Mundo Judío

BIRKENAU- Una experiencia singular (VI)

Por Roberto Cyjon- Polonia 2023

 

Introducción

Narrar una visita a Birkenau mediante el lenguaje y un apoyo fotográfico infiere la creación de una experiencia comunicativa singular. Como desafío central de tal emprendimiento entiendo necesario el mantenimiento de una distancia objetiva prudente con el “sujeto” Birkenau, y descomprimir así el efecto traumático del “objeto” Birkenau. Hemos de apelar al razonamiento como bloque de contención emocional, y a la filosofía o reflexión intelectual para no alejarnos de los sentimientos, lo cual es imposible de evitar. La visualización del campo exige una pausa inicial desde el arribo para dimensionar el escenario. Es enorme. Inabarcable a primera vista en toda su extensión. Es gigante, es una ciudad. Surgen, por tanto, dos perspectivas: el intento de concebir su propia construcción, y preguntarnos, a su vez, si en tal engendro cabría la posibilidad que latiese humanidad.

 

a.      La ingeniería nazi

 

Partimos de este punto de anclaje como una de las disciplinas creativas del ser humano que devienen de su ingenio. Consiste en la capacidad de construir instrumentos u objetos tecnológicamente solventes: un puente, una máquina, una radio, la logística de un almacenamiento o desplazamiento, una puerta o carretera, entre una serie infinita de opciones. Conceptualicemos el contexto de la época a nivel de medios propagandísticos, por ejemplo, en aquel entonces no existía ni la televisión. Los nazis conjugaron todos los avances disponibles para construir una “ingeniería de la destrucción” en su mayor amplitud. Se trató de desarrollar un objeto que elimine al sujeto. Un emprendimiento humano para aniquilar al humano. ¿Cómo se dimensiona tal proyecto? ¿Cuáles son las coordenadas para proponer los prototipos y medir su evolución? Si nos mantenemos en lo racional encontramos respuestas razonables. Utilizaron todas las grandes invenciones a su alcance combinadas en un ensamble que las unificó y adaptó al resultado final. Conjuntaron trenes, barcos, aviones, radios, periódicos, fertilizantes, materiales de construcción, motores, electricidad, metales de todo tipo, generación de energía, confección de vestimentas, fabricaciones en serie y cuánto se nos ocurra que pudiese haber logrado la revolución industrial y sus maravillosos inventos posteriores. Solo enumerar lo dispuesto para talar un gigantesco bosque de abedules y construir sobre dicho terreno una fabricación industrial para “producir muertos”, nos desafía a una tarea ímproba como la de crear un lenguaje narrativo que lo logre explicar. No se puede explicar ni podría lograrse sin recurrir a la filosofía elemental, básica, no académica. A la filosofía como necesidad primaria o primitiva del ser humano evidenciada desde su niñez. Los niños son los que a medida que adquieren lenguaje comienzan a preguntar: ¿Por qué? Y lo reiteran sin pausa porque necesitan saber y quieren entender el mundo que comienzan a transitar. Podríamos pensar que la filosofía, como necesidad de preguntar aprender y nunca terminar de comprender, sería la duda en su más sana expresión y reevaluación permanente a lo largo de nuestra existencia. Tampoco podemos reducirnos a abstracciones para avanzar sobre este tópico.

 

b.      Descifrar el nazismo: una misión imposible

 

Alcanzar la comprensión o atisbar a “definir cabalmente” los fundamentos del nazismo es, a mi juicio, casi imposible. El abordaje político, que bien podría ser una vía de aproximación inicial, ya nos sumerge en disyuntivas laberínticas y contradictorias.

