel. También ha participado en seminarios sobre comunicación  en Brasil, Argentina, China y Paraguay

Como maestro de ceremonias en el acto de Iom Haatzmaut al cumplir Israel 70 años

 

 

La mayoría de los lectores bien conocen la ubicación geográfica de Israel. No obstante, me gustaría invitar a algún desprevenido a mirar el mapa de la región y ubicar ese país en su contexto.

 

Israel aparece como una minúscula línea apoyada sobre el mar Mediterráneo. Es casi como una pequeña bisagra entre los países que conforman una amplia zona llamada Medio Oriente.

 

A ese territorio, cuyas dimensiones son similares a Tacuarembó, llegué un día de 2010 para formar parte de un curso sobre periodismo.

Robert, en el medio, junto a sus compañeros en el curso de periodismo

 

Era la primera vez que viajaba a Medio Oriente. Confieso que en los días previos sentí algo de temor por las noticias que escuchaba o leía sobre esa zona. Cuatro años antes, el grupo terrorista Hezbolá había lanzado un furibundo ataque a poblaciones fronterizas del norte de Israel, entre ellas la ciudad de Haifa, sitio que se convertiría en mi hogar por varias semanas.

 

La información que llegaba a Uruguay hacía imaginar un escenario de inseguridad constante. 

 

Si bien ya había pasado un tiempo de aquel conflicto, imaginaba que encontraría vestigios de la guerra o traumas sociales que se mantuvieran como testimonio de lo acontecido. 

 

Para mi sorpresa, la vida en Haifa era tan apacible como en cualquier ciudad de Uruguay. Las edificaciones no denotaban ningún estrago más que el resultado del paso del tiempo. El sitio donde me alojé estaba rodeado de verdes parques, bellas casas, algunos supermercados y una vista extraordinaria del Monte Carmel.

 

¿Dónde estarían los edificios destruidos que había imaginado? ¿Podría acaso caminar tranquilamente en una calle sin temor a ser víctima de un atentado?

 

Ahí tuve mi primer aprendizaje fuera del ámbito académico en Israel.

 

Michel, quien oficiaría de guía, me explicó que los cohetes -efectivamente- habían alcanzado la ciudad dejando muerte y destrucción. Pero, apenas finalizó el conflicto todos pusieron manos a la obra para que no quedaran vestigios visibles del ataque terrorista. Recuerdo que me dijo algo así como “si preservamos la destrucción, los agresores celebrarán que han dejado su huella. Por eso, debemos reponernos rápido”. 

 

Nunca había escuchado antes una definición tan clara de resiliencia.

 

En Haifa me establecí e hice un trabajo de campo que me permitió conocer una diversidad inimaginable.  Árabes, judíos, drusos, cristianos, musulmanes, todos compartiendo ferias, mercados, plazas. Aquello estaba muy alejado de lo que había leído en las noticias. 

 

Durante el tiempo que viví allí pude recorrer gran parte del territorio. Sorprenderme con los verdes paisajes del norte y viajar hacia el sur por carreteras que atraviesan el Néguev. Me perdí en la ciudad antigua de Jerusalén y disfruté de la noche en Tel Aviv.

 

Recuerdo que un día nos sentamos a conversar e intercambiar puntos de vista con un colega brasileño que me dijo: “No parece que estuviéramos en Medio Oriente”

 

Es que cada vez que las noticias daban cuenta de un suceso en esa región del mundo, no esperábamos nada bueno.

 

Más de una docena de países conforman esa zona llamada Medio Oriente, algunos con conflictos sangrientos, gobiernos autoritarios, restricciones a las libertades y violaciones a los Derechos Humanos. Pero es Israel el país al que mayormente se hace referencia en los medios de prensa, no siempre destacando sus virtudes sino cuestionando sus acciones para defender la única democracia plena y duradera de la región.

 

Sin dudas, ese pequeño territorio resulta molesto para aquellos que creen en el camino de las armas y avasallan los derechos humanos.

 

Es un punto de luz en el mapa. Un sitio que pese a las constantes agresiones que recibe, demuestra su capacidad de supervivencia y defiende valores que otros avasallan. 

 

Pero esa defensa de la libertad tiene un precio que Israel bien conoce. La constante amenaza de grupos terroristas, las amenazas de gobiernos que desean borrarlo del mapa o el permanente cuestionamiento de la prensa internacional cada vez que se defiende de ataques sangrientos sobre su población civil.

 

Estando en Israel entendí que la libertad y diversidad que allí se vive, es uno de los motivos que molesta a algunos de sus vecinos. Ya hemos visto las terribles consecuencias sobre la población civil que puede tener el reclamo de derechos en países como Irán, Siria o Afganistán. La libertad lleva al pensamiento crítico e inexorablemente al derecho del ciudadano de elegir. 

 

Israel, en su pequeño territorio, ha demostrado que la convivencia en Paz es posible, si se respetan los derechos del otro. 

 

Pero también ha dejado en claro que no cejará en la defensa de los ciudadanos que optan por la convivencia pacífica porque es la manera de defender la democracia y la libertad.

 

Es utópico esperar que todos entiendan esto, pero también parecía utópico plantar árboles en el desierto.

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