Israel

Una opinión: Reformar y mejorar nuestra democracia

Por Israel Diament

Esta foto, de Israel (autor de esta nota) y dos amigos. Leo Zilber y Daniel Grostein, fue tomada el domingo  al anochecer en la manifestación pro reforma en Tel Aviv

 

 

No soy una persona de militancia política activa salvo ir a votar cada año y medio como todos mis conciudadanos. En vistas de los días especiales que estamos viviendo, accedí al noble pedido de Semanario Hebreo de escribir unas líneas de opinión que claramente son contrarias a la línea editorial de este prestigioso medio.  

 

Anteayer domingo, junto a cientos de miles de israelíes, asistí a la manifestación de apoyo a la reforma judicial impulsada por la coalición de gobierno. La ley que fue sancionada entre los días domingo y lunes propone limitar y reducir el uso de la doctrina de razonabilidad por parte del sistema judicial israelí y evitar así que gobiernos elegidos democráticamente no puedan efectivizar su política de gobierno que no se riñe con la ley ni las normas vigentes, pero que, a ojos subjetivos de un juez, pueden resultar no razonables. 

En Israel, el equilibrio entre los tres poderes del Estado se ha visto alterado en las ultimas tres décadas, en las que el poder judicial ha crecido y se ha expandido a costas de los demás, vaciando de sentido y autoridad al poder legislativo y al ejecutivo. Una de las herramientas utilizadas para ello es la doctrina de la razonabilidad, que en el derecho británico existe para casos extremos y en nuestro querido país se utiliza a mansalva como medio de fijar la política gubernamental desde los tribunales. 

Un ejemplo de ello. En 1993 el asesor letrado del gobierno y la Suprema Corte de Justicia forzaron al entonces primer ministro Isaac Rabin a hacer renunciar a dos ministros por haber causas judiciales pendientes contra ellos. El argumento: no es razonable tener ministros acusados.  Según la ley israelí se fuerza la dimisión de un ministro cuando hay una sentencia final e inapelable en tribunales, no al presentarse únicamente la acusación. La ley lo permite, a la Suprema Corte de Israel no le interesó que dice la ley. 

El resultado fue que el gobierno perdió la mayoría parlamentaria y por ende se paralizó el proceso de Oslo, lo cual en lo personal no me disgustó, pero es importante que se entienda que la justicia en Israel impone su opinión y frustra el normal funcionamiento del gobierno cuando este lo hace en el marco de la legalidad vigente. 

El sesgo de las decisiones, en los últimos veinte años, suele ser de carácter netamente político, como cuando recientemente la Suprema Corte obligó al ministro de educación entregar el premio de Israel a un promotor del boicot académico contra nuestro país y que actúa en cooperación con BDS. 

El poder judicial en Israel sustituye a los otros dos y el equilibrio existente previo al año 1992 debe ser recuperado. Para ello es necesario pasar una larga serie de leyes. En Israel lo que está en juego es la democracia representativa, no queremos vivir en una oligarquía judicial manejada por gente que posee autoridad, pero no detenta responsabilidad alguna y tampoco precisa rendir cuentas ante nadie. 

En segunda instancia es necesario reformar el método de elección de jueces para que no sea un club cerrado ultra progresista de gente que se elige a sí misma y a sus sucesores, y lo más urgente, devolver a su funcionamiento a los cuerpos de contralor y supervisión del funcionamiento de la fiscalía y al departamento de investigación de policías. Hoy, si un fiscal o un policía abusan en sus funciones no hay realmente una instancia a la cual recurrir. Suena soviético. Lo es.  

Si mi entrañable amiga Jana, finalmente ha de poner la foto que nos sacamos con unos javerim en la manifestación, verán que luzco la camiseta de Uruguay. No es casual. Este año conmemoramos 50 años del golpe de Estado. En febrero de 1973 el presidente Bordaberry, al verse ante una insubordinación de los altos mando del ejército, convocó a una manifestación de apoyo al poder ejecutivo en la plaza Independencia. Casi nadie asistió. Al verse sin apoyo ciudadano, entre otros motivos, claudicó. 

Hoy en Israel hay un intento de parte de la alta oficialidad militar de no acatar al gobierno electo so pretexto de “dictadura”, cuando estas reformas las han tratado de hacer pasar casi todos los partidos políticos de todos los bandos en las últimas dos décadas. Sin éxito. A los que pretenden hacer caer al gobierno sin ir a elecciones les queremos decir que esta coalición de gobierno fue votada por más de la mitad de la ciudadanía y por dos tercios de los judíos del país, y la vamos a defender por todos los medios pacíficos que la ley nos proporcione. Y si gobierna horrible, que caiga, pero solo en elecciones.

Un final optimista

Yendo a la manifestación pro-reforma en Tel Aviv nos cruzamos con los opositores que venían a Jerusalem a manifestar también. Compartimos los mismos trenes y vagones, usamos las mismas estaciones, no hubo ni improperios ni violencia, solo guerra de canciones, manos que se estrecharon y mucho humor, lo más parecido que he visto a una noariá en años. 

La democracia israelí es mejorable y los equilibrios deben ser recuperados. Al Uruguay le llevó casi 90 años transformarse en la democracia liberal y de impecable funcionamiento que todos admiramos. Israel es un país joven y su democracia es perfectible. Creo fervientemente que nos esperan días dorados, pero para efectivizarlos, hay que sentarse a conversar. 

 

P.D. ¿Vieron que de todo el mundo vienen a asesorarse sobre agua, energía y seguridad pero nunca nadie nos pidió que lo ayudemos a mejorar su orden jurídico?        

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