Explicar el pasado es tarea de los historiadores, pero esa tarea se vuelve intimidante y en extremo compleja en el caso del nazismo. Con un líder que hablaba en tono apocalíptico del poder mundial o destrucción, y con un régimen basado en una ideología de odio racial extremo, uno de los países más avanzado cultural y económicamente de Europa se preparó para la guerra y perpetró atrocidades de una naturaleza y una escala que desafían la imaginación. Frente a Auschwitz, la capacidad de explicación del historiador resulta insignificante. [1]

Se pregunta Kershaw el insigne historiador británico, entre múltiples reflexiones: ¿Es el nazismo una forma de fascismo, un tipo de totalitarismo o un fenómeno único? La política exterior nazi ¿fue “un programa” o una “expansión sin sentido” de Hitler? El Tercer Reich ¿fue una “reacción social” o una “revolución social”? ¿Cómo se puede historiar “normalidad” y “genocidio”?

Agregamos de nuestra parte: ¿fueron los nazis la ejemplarización de la “perfección” alemana? ¿Fueron fruto o exponente de la disciplina y meticulosidad que, supuestamente, los caracteriza? ¿Fueron sistemáticos y ordenados tras un plan armónica y meticulosamente planificado?

Bastan estas reflexiones para toparnos con perspectivas totalmente diferentes:

 

La organización nazi de la sociedad implicaba la destrucción de las ideas racionales del Estado, la ideología, el derecho e incluso de cualquier racionalidad básica. [Un] provocador y controvertido argumento central sostiene que el Tercer Reich ni formuló una ideología consistente ni poseía una estructura coherente.[2]

 

Neumann, un notable pensador alemán escribió su obra “clásica”, valorada aún hoy día, en tiempo real durante la plena vigencia del nazismo en el año 1941. Consideró al régimen de Hitler como “un monstruo caótico, amorfo y sin ley”. Debido a que “[en] el partido nazi, la burocracia estatal alemana, las fuerzas armadas y el poder económico buscaban expandir el poder y el territorio alemán sin ceder autoridad o estatus a ninguna de las otras partes.”

 

Bajando lentamente a tierra, a la experiencia del viaje, Mario, nuestro guía y docente, sostiene que los alemanes fueron “funcionalistas”, o sea, sí se rigieron por planes estructurados con las lógicas de concretar su resultado final. En el caso de Birkenau, como en otros, esta fue la destrucción masiva de seres humanos. Judíos y gitanos como pueblos, polacos y eslavos como subhumanos, otras minorías o “categorías sociales” como disidentes. Le asiste, también, buena parte de la razón. La discusión amerita conjugar diferentes saberes expertos en economía, relaciones internacionales, sociología, antropología, ciencias políticas, sociales y militares, entre tantas. Por mi parte, partiré de la mirada sobre Birkenau como un sujeto representativo de la peor faceta de la especie humana. Los nazis y sus aliados de los países ocupados alcanzaron el límite más extremo que como especie se haya podido traspasar. Se trató de la puesta en práctica de una de las esencias diferenciales de los humanos ante otros seres vivos:  la capacidad de matar a su propia estirpe hasta la frontera de su propia exterminación. Los demás seres del planeta, solo aspiran a alimentarse, reproducirse y prosperar ante las adversidades de su hábitat.

Abrevo de las siguientes reflexiones para finalizar la introducción y comenzar el anecdotario del viaje Memoria y Dignidad, en Polonia 2023.

 

El menú del horror (la muerte de amigos, el humo del crematorio, el hambre y el frío crónicos en una eternidad sin tiempo, el sueño interrumpido, la sobredosis diaria de amenaza y humillación) no es solamente un repertorio de hechos sino la construcción narrativa de la experiencia del mal y de la muerte, de la muerte colectiva y confraternal como fundamento del vínculo humano”.

 

Y agrega el pensador: “Entre la información y el relato, hay una distancia decisiva. La información describe hechos, la narración crea sentidos”.[3] Ese es nuestro objetivo: compartir información y transmitir emociones emergentes de un viaje tan especial.

