Mundo Judío

Auschwitz-Birkenau: Antropología del horror (V)

Roberto Cyjon- capítulo 5-Polonia 2023

 

Confieso que no tengo claro por donde comenzar a escribir este capítulo, pero sé que lo distribuiré en dos notas. Deberé ordenarlo según la secuencia de la visita y ayudarme con las fotos, pero dos temas me azuzan internamente a que los cuente primero. La foto elegida está sacada de internet. Hay que observarla con detenimiento.

 

Rescate de un milagro

 

Primer tema: se trata de un testimonio de resistencia tan insólita y sutil que no fue percibida ni por los nazis. Tampoco por mí, no lo sabía y me asombró enterarme, incluso, me generó una mueca de sonrisa cómplice y satisfecha con el osado autor, aun mirando con sombría atención a esa frase espeluznante e icónica. Mario, el experto guía del viaje nos lo hizo notar: la B está al revés. Está tan bien lograda que cuesta darse cuenta. No solo el redondelito chico está abajo en vez de arriba, sino que toda la letra parece una B derecha, siendo que está dada vuelta. Esta primera lección al comienzo del día 12 de mayo de 2023 me acompaña desde entonces como un acto de heroísmo sin igual. Una expresión de “no lo voy a escribir bien, sea como sea”. Me imagino al héroe anónimo agregando: “aunque pasen sobre mi cadáver”. Entonces, decidí investigar, si acaso fuese posible saber, quién fue esa persona. Encontré su nombre completo acompañado de varios datos no menos asombrosos. Los comparto simultáneamente:

 

La siniestra inscripción a la entrada del campo de exterminio de Auschwitz, que presidió sobre la trágica suerte de la judería de Europa hace 70 años, ha sido robada según la Policía de Oswiecim, nombre local de esta localidad en el sur de Polonia. El cínico lema «Arbeit macht frei» (El trabajo libera, o hace libre) medía cerca de cuatro metros y había sido forjado en acero por un prisionero, el herrero Jan Liwacz. La «b» al revés en «Arbeit» fue siempre interpretada por los supervivientes como un símbolo de rebeldía, por el oprobio que el cartel añadía a la desesperación de más de un millón de judíos de todo el continente que allí perecieron.

El robo ha provocado la indignación de autoridades de toda Europa, y el presidente de Israel expresó la «más profunda de las conmociones» al primer ministro polaco Donald Tusk, calificando la inscripción como «la lápida de un millón de judíos».[1]

 

Honro a Jan Liwacz con una reverencia de cuerpo genuflexo y sombrero en mano. Un “genio”, si cabe la expresión cotidiana. Ya se sabía de su gesta, lo que me alegró mucho. Luego resulta que ¡robaron el cartel! ¿No había algún tipo de vigilancia en Auschwitz hasta hoy día? Es insólito. Fíjense en la nota al pie las fechas de este artículo en el diario ABC de España: fue escrito en el 2009 y actualizado casi en el 2021. Por lo tanto, no sé si esta pieza es la original. Continúa la crónica: 

La Policía polaca dice tomar el caso como «una cuestión de honor» y ha ofrecido unos 1.200 euros por cualquier indicio. El museo de Auschwitz, encargado de este símbolo del holocausto hebreo y de una de las horas más bajas de la historia humana, ha hecho instalar una réplica en sustitución.

¿Apareció o aparecerá el original? ¿Quién lo tiene? ¿Quién o quiénes lo “atesoran” o “veneran”? (Valga esta introducción del anecdotario para vincularlo al tema de la nefasta águila nazi rescatada de nuestras aguas y su destino aún incierto. Nada más). 

