Israel

El Presidente de Israel está alarmado por lo agudo de la divisón interna

La figura del Presidente del Estado en Israel, no es formalmente de carácter político en el sentido de acción de gobierno sino que se trata más que nada del “ciudadano número uno”,  que simboliza al país todo, a la ciudadanía en general, más allá de divisiones y discrepancias. Así ha  sido siempre formalmente, aunque la personalidad del presidente de turno, su estilo,  es un elemento clave que determina su forma de manejar ese formalismo que algunos consideran un mero adorno. El Presidente no puede tomar decisiones propias del Poder Ejecutivo ni intervenir en las discusiones políticas con actitud partidaria, pero la institución de la Presidencia goza de gran respeto y eso puede ser aprovechado en momentos de crisis.

 

Pues el actual presidente Itzhak Herzog está decidido justamente a  aprovechar al máximo el peso de su investidura para limar asperezas en la seria polémica actual en Israel. O mejor dicho, para evitar que todo se deteriore de modo que la grieta interna sea irreparable.

 

Lo más oportuno es compartir parte de las palabras que pronunció Herzog este martes en un congreso de maestros, refiriéndose a la situación actual, a la seria crisis desatada por el plan de reforma judicial del ministro de Justicia Yariv Levin.

 

“Veo ante mis ojos las grietas y desgarres entre nosotros, que van profundizándose, y no puedo dejar de recordar que en dos ocasiones en la historia- en los tiempos de los reinos de la casa de David y los Hasmoneos- fue erigido un Estado judío en la tierra de Israel y dos veces se desmoronó antes de cumplir 80 años. Permítanme destacar terminantemente: Tengo una gran fe en la entereza del Estado de Israel y en las fuerzas del pueblo maravilloso que vive aquí. Pero esto no significa que no estemos al borde de un momento de prueba clave para nuestro futuro, que influirá sobre nosotros, nuestro pueblo y nuestro país. Debemos  recuperar nuestra compostura, actuar con responsabilidad y defender lo que hemos construido aquí.

 

 

 

La mayoría de la ciudadanía israelí considera que estamos divididos desde un punto de vista nacional, ideológico y religioso, y siente el debilitamiento de la solidaridad israelí. Lo difícil que es para nosotros, los adultos, manejar las discrepancias, influye directamente sobre nuestros hijos. Se ha creado un nuevo léxico para las discrepancias, violento y cargado de odio, y por la incapacidad para discrepar de forma digna, se ha deteriorado dramáticamente la incidencia de la violencia en el espacio público en Israel.

 

Debemos recordar que compartimos la patria, compartimos el hogar. Que nuestras vidas, nuestro destino y el futuro de nuestros hijos, están entrelazados unos con otros. El estado de Israel debe y puede llegar a los 80 años de edad-adultez- más unido y menos dividido, abordando sin temores las discrepancias en nuestro seno, de modo que nos hagan crecer, que nos construyan.

Hay que saber cómo manejar las discrepancias, sean entre personas, entre comunidades e inclusive entre instancias del poder. Y hoy parecería que no solamente hemos olvidado cómo concordar sino que no logramos discutir.

 

 

Debemos apuntar a lograr acuerdos amplios, no a doblegar a nadie.Actuar con un enfoque según el cual si uno gana el otro pierde todo , nos amenaza a todos, ya que quien doblega hoy, será doblegado mañana y viceversa. Y si eso ocurre, ni unos ni otros verá sus valores protegidos en forma constante y permanente.

 

 

El diálogo más urgente en estos momentos se refiere a la reforma judicial que el gobierno promueve, que despierta una dura discusión y grandes temores en amplios sectores del público. Mi postura inequívoca, que ya he manifestado, es que los fundamentos de la democracia israelí , incluyendo el sistema judicial, los derechos humanos y del ciudadano , son sagrados y debemos cuidarlos  fuertemente,al igual que a los valores de la declaración de Independencia

 

 

La reforma judicial que ha sido puesta sobre la mesa es dramática, y cuando se la empuja con gran rapidez, sin diálogo entre sectores del público y representantes de las autoridades, despierta en partes importantes de nuestro pueblo un gran antagonismo y gran ansiedad respecto al futuro de nuestra democracia. Y este es un proceso que nos conduce a una situación peligrosa.

 

Quiero aclarar: está permitido y es digno criticar a cualquiera de las autoridades y es importante comprender la profundidad de la frustración, los enojos y los dolores sobre los que se basa dicha crítica. Es legítimo llevar a cabo un debate práctico sobre los límites de cada campo y el sistema de relaciones entre las autoridades. Pero manteniendo  diálogo, prestando atención , sin desarmar nuestros fundamentos, sin desestabilizar las infraestructuras que construimos con mucho esfuerzo.

 

Observo a la sociedad israelí, a  los ciudadanos y al sistema político y el público, veo a los distintos campos prontos y dispuestos a lo largo de todo el frente a un enfrentamiento general por el carácter del Estado de Israel. Y me asusta pensar que estamos al borde de una lucha interna que puede encerrarnos.

 

Como es sabido, hace ya varias semanas que estoy intentando impedir una crisis constitucional histórica y frenar la continuación de la división en el pueblo  

Beit haNasí (la residencia presidencial) es quizás el único lugar que logra hoy preservar la confianza de ambas partes y servir de hogar protector  para un diálogo protegido sobre las entrañas de esta discrepancia.

 

Este es el lugar en el que hoy, hoy mismo, y todos los días de la semana pasada y los anteriores, fueron desplegados los intentos principales, quizás los únicos, de sustituir un enfrentamiento de fuerza en el que se cree que si uno gana el otro pierde todo, por el establecimiento de un mecanismo que haga posible manejar las discrepancias y quizás resolverlas de aquí hacia adelante, por años, de modo que se preserve la unidad del pueblo y del Estado de Israel como Estado judío y democrático.

 

Dedico a estos esfuerzos toda mi fuerza y no tengo ninguna intención de rendirme. Tal cual ya lo he dicho, no estoy seguro que logre tener éxito, pero hago lo mejor y lo máximo que puedo. 

 

Identifico unas primeras señales de buena voluntad y espero que lleguemos a resultados que estén basados en un diálogo concreto sobre los temas, en el que se preste atención al público y sus temores.

 

Me dirijo desde aquí a las autoridades y a quienes encabezan las diversas instancias y exhorto a comprender que todos nos preocupamos por el Estado de Israel, todos estamos comprometidos. Sean responsables. No abandonen el marco que nos une a todos y no empujen a nadie a hacerlo. Tomen el tiempo necesario para llevar a cabo este diálogo, que es crítico. Diríjanse al diálogo, con el corazón abierto y buena disposición. La falta de diálogo nos desgarra.Y yo les digo claramente: el barril de pólvora está al borde de estallar. Estamos en un momento de emergencia. Y la responsabilidad recae sobre nuestros hombros”.

Ana Jerozolimski
(24 Enero 2023 , 18:09)

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