 

Vagón en “rampa de la selección”

 

Cuánto me habrá impactado Auschwitz que cuando bajamos en Birkenau me había olvidado de mi cuaderno de viaje. Nuestro compañero Sergio Halbertal me auxilió con unas hojas sueltas que apoyé sobre mi celular. El lugar impresiona ya cuando se le ve desde lejos. Su tamaño, al menos para mí, era imprevisible. No fue suficiente una sola línea de ferrocarril para el número de prisioneros que llevaban diariamente a ese aciago destino, debieron construir adicionales. Transportaron víctimas de distintas ciudades y países. El binomio Auschwitz-Birkenau configuraba la “obra maestra” nazi de la muerte programada, ubicado en un centro geométrico y geográfico de Polonia vinculada a una red de países de Europa Oriental. Pienso retrospectivamente en Treblinka, Chelmno, Majdanek y me resultan pequeños al lado de Birkenau particularmente. Es por eso que aspiro analizarlo como sujeto –en la misma dimensión de locura y maldad que los otros- y no como objeto. Como “objeto” o “cosa” diabólica asume otra categorización. Birkenau era una ciudad.

Contaba Mario, que el gobierno eslovaco incluso pagaba 500 marcos para que los judíos eslovacos fuesen llevados allí. Coexistían o convivían o “co-morían” -no sé qué verbo utilizar- 100.000 (cien mil) prisioneros diarios, más 100.000 (cien mil) prisioneros en trabajo esclavo. Hemos de sumarle las autoridades nazis alemanas que allí vivían, más los sirvientes ucranianos que operaban las instalaciones. Explicó Mario que los guardias ucranianos eran antisemitas, nacionalistas, anticomunistas y mercenarios. Los alemanes no contrataron guardias polacos por temor a que se vinculasen con la resistencia polaca. Si le sumamos más “servicios” a esa infraestructura los cuales no podrían ser pocos ni menores, discurrían por Birkenau unas 250.000 (doscientos cincuenta mil) personas, con un propósito definido para unos pocos: asesinar, y un destino predeterminado para la mayoría: ser asesinados. Los sonderkommando vivían separados y cada tres meses los mataban y sustituían. Podría terminar la nota con esta oración. Pero continuaré, hay mucho para compartir.

 

Se mantuvo un vagón de tren como monumento. Está apostado en el lugar al cual llegaban a diario como destino para que las personas en su interior bajaran a la rampa donde los nazis determinarían a qué fila iría cada uno. A la muerte inmediata o a la muerte posterior. Lo observamos con temor desde cierta distancia física, como quien no quiere quemarse con una brasa ardiente, o el equivalente a no acercarse demasiado al borde de un precipicio. Miramos sus características estirándonos un poco a tales efectos, con la cautela de no tocarlo. Un solo vagón generaba ese efecto...pensemos en el ruido, bocinazos, ollín de gasoil y chirridos de metal contra metal que generarían a diario los convoyes de locomotoras, vagones, órdenes furiosas “escupidas” en un alemán gutural, llantos y cuerpos encorvados de los recién llegados apretujados durante cientos de kilómetros, y el estruendo general y caótico que se generaría. Este único testimonio luce impertérrito y en soledad ante explicaciones de guías en tono pausado y miradas atentas y silenciosas.

                   

Sin olvidar y reiterar que los prisioneros no sabían exactamente a qué venían y no todos bajaban vivos de los vagones. Abundan relatos de los que morían en el camino dentro del tren. ¿Podría alcanzarse tal nivel de terror en una película, por ejemplo? Dejo abierta esta interrogante porque pretendo interpelarnos a nosotros mismos como sociedad, vivamos donde vivamos. Abre una avenida mayor de análisis sobre cómo se debe enseñar la Shoah, lo difícil que es, y a su vez, lo imprescindible de la tarea. En tanto no se sistematice dicha transmisión de conocimientos será difícil conjugar un dolor conjunto de todos los colectivos que padecieron atrocidades, ya sea en bodegas de barcos esclavizantes partiendo desde costas africanas o cadáveres tirados a la vera del camino en marchas de la muerte de armenios ordenadas por el ejército turco, o el padecimiento de otras etnias en otras latitudes y así sucesivamente en varias facetas de la maldad humana contra sus semejantes. Siento el cometido militante de pujar por una campaña educativa englobada a fin de construir un mundo más comprensivo, solidario y menos agresivo.