¿Quién fue Jan? ¿Sobrevivió? He aquí la respuesta:

Jan Liwacz no era judío; era un preso político, aunque no están documentados cuáles fueron los cargos que lo enviaron allí. Los registros dicen que fue puesto a trabajar en la fabricación de linternas, lámparas de araña y barandillas bajo trabajos forzados. También se le ordenó forjar juguetes para los hijos de los comandantes del campo, incluso un avión de juguete para el oficial ejecutivo del campo. Su forja fue visitada personalmente por el jefe de las SS de los nazis alemanes, Heinrich Himmler. Un día, Jan recibió un encargo que pasaría a la historia… [Se sabe] debido a una entrevista con el Museo de Auschwitz muchos años después, que algunos prisioneros conocían el pequeño acto revolucionario. “Era una especie de malicia, que nos daba un poco de satisfacción”, dijo Jan. En cualquier caso, el cartel se quedó con la B del revés sin que Jan Liwacz sufriera ningún castigo por ello. En 1944 Jan fue transferido a Mauthausen y permaneció en los subcampos de Melk y Ebensee. Jan sobrevivió a la guerra. Fue liberado de otro campo de concentración en mayo de 1945 y regresó andando a Polonia.[2]

Quien tenga curiosidad sobre su figura y otras repercusiones puede seguir su historia en el sitio web referenciado. Es interesante.

Abedules

Segundo tema. Auschwitz es una “cosa” -valga el término peyorativo premeditado- y Birkenau es otra. Relataremos lo vivido en ambos sitios. En esta nota será el turno de Auschwitz. El punto es que Mario dijo algo que no registré, pero sí recuerdo con la cautela de ser precavido por si entendí mal. No tengo claro si fui el único del grupo que lo entendió así. Comentó que Himmler vio un bosque de abedules y decidió hacer allí el campo de exterminio Birkenau, que quiere decir en alemán, precisamente: abedules. En su momento no podía creerlo. Me ericé durante el resto del viaje cada vez que veía a esos hermosos árboles a lo largo y ancho de Polonia. Maldije a ese innombrable villano, quien no solo se encargó del exterminio de tantos millones de seres humanos, sino que, además, asesinó a la propia naturaleza. Como ferviente defensor del cuidado del medio ambiente y amante de la naturaleza en todas sus dimensiones, ese nuevo conocimiento se me grabó furiosamente a fuego. Ya de retorno, decantando y repasando aprendizajes y anécdotas, decidí verificar el asunto dándole una oportunidad a mi incredulidad. Verifiqué que abedul en alemán es birke, el plural es birken, y bosque de abedules se dice birkenwald. Algo no coincidía. Busqué el significado de au en alemán y solo encontré: diptongo. Seguí leyendo otras fuentes y resulta que, así como Auschwitz en alemán es el nombre de la ciudad Oświęcim en polaco, Birkenau es el exónimo de Brzezinka, un pueblo polaco, cuyo significado es: bosque de abedules. Me faltaba saber qué es un exónimo, y significa, según la RAE: “nombre con el que un lugar es denominado en una lengua distinta de la vernácula. Londres es exónimo de London.” Por lo tanto, el maldito Himmler destrozó el bello nombre de dicha ciudad polaca y a la vez a ella misma y su entorno. De todas formas, el matiz de mi eventual error no me impide comparar a ese asesino serial de millones de seres humanos junto a la pléyade de acólitos criminales, delincuentes y depravados como un cometa y su estela que impactó en nuestro planeta causando una destrucción masiva y sumiéndonos en una oscuridad que aún flota en varias partes y mentes del mundo. Salvando la licencia metafórica, aclaro y enfatizo: los nazis fueron seres humanos de este planeta tiñendo a la historia de la humanidad con sangre y expandiendo cenizas de otros seres humanos en pleno siglo XX. Sangre aún no coagulada, pues la Shoah es un fenómeno no resuelto. Los nazis no fueron extraterrestres. Tengámoslo presente para identificar juzgar y condenar a quien amparándose en el derecho a la libre expresión, profese impunemente esas consignas oprobiosas cargadas de odio. Donde sea que se encuentren.

Auschwitz 

Este nombre es en sí mismo una síntesis de la Shoah. Parecería ser que el solo hecho de citarlo lo explica todo, pero no es tan sencillo. En Auschwitz existía un así llamado “código del prisionero” a partir del 20 de mayo de 1940. Consistía de tres pasos: 1º asumir el shock, 2º acostumbrarse y 3º intentar sobrevivir. Racionalizado resulta un tanto bizarro. Contextualizado es terrible. Por lo tanto es imperativo retroceder cronológicamente y sumergirse en aquellos tiempos. Llegaban un promedio de veinte mil prisioneros diarios. Ya el número de por sí es casi inabordable, me impulsa a computarlo y no me cierran las cuentas. En cada vagón de tren “embutían” a ochenta personas aproximadamente. Si los trenes acarreasen diez o doce vagones por viaje, calcularíamos mil personas por arribo. Más el tiempo de descarga de los mismos, hemos de concluir que durante las 24 horas por día arribaban víctimas predestinadas a la esclavitud y muerte. Comienzan a escasear los adjetivos, tampoco aspiro a obsesionarme con cifras exactas. Los dilemas no son matemáticos sino humanos. Adjuntaré fotografías recogidas en el lugar. Así llegaban:

