Israel

Hay una sensación de que un nuevo estado puede ser construido con ustedes

Por David Grossman

)Aparecido en Nueva Sión 17-11-2023

Estas palabras fueron pronunciadas en un acto organizado por el Movimiento Kibutziano en  recordacion de los asesinados y los caidos el 7 de octubre y por el retorno de los secuestrados, el 16 de noviembre.
 
Han pasado 40 días desde aquel Shabat en el que hombres y mujeres, bebés, niños y ancianos han sido asesinados. Los terroristas de Hamás, ebrios de odio y maldad, masacraron a las familias dentro de sus casas, a los padres delante de sus hijos, a los niños delante de sus padres. Violaron, asesinaron a personas inocentes que bailaban en un recital de música. Fueron perseguidos y fusilados con goce de cazadores, o como si fueran personajes de un videojuego.
"Aquí yacen nuestros cuerpos, una larga y larga fila", escribió Jaim Guri en otra guerra, y tal vez sea la misma guerra que continúa sin fin. Aquí yacen nuestros cuerpos, una larga y larga fila, nuestros semblantes, nuestros ojos, nuestras miradas ya no son las mismas, han cambiado.
"La muerte está en nuestras miradas". De hecho, nuestros rostros han cambiado. Ya no seremos los mismos. Como si se hubiera abierto un cráter en el corazón de la realidad y nos hubiera absorbido en él.


En contraste, están las historias de heroísmo y sacrificio que escuchamos en estos días. Las historias de lo que la gente hizo por otros seres humanos.
El coraje inimaginable de aquellos que dejaron sus vidas para proteger, para salvar a otras personas. Para proteger a la familia, el hogar, el kibutz y, a menudo, a personas que no conocían. Una y otra vez, hombres y mujeres arriesgaron sus vidas con un coraje indescriptible. En un momento, en un acto espontáneo, como el saltar sobre una granada lanzada a un refugio o a una habitación blindada, para salvar a los demás miembros de la familia que estaban allí.
Y cuando lo hicieron, cuando renunciaron a seguir viviendo para que otros puedan sí seguir viviendo, sacudieron hasta la médula las convenciones del mundo que conocemos, un mundo cínico, egoísta y utilitario.


Desde el 7 de octubre, he estado pensando mucho en estas personas. Nos cruzábamos con ellos a diario, en nuestra rutina, en los pequeños momentos de la calle. Entonces, de repente, en un instante, fueron catapultados fuera de la vida cotidiana familiar y banal a una de los desafíos más difíciles, jamás enfrentados.
Una prueba de vida o muerte.


Hemos venido hoy a contar, a escuchar, a recordar. Para convertir, el «Izcor» oficial y conocido en un "Recordemo" colectivo, comunitario, un "Nizcor". Recordaremos un mundo perdido con la pérdida de nuestros seres queridos. Después de todo, con la pérdida de todos y cada uno de ellos, se perdió todo un mundo, y se podría decir, toda una cultura. La cultura personal y privada, una especie de pequeña civilización familiar; con sus recuerdos íntimos, con sus bromas y risas; con sus sensibilidades, sus sutilezas, sus momentos de gracia y su lenguaje interior que solo ella entiende.


Todo esto se ha perdido.
Es decir, no se han perdido del todo, pero a partir de ahora seguirá existiendo, exclusivamente, en un vacío. Y es difícil. A eso es a lo que tenemos que acostumbrarnos. Acostumbrarnos al hecho de que, a partir de ahora todo, o casi todo, vendrá del y con dolor. Todo se convierte en binario:
Está o no Está.


Y en nuestro espacio interior, los recordaremos, a ellos, a nuestros seres queridos perdidos. Al recordarlos, les daremos vida. Porque la muerte congela, y en el recuerdo hay vida, hay movimiento, fantasías, sueños.

Recordaremos sus rostros, la luz de sus miradas, el flujo de la vida en sus movimientos corporales, en su risa, en su dolor. Recordaremos sus voces y la chispa de luz en sus ojos.


Sobre todo, nuestros corazones lloran por los jóvenes que fueron asesinados. Toda nuestra vida lloraremos por lo que se perdió con ellos. Sobre el futuro que podrían tener. La riqueza de sus futuros. Los pequeños y grandes placeres de la vida. Sus alegrías, así como sus tristezas y sus penas: la huella de la vida, con toda su plenitud.
Y los niños, cautivos de Hamas. Es casi imposible hablar de nuestros amados hijos, es tan grande el dolor que es imposible concebir.
Un niño no puede ser un rehén. Un niño no puede ser cautivo. Quien convierte a un niño en rehén se excluye a sí mismo de la humanidad. Jaim Najman Bialik escribió en Sobre la matanza:  "Y así hendirá la sangre el abismo infinito, así hendirá el abismo que negruras encierra".
Y nos preguntamos, ¿cómo podemos levantarnos después de haber estado en el abismo de la oscuridad? Después que estuvimos La Matanza (poema de Bialik) como en En la ciudad de la masacre (poema de Bialik).


También nos preguntamos: ¿Quiénes seremos, qué tipo de personas seremos, qué tipo de sociedad crearemos, con qué valores criaremos a nuestros hijos de ahora en adelante, después de que resurjamos de las cenizas? ¿Y de dónde sacaremos fuerzas para levantarnos de nuevo, construir una casa, arar un campo, traer un niño al mundo?


Para un mundo como este.
En este mes, los vi a ustedes, residentes de la frontera, residentes del sur. Al igual que todo el pueblo de Israel, observé durante largas horas la televisión, día y noche. Y pensé que casi toda su vida, Israel ha estado en una guerra o confrontación violenta, de un tipo u otro, con sus vecinos. Y ustedes, casi siempre, han estado justo en la línea de la frontera y la confrontación.


Y pagasteis un precio enorme por vivir aquí. Sin embargo, la guerra no los ha corrompido. Así es como me sentí cuando los vi y los escuché. Personas honestas. Personas cuyas bocas y corazones son iguales. Personas que buscan la paz, buscan el bien y, a menudo, también buscan beneficiar a su enemigo.
Y aún hoy, incluso después de todo lo que ha sucedido, existe la sensación de que, desde aquí, desde este lugar y junto a ustedes, los residentes de las ciudades y pueblos, los kibutzim y los moshavim, es posible construir un nuevo Estado, también por segunda vez. Con ustedes, con vuestra fuerza, con vuestro coraje, es posible volver a empezar, desde el principio, desde Génesis.
 

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