 

Cuarentena

 

En Birkenau, a diferencia de otros campos de exterminio, los prisioneros pasaban al principio por una cuarentena porque querían seleccionar a aquellos aptos para trabajar. “Menuda” tarea la de relatar estos acontecimientos ochenta años después de haber acontecido…Eli Wiesel escribió que los que no estuvieron allí no lo podrían entender, y agregó: “yo seré sus voces”. Cohíbe, pues, y con justificados motivos, escribir sobre esta vivencia que tuvimos. Considerémosla como un átomo, un imperceptible nano aporte a Wiesel y un agradecimiento y reconocimiento infinitos a su obra. La cuarentena nunca fue de más de cuarenta días, en ocasiones duraba solo horas tras una mera inspección visual del candidato o candidata desconocedores del cometido que les esperaba. Tal era la magnitud de desplazamiento de víctimas al cadalso, que cuando comenzaron a arribar los judíos húngaros y los provenientes del gueto de Lodz, ya no hubo tiempo para tatuarlos. Ello explica por qué hubo, y ojalá vivan por muchos años más, sobrevivientes sin tatuaje. Cabe aclarar que dado el flujo de judíos húngaros que Eichmann se esmeró en programar con puntillosa obsesión, debieron ampliar las líneas de ferrocarril. La cuarentena fue solo una estrategia “administrativa”, un tecnicismo. Al final de este oscuro y tenebroso túnel del tiempo que comenzaba por una “revisación médica”, los esperaba la espeluznante cifra de 2.500 (dos mil quinientas) cremaciones por día en cuatro hornos. O sea: 10.000 (diez mil) asesinatos todos los días, de gente, hombres, mujeres, ancianos y niños tirados a las llamas como leña… Cierro este párrafo con una reflexión sobre la –siempre peligrosa- ciega “obediencia debida” a la burocracia férrea e irresponsable, carente de los mínimos resquicios morales dentro la monolítica normativa nazi, más un aporte propio de aspectos increíbles de su mentalidad: 

 

El departamento de la oficina central de las SS encargado de la destrucción de los judíos europeos, se denominaba: ‘Sección de Administración y Economía’. Si prescindimos de la gigantesca magnitud del oprobio moral, esta actividad no difería de las otras actividades organizadas, concebidas, controladas y supervisadas, como secciones administrativas y económicas “normales”. (Bauman, 2010, p. 35). [4] 

 

Eran “tan normales”, que los guardias y médicos asignados para recibir los arribos de trenes, esperaban en la cantina. Adjunto una metafórica y, para mí, brutal imagen fría y simbólica aplicada a los conceptos citados. Metal, piedras y madera abulonadas. Inmutables testimonios de la dureza nazi prolongada sin misericordia hasta el mismísimo infierno.

  

Letrinas

 

Si bien alcanzan los alambres de púas oxidados a la vera de todo el recorrido para inquietarnos con su herrumbre, las barracas de letrinas espantan. Las letrinas se construyeron para que ingresaran 7.000 (siete mil) personas a la vez distribuidas en cientos de hoyos hedientos (aproximadamente 230 por letrina) en filas de tres en cada galpón, ubicados frente a cada barraca. En los laterales, a la entrada de las mismas, guardaban a los caballos.

