Por Eli Aljanati
Acaba de pasarme esto y sentí la necesidad de compartirlo. Fui a visitar a mi padre al Hogar donde se encuentra desde hace ya un tiempo. Ya está grande y tiene días mejores y días no tan buenos. Hoy era uno de estos últimos. Estaba con los con los ojos cerrados y la boca abierta. Apenas me reconoció. Le quise hablar, pero no sabía si me escuchaba o no. Le tome las manos y me quedé quieto. No se me ocurría que más podía hacer. De repente se acercó a nosotros, un señor. Tendría unos años más que yo, me dijo.
Cuántos, pero ya no lo recuerdo. Ese señor tiene Síndrome de Down y lo había visto anteriormente en el Hogar. Nos saludó y sin que nadie le pidiera, se trajo una silla y se sentó con nosotros. Me dijo: vos sos su hijo, no? Le dije que si, y él me contesto: El es mi amigo.
Me empezó a contar su vida, de sus padres y de sus hermanos. Yo lo escuchaba y sentía que ya había perdido noción del tiempo y lugar. Solo lo escuchaba a él. De repente, se paró y le dio un beso a mi padre, y me dijo: Lo quiero mucho. Al final, y antes de irse, puso sus manos sobre mi cabeza y la de mi padre, nos sonrió y así como llegó, se fue. Hacía rato que las lágrimas me caían por la cara. Sentí paz, sentí amor. El nos había bendecido. Aún no entiendo que pasó en esos 10 minutos, sigo llorando ahora..
Gmar Jatima Tova.
