Israel conmemora Iom Hazikaron, el día recordatorio de los caídos.
Las fotos son captura de pantalla del Canal 11 (KAN) de la Tv Israelí
Israel recuerda a sus caídos y justamente un día antes de iniciar los festejos por un nuevo aniversario de la independencia, el país entero se une en su memoria, porque son ellos, los que ya no están, el precio que paga el Estado judío para seguir viviendo. Primero, para poder nacer como Estado soberano e independiente en la tierra ancestral. Luego, hasta hoy, para poder seguir existiendo.
En épocas de álgidas discusiones internas, fue importante escuchar al Comandante en Jefe de Tzahal, Teniente General Aviv Kojavi en el acto inicial de Iom Hazikaron junto al Muro de los Lamentos , señalando que uando suena la sirena recordatoria, desaparecen las diferencias. Así lo había dicho hace muchos años el otrora Presidente de Israel Itzjak Herzog en ese mismo acto: “Bajo las lápidas, callan las discrepancias”.
En los diferentes actos, escuchamos los discursos oficiales, el Maale Rajamim, las frases de recuerdo y vemos los rostros de las familias de duelo. Y muy cerca, los de los jóvenes soldados en guardias de honor. Y las autoridades que hablan, recuerdan, no odian. Honran a los caídos, no glorifican la muerte. Es más: no se habla prácticamente de los enemigos. Se habla del dolor que dejó el que se fue.
Hoy, en una conversación en un grupo de compañeros, uno de ellos que no vive en Israel preguntó por el nombre oficial completo de este día de recuerdo: “Iom Hazikaron lejalaléi maarajót Israel”, que significa el Día Recordatorio de los Caídos en las guerras de Israel, en acción. omentó que no conocía la palabra “jalál” –jalalím, en plural- que significa baja, muerto. Varios de nosotros, de los que sí vivimos en Israel, tradujimos. Pero una querida amiga, Raquel, tuvo una observación que fue mucho más allá de la traducción. Tocó el punto central: “Cuando yo aprendí la palabra ´jalál´que en hebreo significa espacio vacío, lugar vacío, y luego aprendí ´jalál´en el sentido de muerto, caído, pensé que había una relación entre ambas cosas. El que se va, deja un vacío en su familia, en todos aquellos que lo quieren”.
No hace falta agregar más. Raquel lo dijo exacto.
Es un vacío repleto de recuerdos. Y de vida, aunque ya no esté.
Son días solemnes los del recuerdo .Hablan los padres de jóvenes soldados, la radio pasa canciones con letras halladas en las mochilas de los caídos después de su muerte, que vuelven a cobrar vida en boca de famosos artistas…Sus fotos llenan las pantallas y los diarios y la historia de cada familia de luto envuelve al país.
Lo común a todos, es que se fueron antes de tiempo. Que quedarán por siempre jóvenes y que sólo los que los lloran envejecerán, recordándolos a ellos tal cual eran cuando murieron. “Es terrible que no estén”, suelen decir sus padres y hermanos. “Pero no menos terrible es pensar en todo lo que ya nunca podrán hacer….en los hijos que no tuvieron, en los estudios que no alcanzaron a cursar, en la vida que ya no pudieron vivir”.
Y cada historia, con su rostro y sus nombres. Como el de la mujer que se despidió de su flamante esposo cuando sonaron las sirenas en aquel 6 de octubre de 1973, en el día más sagrado del calendario judío-Iom Kipur, el Día del Perdón- al comenzar el sorpresivo ataque conjunto de Egipto y Siria-y que recién después se enteró estaba embarazada y cuya hija jamás conoció a su padre que murió en el campo de batalla.
O el joven soldado que cayó cuando estaba por terminar su servicio militar.O el horror de los padres que vieron a uniformados llegando en medio de la noche a su casa…rogando que les digan que no murió…que “solamente” está herido….
Y se recuerda también a los civiles asesinados en atentados terroristas desde la creación del Estado. En ómnibus destrozados por terroristas suicidas, en cafés, restaurantes y discotecas…en una cena de Pesaj, a la salida de un casamiento, en infiltraciones a casas particulares, “copamientos” en los que la intención no era robar sino matar a cuanto israelí encuentren en el camino.
Todos, absolutamente todos ellos se fueron antes de tiempo. También si murieron por una bomba ya avanzada edad.
Y un aspecto saliente de las ceremonias recordatorias, de los discursos de las autoridades y de las palabras tristes de los familiares que perdieron a sus hijos, es que no sentimos la expresión de odio. En las alocuciones oficiales hay sí aclaración al “enemigo”, de que siempre encontrará a Israel preparado para defenderse, de que no bajará la guardia, de que está alerta. Pero no se habla con odio al vecino. No se le ofrece por cierto la otra mejilla, pero junto al mensaje de firmeza ante las próximas amenazas, no se da lugar al odio.
Y quizás con cierta ingenuidad, seguimos pensando en todo lo que ganarían los vecinos de Israel si no vieran en su existencia en la región una amenaza sino una oportunidad.