 

 

 

¿Cómo imaginar la crudeza del momento en que esas mujeres u hombres estaban todos sentados en un lugar así? Lo pregunto, pero me declaro incapaz de construir una imagen de ese tipo. Debo hacer una pausa para pensar qué se puede explicar al respecto. ¿Cuál ha de ser la medida de crueldad para concebir la alteración de los sentimientos más característicos de todo ser humano? Destrozaron el pudor, la vergüenza, el asco, la humillación, y seguramente me quede corto de aspectos…los podría citar con mayor solvencia alguien especializado en psiquiatría o psicología. ¿Qué resortes consientes e inconscientes debieron tensionar y elongar esos seres desgraciados antes de naturalizar y asumir ese ritual como rutinario? ¿Qué otras peores instancias que la esclavización o la propia muerte debieron atravesar? Pienso que el frío y el hambre han de ser las únicas respuestas “razonables”. Debieron convivir con la sensación de mugre impregnada a su piel y la caída al vacío de su humanidad entera… ¿Qué fuerza vital posee el ser humano para sobrevivir a esas condiciones? ¿Cómo evaluar esa capacidad de resistencia infinita? No me alcanzan seis millones de minutos de silencio erguido con las manos a mi espalda la cabeza gacha y los ojos cerrados para encontrar una respuesta.

Amparado en las explicaciones de Mario que registré, logro zafar y abstraerme de esos dilemas para compartir con ustedes datos adicionales, los más terribles y los más alentadores.

Los primeros refieren a los niños. Los niños gitanos vinieron junto a sus familias. Los niños que vinieron del campo de concentración checoslovaco Terezín (en alemán Theresienstadt) vinieron solos y todos fueron los encargados de limpiar las letrinas. Los nazis no querían hacer esa tarea, incluso, no entraban a los galpones de letrinas más que para acomodar a los caballos a la entrada. Se la asignaron a los niños de Birkenau… El aliciente para tan inmensurable horror, es que durante esos segundos en que los prisioneros estaban en las letrinas podían reencontrarse y verificar que familiares o conocidos aun vivían, enterarse de rumores, noticias, e incluso preparar actos de rebeldía. Es imperioso rescatar siempre esa faceta heroica ante tales circunstancias. Aunque con destino fatal, cuatrocientos cincuenta y dos prisioneros planificaron y lograron escapar del campo. Los alemanes los mataron a todos. 

 

Recuerdos 

 

Mientras caminábamos entre barracas y caminos centrales, compañeros del grupo tuvieron la oportunidad de reencontrarse con los relatos de sus seres queridos quienes atravesaron y sobrevivieron dicho calvario. Temo citarlos y olvidarme de alguien, tampoco tengo fotos alusivas a los duros momentos de desazón o introspección que vivieron todos y cada uno de ellos. Aclaro que las barracas de hombres fueron construidas a la derecha del campo y las de las mujeres a la izquierda. Las primeras se fueron destruyendo y derrumbando durante el tiempo. Estaban todas construidas por ladrillos sin la pretensión que perdurasen más de lo necesario. Solo se mantienen algunas barracas originales de mujeres. Las barracas inexistentes o derruidas no se construyen de nuevo. 

 

Se intenta solamente reconstruir a aquellas que aún pueden ser mantenidas en su formato original mediante reparaciones menores. El campo “objeto” es un museo inalterable. El campo “sujeto” es lo que alecciona. 

 

Andrés Rener testimonia -en nombre personal y de todo el grupo- el sitio donde padecieron innombrables sufrimientos tantas víctimas condenadas a la muerte, en honor a su mamá Pola, Ana Vinokur y demás sobrevivientes (Z’L) conocidos y desconocidos, que legaron sus relatos para la posteridad. Transcribo el párrafo en inglés:

 

Esta barraca, conocida como “la barraca de la muerte” fue utilizada para alojar a prisioneras mujeres consideradas no aptas para trabajar durante las selecciones de las SS en el campo y que fueron sentenciadas a la muerte en las cámaras de gas. Usualmente debían esperar varios días antes de ser asesinadas sin recibir comida ni agua. Como resultado muchas mujeres murieron esperando a ser conducidas a las cámaras de gas. Cuando la barraca estaba sobrepoblada, algunas prisioneras debieron quedarse afuera en el terreno vallado.