                   

Detengámonos a observar la cantidad de niños y bebés. La pregunta emergente es: ¿qué harían al bajar? Todavía nadie se lo había indicado. ¿Qué sentirían luego de viajes en condiciones desastrosas?, y en algunos casos durante días. ¿Sabrían adónde arribaban? Sabemos que en la rampa de acceso un oficial alemán de turno les dedicaba un breve recibimiento engañoso. Me asusta imaginar la angustia de quienes no entendían el idioma. ¿Se figurarían lo expresado? ¿Se cuchicheaban traducciones entre ellos, o se mantenían muy atentos intentando comprender qué decía? Veamos cómo los acomodaban ya una vez instalados.

 

Transcribo la letra chica: 

La orquesta del campo debía reunirse en este sitio para ejecutar marchas mientras pasaba la fila de prisioneros. Ello era para ayudar a los prisioneros a mantenerse en ritmo y facilitar su conteo a medida que iban y venían del trabajo. Fotografía de las SS, 1941.

Explica Mario, que en todos los campos hubo orquestas. En Auschwitz hubo 6 (seis) orquestas. La orquesta tocaba a la entrada y también en los campos crematorios. Y continúa, un señor Gogol, que solía tocar la armónica con Korczak, tocaba con los ojos cerrados. “No quería ver quien entraba ni quien salía”. También anoté otro tipo de “diversiones”. Hubo dieciséis boxeadores por los cuales los alemanes apostaban…hasta su muerte.

 Ahora intentaré recuperar el orden de la visita. “Ordenar” es un verbo que me cuesta utilizar, “recuperar” es tan vulnerable como doloroso, escribir se torna penoso y sofocante. El orden fue el de la muerte, la recuperación es imposible…escribir es un mandato imperativo. Como fuese, la historia debe ser contada. Relataremos una “historia oficial”, como bien denominó el argentino Luis Puenzo a su película de 1985. Será la mía con mis palabras y emociones, las de Mario en sus explicaciones, las del grupo en sus sentimientos, las de la triste e inmensurable realidad. Si bien es problemática, tampoco por reiterada es una simple frase hecha la que sostiene: “los pueblos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo”. La historia no se repite. Se pueden reiterar sucesos con similitudes en contextos diferentes, pues cada corte temporal conlleva su propia y compleja identidad. Pero en esta temática, la Historia no puede excluir a la Memoria. Esta no es más subjetiva o confusa que un documento escrito. Juntas recrean un escenario, componen un “todo” y configuran metodológicamente una unidad rigurosa y válida para comprender los hechos. En este caso, fatídicos. Ello no está exento de dificultades. Por el contrario, escudriñar lo aterrador también confunde y aturde.

 

Bloque 4

Un segundo milagro

 

En este bloque se exhiben fotografías tomadas por los nazis para su recuerdo y también maquetas tridimensionales describiendo cómo se distribuían los barracones y cómo se alojaban en ellos a los prisioneros. El contenido de la sala se denomina General Exhibition. Se mencionó el álbum de Lilly Jacob, una joven de 24 años y 31 kilos de peso quien identificó al 80% de las personas allí alojadas. No todo se pudo relatar en un viaje con tanta información comprimida, ni lo pude abarcar y escribir al mismo tiempo. Agrego una investigación posterior:

 

