Cultura

Margo Glantz y las mujeres que abrían las piernas

Fuente: https://www.coolt.com/

Por Pilar Gómez Rodríguez

Margarita «Margo» Glantz Shapiro (Ciudad de México, 28 de enero de 1930) es una escritora, ensayista, crítica literaria y académica mexicana. Sus obras reflejan su compromiso con temas como el erotismo, sexualidad y cuerpo además de migración y memoria. Fue elegida en 1995 miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y tomó posesión el 21 de noviembre de 1996.1​ En 2004 le fue otorgado el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el ámbito de Lingüística y Literatura.

La niña sigue allí, tiene los mismos nueve años, está tirada en el sillón, con las piernas abiertas, con sus pantalones azules y su blusa blanca”. La niña crece y cambia un poco, viste casi siempre esa misma ropa y abre las piernas en un gesto que se repite a lo largo de la novela. Apariciones, de Margo Glantz, acaba de ser editado en España por Firmamento más de 25 años después de que en 1996 viera la luz en México. No tuvo suerte la autora en esa época, cuando hizo la pertinente ronda de preguntas a las editoriales españolas, comenzando por el sello La Sonrisa Vertical —especializada en literatura erótica—, donde una obra como esta podría haber encontrado entonces su hueco. Ahora llega al mercado español con sus imágenes obsesivas, sus palabras y frases, fragmentos que se repiten en distintos momentos y contextos para añadir o descubrir diversas capas de significado.

“Lo releí, hice la corrección de pruebas y me pareció muy bueno mi libro. Creo que sigue siendo vigente. Está bien escrito y organizado de acuerdo con la idea que yo me había hecho al principio, la de palimpsesto: el libro debía incluir capas sucesivas, incluyendo la posibilidad de repeticiones, variaciones”, explica Margo Glantz en conversación con COOLT en la Casa de México en Madrid. La escritora, profesora y crítica literaria de orígenes ucranianos nacida en Ciudad de México en 1930 ha venido a España a celebrar la “resurrección” de este libro en particular y de sus formas de hacer literatura.

 
Después de una sólida trayectoria académica, Margo Glantz abordó la ficción tarde… o simplemente cuando sintió que había llegado el momento, cuando decidió “que iba a escribir como yo sabía escribir y que me importaba un comino si lo que escribía, y cómo escribía, podía interesar o no, porque a mí sí me interesaba escribir y creí que era necesario para mi persona”. Empezó con una obra de frases breves, Las mil y una calorías. Novela dietética (1978). “Lo llevé a varias editoriales y no lo quisieron. Lo publiqué por cuenta de autor y luego escribí Doscientas ballenas azules y cuatro caballos, reeditado el año pasado, después de haberse publicado en 1979. Eso quiere decir que, después de muchos años, mi escritura resucita y empieza a reproducirse quizá porque en su momento aquello que quería publicar era inusitado”. No era habitual esa escritura fragmentaria, en la que Margo Glantz fue una pionera; ni incorporar elementos gráficos, dibujos o fotografías en las páginas de los libros. “Ahora se halaga la escritura fragmentaria, que no tiene una densidad ni una organización aristotélica de tiempo y espacio, causa y efecto, y yo lo practiqué hace mucho tiempo. Luego muchos autores lo han hecho también”.

La escritura es una forma de erotismo, el deseo de escribir es como el amoroso


Tampoco era habitual en la literatura, y menos en la literatura que entonces escribían las mujeres, tratar con total desinhibición las prácticas sexuales. Y hay mucho sexo, mucha carne y mucho cuerpo en Apariciones. “El libro está manejado por ciertas imágenes como la niña que abre las piernas, la mujer que toca el chelo, la que monta a horcajadas en el caballo...”, explica Margo Glantz. “Todo ese tipo de imágenes tienden a exteriorizar  una idea de los usos del cuerpo femenino, un imaginario que impedía a las mujeres manejar su propio cuerpo de forma normal, natural y autónoma”. Salvo para concebir o para parir, el cuerpo femenino no se abría, ni siquiera cuando la situación así parecía pedirlo, no: las mujeres montaban de lado en las motos y a caballo, eran llevadas. En público, las piernas juntas, las rodillas pegadas bajo la falda. Antes eran solo ellos los que podían desplegarlas, a gustito, en un fenómeno al se le puso nombre: manspreading. A la niña de Apariciones le caen algunas reprimendas por ello. Las recibe con indiferencia sin mirar si quiera a su sermoneador, la pareja de su madre, que se emplea a fondo: “Las mujeres deben mostrar una actitud de modestia en todos los lugares. Esto se logrará (…)”. No le mira, pero tiene una respuesta: abrir aún más las piernas.  

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