Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

Viaje al campo

Siempre había relacionado la palabra campo con aburrimiento. Criada en una casa con muchas mujeres, el silencio no era frecuente y era visto casi como una mala palabra.  Mi familia veraneaba  en lugares con mucha gente, cuando mis padres iban a la playa, el lugar elegido era  Punta del Este.  La multitud estaba vinculada con el disfrute. Sentarse en una confitería, comer una torta y ver gente pasar, comentar si las mujeres eran elegantes, con muchas cirugías, adivinar por su vestimenta si eran argentinas, brasileñas o uruguayas. Teníamos una agenda repleta de actividades sociales y recorríamos diferentes playas, eso sí,  íbamos siempre a los paradores, dónde se amontonaban las sombrillas y las reposeras. Hoy  me parecen las peores vacaciones del mundo.  

¿Cuándo empecé a disfrutar el canto de los pájaros, el sonido del mar en una playa desierta, fantasear con la idea de encontrarme conmigo misma y la inmensidad de la naturaleza?

La primera vez que sentí una conexión fuerte con el silencio fue hace quince años, de vacaciones en San Pedro del  Timote, una estancia turística. Tenía caminos señalados dónde se podía salir a pasear sin perderse. Gerry Garbulsky, un conocido influencer, en sus entrevistas,  pregunta sobre “habilidades inútiles” y la mía es perderme. Lo hago en todas partes, por eso disfruté ese camino que tenía un  retorno “seguro” a mi hospedaje. Me otorgó la posibilidad de conexión  con olores como la bosta del caballo mezclada con perfumes de flores de nombre desconocido. Soy tan pero tan analfabeta en nombres de plantas y flores. 

Era una tarde primaveral, con un frescor agradable. Tenía puesto un jean, un canguro y unos championes muy cómodos. Salí a caminar sola, y en determinado momento, me  senté con las piernas cruzadas a la sombra de un árbol y cerré los ojos. Comencé a respirar como me enseñó Nibia, mi psicóloga y eché de mi mente a todos mis pensamientos negativos. 

Pensaba en mi papá con alzheimer, en las faltas de respeto de mi jefe, en las dificultades económicas para llegar a fin de mes. Y eché a cada uno de esos pensamientos, y cuando se reemplazaban por otros  tan negativos como los anteriores,  los volvía a echar. Era una fumigación mental, mi mente era  un basural lleno de sustancias tóxicas. Llevaba  muchos años trabajando en sanar.

Olía las flores y oía el murmullo del agua de un arroyo cercano. Y de pronto, mi mente se vació. No quedó ni una sola lista de tareas, ni una factura para pagar, ni la cara de antipático de mi jefe cuando me pedía alguna tarea imposible de realizar. 

Y no fue fácil. Seguí adelante. Y aprendí que la naturaleza es un buen lugar para no distraerse. Eso fue antes de que existiera whatsapp y sus millones de grupos y mensajes. Cómo me  cuesta silenciar el celular  y encontrar el  momento para desconectarme de la pavada y conectarme conmigo misma. 

Este verano fui a otra estancia y durante unas horas no tuve wifi. Fue maravilloso mirar los zorros correr, vi un ciervo  a lo lejos, me tiré en una hamaca paraguaya a leer con la música de los pájaros y dejé mi tazón enorme de café apoyado en el pasto. Caminé descalza y escuché  al caminar, el crujir de las hojas amarillentas por la falta de agua. Sentí que el paraíso existe y está más cerca de lo que se piensa. 

Janet Rudman
(9 de Mayo de 2023 a las 21:07)

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