Así es la historia de Lilly Zelmanovic y su álbum de fotografías. A los 18 años de edad Lilly Jacob fue deportada con su familia –junto a la mayoría de los judíos de Hungría- en la primavera de 1944. En la rampa de Auschwitz fue brutalmente separada de sus padres y sus hermanos menores; nunca más volvió a verlos. [Ella] tuvo suerte y sobrevivió. A diferencia de otros sobrevivientes, le fue concedido un pequeño milagro. En el día de su liberación, en el campo de concentración de Dora, a cientos de kilómetros de Auschwitz, encontró en las barracas desiertas de las SS un álbum de fotografías. Contenía, entre otras, fotografías de su familia y de sus amigos al llegar a la rampa sin saber que los esperaba la muerte. Según lo que sabemos ahora, [es] la única evidencia fotográfica de los judíos llegando a Auschwitz o a cualquier otro campo de muerte. Lilly sobrevivió y se estableció en Miami. No pasaba una semana en la que Lilly no trajera a casa extraños que no eran extraños, para que pudieran enfrascarse en las fotos y llorar. Dado que la gran mayoría de los judíos habían sido asesinados sin dejar rastros, la mayor parte de las fotografías quedó sin ser reclamadas. En 1980 lo donó a Yad Vashem. Lilly Zelmanovic falleció el 17 de diciembre de 1999. Que en paz descanse.[3]

Subyace una pregunta clásica: ¿cómo hicieron para sobrevivir algunas personas entre millones de víctimas? No hay una respuesta genérica, probablemente haya tantas como sobrevivientes. Lo importante es que lo lograron y pudieron transmitir sus peripecias. Honro a Lilly con todo mi corazón. Para un deudo una foto valdría una inmensurable fortuna, quizás, la de su sanación espiritual y psicológica. Existen únicamente tres fotos tomadas por los sonderkommando. Testifican la incineración de diez mil personas por día. Todas las fotos pertenecen al álbum de Lilly. Mario nos mostró una fotografía utilizada para su tesis doctoral. Son tres chicos bajando de un tren, más otra gente. Están abrazados uno a otro por orden natural de estatura. Los niños tendrían 12, 7 y 3 años. No sabemos dónde están sus padres. “Están en la cabecita del mayor”, explicó. A las dos horas de tomada la fotografía, los niños ya estaban muertos. Los nazis obligaban a trabajar a los mayores de dieciséis años y menores de cuarenta, a los menores los mataban de inmediato. Mario la utilizó como una estrategia de pedagogía visual. 

En este bloque existen vidrieras con más de 20 a 25 toneladas de pelo, se pueden ver trenzas cortadas enteras y cabello agrupado a granel. No permiten tomar fotografías. Se asientan en la retina y en cada célula de nuestro organismo.

Bloque 5

La evidencia del engaño

 

Al engaño permanente y perverso de los nazis solo nos podemos acercar y quizás entender, o deducir, visitando los sitios y analizando detalles. Las vitrinas con peines, zapatos, lentes o talitot, entre otros, dan cuenta de la descomunal matanza, saqueo y crueldad, sumada al macabro aprovechamiento de la variedad de objetos acumulados. Evidencian crímenes y conocimiento, pero testifican parcialmente el engaño. Por enorme que sean las pilas amontonadas son solo mínimos porcentajes, quizás el uno por mil de lo obtenido. En Auschwitz asesinaron a un millón cien mil judíos, doscientos mil polacos rebeldes, ochenta mil gitanos más homosexuales austríacos y alemanes. Es imposible exhibir todo lo extraído de sus cuerpos… hasta las prótesis para dolencias de espaldas, piernas o cuellos, además de lo que ya fue utilizado para fabricar frazadas, alfombras, los propios zapatos o lo que fuera utilitario para el ejército alemán.  Solo compartiré dos fotos. Una tomada rápidamente “sin mirar”, porque supera mi umbral de sensibilidad: los zapatos de los niños. No me detuve más que el instante imprescindible y continué. Mi nivel indescriptible de dolor, eximido de toda chance de consuelo sobre el asesinato de “un solo niño”, me impide amplificarlo a la cifra surrealista de un millón y medio de criaturas aniquiladas en la Shoah. Siento, no obstante, la exigencia de exhibir esa foto carente de adjetivación a mi alcance, para llorarlos y apretar a todos y cada uno contra mi pecho en un intento desesperado por devolverles la vida y darles mi amor. 

