“No desperdicien el privilegio democrático de poder votar”, es el llamado de todos los políticos.
A las 7 de la mañana se abrieron los colegios electorales en todo Israel, con más de 10.000 urnas a lo ancho y largo del país. Acompañados desde hace días por el llamado de todos los políticos y de la Comisión Electoral Central a no desperdiciar el derecho a voto, los israelíes fueron llegando a usufructuarlo, comentando muchos que “esto es clave para Israel”.
Un elemento especialmente destacable es que candidatos de distintos partidos exhortaron a la ciudadanía a no dejar de votar, recalcando que “no importa por quién” y que “lo central es influir en el destino del país”.
El buen tiempo, el sol que brilla y calienta, y el asueto declarado-como en todas las elecciones anteriores- ayudan. “Dediquen unos minutos a la votación, y luego se van a la playa”, decían con una sonrisa algunos periodistas en las transmisiones especiales por radio y televisión.
Y en efecto, en medios israelíes reportaron sobre casos en los que la gente llegó temprano ya “armada” para ir luego al mar o al picnic a aprovechar el día libre.
En el Moshav Ora junto a Jerusalem donde nosotros votamos, un hombre joven, Abraham, llegó con su hijita Esther en brazos . Le comentamos como al pasar que “así aprenden desde pequeños”, se sonrió, asintió con la cabeza y aseguró que “es muy importante”.
La llegada a votar acompañados de hijos y nietos es uno de los elementos de color más conocidos y tradicionales de todas las elecciones en Israel. En general, los niños son por cierto quienes introducen el sobre dentro de la urna, siempre mirando al fotógrafo de turno que perpetúa el momento.
Un rasgo notorio es la pluralidad. En la ciudad de Bnei Brak, donde hay alto porcentaje de población ultraortodoxa, los activistas del partido Shas tenían un puesto muy cerca de Agudat Israel , cada uno con sus músicas y altavoces. Son numerosas las calles adornadas con fotos de diversos partidos. Y especialmente singular nos resultó ver el puente del cruce Ramat Sharet de Jerusalem, con propaganda laborista de un lado y del Likud del otro. Dependiendo de la dirección en la que uno viaja o camina, se ve oficialismo u oposición.
Estos días, en programas especiales transmitidos por la radio pública israelí Kan, en el dial de Reshet Bet, se rememoraba hechos y estilos de elecciones de muchos años atrás. El gran periodista Izi Man, un archivo andante sobre la historia de la radio en Israel, recordó entre otras cosas el testimonio escrito de un israelí ultraortodoxo que describía la emoción de ir a votar en las primeras elecciones de febrero de 1949. No tenemos el texto exacto, pero recordamos el potente mensaje que transmitían sus palabras. Contaba que se había levantado temprano y tras orar la plegaria de la mañana, “shajarit”, se vistió como para shabat y emprendió con lágrimas en los ojos el camino hacia el lugar de la urna que le había sido destinada, llevando en sus brazos un rollo de la Torá.
Las discusiones políticas son en Israel siempre acaloradas y la campaña electoral ha sido muy fea, aunque no con violencia física. Pero lo peor de estas últimas semanas parece haber desaparecido justamente este martes. El ambiente es de fiesta. El israelí promedio siente que es capaz de influir en su destino. Y probablemente, aunque esta es la vigésima primera vez que Israel va a votar por una nueva Kneset, Parlamento, al vivir en un entorno donde elegir libremente es un derecho de una pequeña minoría, la conciencia sobre lo importante del día no ha desaparecido.
Israel vota y por ende, está de fiesta.