 

No registré el número de esa barraca fotografiada, pero nos contó Mario, que las barracas 25 y 26 fueron en el año 1942 “depósito de mujeres muertas y semimuertas”. Lo escuchamos con la debida atención y el incomprensible asombro. Fueron depósitos de cadáveres y agonía durante años. Los mantuvieron vallados y cerrados como una especie de logística de almacenamiento. Lo escribo y no lo puedo creer. Una y mil veces es válido preguntarse cómo se originó ese desatino antinatura nazi. ¿Hubo “pensamiento” atrás de esas decisiones? ¿Quiénes tomaron esa resolución? ¿Se les ocurrió a los inhumanos guardias ucranianos para lucirse ante sus amos alemanes? ¿Lo decidió algún burócrata con formación administrativa o, acaso, un militar “responsable” ante sus superiores? ¿Fue producto del caos germánico que denunció Baumann? ¿Fue una actitud funcionalista racional? Quedan abiertas las preguntas…sin alternativa. Explicó Mario que, en el año 1944, cuando trajeron a Pola a Birkenau, ya las usaban nuevamente de barracas. 

Qué horrible todo. Registré más información igualmente tenebrosa, pero entiendo que el capítulo debe llegar a su fin, al igual que la experiencia vivida ese extenuante día 12 de mayo de 2023 en Polonia.

 

Camino al crematorio n.º 2

 

Hubo cuatro, como ya conté. Los nazis los explotaron a último momento y solamente quedan ruinas transformadas en monumento histórico. Angela Merkel encontró los planos originales y se los entregó a Benjamín Netanyahu. Están guardados en Yad Vashem.

Los crematorios tenían 120 (ciento veinte) metros de largo por 15 (quince de ancho), Permítaseme dimensionar su superficie: 1800 (mil ochocientos metros cuadrados), luego de las cámaras de gas. Tal como resaltó el guía, posterior a la rebelión del 7 de octubre de 1944, el día 24 de octubre de 1944 los alemanes los destruyeron. Hay información macabra y, a su vez, condenable en múltiples sentidos. Primero quiero honrar su memoria porque su caso desborda de cause a cualquier torbellino de emociones. Los sonderkommando (comandos especiales), fueron las víctimas judías sometidas a lo más indescriptible y terrible, por las cuales siento un vacío de silencio ahogado en mi ser. Eran obligados a cortarles los cabellos y sacar el oro de los dientes de los cadáveres una vez muertos en las cámaras de gas, los cuales eran tirados a ácidos que consumían el tejido y los huesos, dejando solamente el metal. Varios de ellos dejaron enterrados papeles pidiendo perdón e implorando compasión.  Los últimos datos: el gas Ziklon B, inventado como plaguicida para uso agrícola y usado para gasear a muerte a seres humanos, no fue manipulado por los SS, sino por acompañantes de la Cruz Roja. Esta información termina de superarme. Pierdo la referencia entre comprensión y condena, pierdo mi composición emocional o intelectual. Birkenau es una pesadilla. Fue un sujeto maléfico y contaminante en círculos concéntricos extensibles hasta el más allá. Para mitigar la angustia del conocimiento decido no reflexionar más sobre el tema. 

 

Homenaje

  

 

Protegidos por el espíritu de grupo y con los valores expresados por el azul cielo compartido, las franjas de blanca pureza, el radiante sol uruguayo y la Estrella de David viva y fortalecida, dimos fin a la vista homenajeando a las víctimas del horror con un buqué de flores sujetadas por un moño hecho con ambas cintas patrias. Logramos anudar nuestra experiencia en ese engendro, ese entorno tan miserable, con un solo corazón unido latiente de humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
[1] Ver: Kershow, I. (2013), La dictadura nazi: principales controversias en torno a la era de Hitler. Buenos Aires: Siglo XXI.
[2] Ver: Neumann, F. ({1942}2014). Behemot: pensamiento y acción en el nacional-socialismo, 1933-1944. Barcelona: Anthropos.
[3] Ver: Antelme, R. (1966). La especie humana: presentación de Marcelo N. Viñar. Montevideo: Trilce.
[4] Ver: Bauman, Z. (2010). Modernidad y Holocausto. Madrid: Sequitur. 

 

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