 

La segunda fotografía es según Mario: “la madre de todas las evidencias del engaño -sic-” 

   

Son miles y miles de ollas, teteras y múltiples utensilios de cocina blancos, azules, rojos… Pensarían usarlos para tomar leche, hacer sopas, cocinar carne, colar fideos o granos, etcétera, etcétera. ¿Quién los habría llevado consigo si supiesen que iban a la muerte? Es una pregunta retórica, pero por si no fuese suficiente, agrego: las víctimas también llevaron llaves, betún de zapatos y más etcéteras. ¿Suponían volver a sus hogares? ¿Procuraron, justificadamente, que nadie robase nada de sus casas durante su ausencia? ¿Pretendieron lucir elegantes con calzados relucientes? Imaginarlo ya es tremendo.

 

Bloque 10

Los experimentos

 

Retomo la nota luego de una pesadilla nocturna, que ahora a la mañana, ya desayunado y lúcido deseo compartir. Anoche me fui a dormir pendiente de continuar la escritura y a las cuatro de la madrugada me desperté sudoroso debatiendo conmigo mismo sobre los pesares que repiqueteaban frenéticamente en mi cabeza y en parte me desvelaron. Fue más o menos así:

 

no terminé el Bloque 10, no importa seguís mañana, no, no voy a escribir sobre los experimentos, lo que ya sabemos alcanza, pero Mario no nos dejó entrar ¿no entramos? creo que saliste, alguien entró ¿no fue Elías que es médico? creo que el Bloque está cerrado al público, o Mario dijo que es muy morboso y no hay nada que ver, pero el anterior fue terrible, no voy a escribir más, creo que el tema me está matando, te explota, pero no te mata, Auschwitz fue terrible pero nadie lloró, ¿vos qué sabes? no vi a nadie llorando el golpe fue brutal y nos destrozó pero creo que no lloramos, bueno dormí ahora, me desvelé, pensá en otra cosa, no puedo, lee un libro de otro tema, no quiero prender la luz va a ser peor, tomate una pastilla para dormir, qué horrible, parece que recién tomo conciencia de lo que fue, y bueno, no sé lo que contestarte, parece mentira, volvimos hace meses y me pasa esto, bueno dormí, shhh, dormí…creo que me pesan los ojos, bien, bien, dormí tranquilo, si, te quiero, ¡vos sos yo! ¿a quién le decís te quiero? me quiero a mí, al grupo, ¿cómo logramos querernos así, si no nos conocíamos de antes? ¿no será que ese lugar horroroso nos hizo mejores personas? ¿mejores personas? ¿por qué decís eso? quizás porque nos hizo entender el dolor ajeno, los habrá unido Auschwitz o el viaje, digo yo, ¿Auschwitz puede unir a la gente? se habrán necesitado, supongo, ¿cómo sobrevivieron los prisioneros a ese infierno? es espantoso pero no lo entiendo, bueno, bueno, basta, dale dormí, ¿pero cómo? es que ¿a Auschwitz hay que sobrevivirlo incluso después de una visita? es de locos, shhh te digo, dormí…dormí…dormí, mañana sigo, bueno, está bien, chau, chau…yo también te quiero…

 

Bloque 11

 

Fue una cárcel. Al principio pusieron a seiscientos prisioneros soviéticos en el sótano y les tiraron Zyklon B. Comprobaron que servía para exterminarlos. También hubo celdas “de parado”. Cuatro personas debían estar paradas, otra cosa no podían hacer, en un recinto de 90 cms. x 90 cms. Esto lo contaba el guía, pero leí que Jan, mi héroe, nuestro héroe, estuvo detenido “de parado” durante un tiempo. En esas celdas se morían de hambre y también de asfixia. No me inspira a esmerarme con el idioma, todavía me retumba la pesadilla y quiero terminar ya este capítulo. Igual lo haré cuidadosamente. Existieron 28 celdas. No recuerdo haberlas visto. Solo nos detuvimos a la entrada del bloque. No importa, sigo.

 

Bloque 27

 

Hay bloques de varios países.  Este es el bloque del martirologio judío. Están escritos los nombres de cuatro mujeres judías que trabajaban en el polvorín. Ellas robaron pólvora que fue usada en la revuelta de Treblinka el 6 de enero de 1945. Cuántos héroes y heroínas. Es cierto que no debemos pensar que fueron como ovejas al matadero. Fueron pocos los héroes…más no se puede pedir…fueron casos ejemplares entre los cientos de miles de gente imposibilitada de hacer lo que ellos hicieron. Es comprensible. Hubo dieciocho mujeres más que participaron en esta pequeña y gigante revolución. Contó Mario que las colgaron los rusos pocos días después. ¿Por qué? No sé. Tal vez no lo explicó, no lo oí, o no lo quise oír o no lo anoté.

El bloque tiene 8 salones. El primero se denomina: aní maamín (en hebreo: yo creo). El segundo trata sobre el mundo judío que no existe más. El tercero refiere a los discursos del mal que se escriben y no se oyen. Pienso ahora lo importante que es este enfoque. Las palabras escritas también matan. Hoy fluyen los mensajes antisemitas y de odio por las redes sociales como si no importase ni tuviese consecuencias. Es un grave error. El cuarto salón recorre la geografía del crimen. Se muestran todos los tipos de campos además de los seis de exterminio. El quinto contiene testimonios. El sexto “Huellas de la vida”, el mundo de los niños. Esta criminalidad nazi jamás podrá ser comprendida, no dejaron huellas. David Grossman escribe sobre esto, dijo Mario. Me encanta ese autor israelí pero no sé a cuál libro se refiere. El séptimo tiene los datos de los judíos asesinados en ese horrendo lugar cuyo nombre ya no quiero volver a escribir. En esa sala se escuchaba la canción en hebreo: le kol ish iesh shem (cada persona tiene un nombre). Fue muy emotivo. Comenzamos a buscar los apellidos de nuestras familias, conocidas o desconocidas, con ansiedad y en forma un tanto exasperada. Se presentan en enormes folios plastificados con letra pequeña. 

 

En el lugar es difícil investigar demasiado, pero están todos en la sección de nombres de Yad Vashem. Contiene más de cuatro millones y medio de documentos ya especificados. Encontré Cyjones, decenas y decenas, pero de muchos países, incluso de Yugoslavia. No lo entendía, mi familia era polaca. Mario me ayudó de noche y se lo ofreció a todos. Hay formas de entrar al sitio de Yad Vashem y encontrar personas mediante búsquedas avanzadas. Lo hicimos al retorno al hotel. Circunscribiendo la búsqueda a Polonia y a Makow, el pueblo de papá, encontré solo cinco nombres. No seguí con el tema, lo terminé ahí. Por bien o por mal, le agradecí y punto…ya sé cómo volver a la página el día que quiera o me anime. Es nuestra obligación, explicó Mario, que quien sepa algo más de sus antepasados lo comunique y se sigan registrando oficialmente. 

Qué suerte que escribí sobre esos salones. Honestamente, casi no me acordaba. Era un recuerdo opaco, nebuloso. Lo que transcribí, salvo algún comentario adicional y distinguible, es lo que apunté en mi cuaderno de viaje. No anoté nada sobre el octavo salón. Luego se habló de la “liberación” y finalmente visitamos “el patíbulo y el crematorio”, quizás ese haya sido el octavo salón. Se puede ver la cámara de gas nº 1, hubo hasta 6 cámaras. Se dejaron de utilizar cuando se “inauguró” Birkenau. Luego ese sitio se transformó en refugio antiaéreo contra los bombardeos estadounidenses. En realidad, bombardearon solo a la IG Farben…otro tema ¡gigante! 

Dejo acá. No quiero seguir. Aunque me resta una oración en el cuaderno… se las cuento por una especie de disciplina moral: “hay una sinagoga oculta, está dentro de una casa. Hoy es un colegio de arte”.

 

Fin de esta nota. Quedé exhausto. 

 


 
[1]ABC Internacional, 19/12/2009. Actualizado 19/12/2020 a las 05:03h.  Roban del campo de Auschwitz el siniestro cartel de «El trabajo libera».

 
[2] Disponible en:  https://www.123viajando.com/alemania/historia-de-jan-liwacz-y-el-desafio-de-resistencia-en-auschwitz/ [acceso: 27 de junio de 2023]
[3] Disponible en: https://www.yadvashem.org/yv/es/exhibitions/auschwitz-album/lili-jacob.asp

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