No Soy un Sin Techo - Elevándonos por Encima del Mundo Físico - La Sexta Dimensión - Las Cuatro Especies
No. 278
Sucot
Horario de velas de sucot en Montevideo
Miércoles 16 de octubre 18.42
NO SOY UN SIN TECHO
Por Naftali Silberberg
La falta de hogar es uno de los fenómenos sociales más tristes. No importa lo indigente que pueda ser una persona, el hogar siempre proporciona una sensación necesaria de seguridad y pertenencia. De hecho, la necesidad de un hogar es tan grande que el Talmud dice que “quien no tiene un hogar no es una persona”. Físicamente, tal vez uno pueda sobrevivir sin un hogar, pero emocionalmente hablando, un hogar es la necesidad humana más básica.
No hace falta decir que la falta de hogar no tiene que ver con el lugar en el que uno se encuentre en un momento dado. Puede estar en el trabajo, visitando a amigos, atrapado en el tráfico o de vacaciones a miles de kilómetros de casa; no tiene que ver con el lugar en el que uno se encuentra, sino con el conocimiento de que hay un pequeño rincón del mundo al que puede llamar suyo y que le brinda la tranquilidad que proporciona un hogar. (Mi madre suele repetir el aforismo: “El hogar es el lugar que te deja entrar cuando nadie más lo hará…”). Un lugar en el que uno puede bajar la guardia y actuar como desea.
Esto, explica el Rebe, es lo que hace tan especial la mitzvá de la sucá. Normalmente, estamos conectados con una mitzvá en particular (y a través de la mitzvá, con Aquel que la ordenó) siempre que estemos realmente involucrados en su ejecución. Pero la sucá es una excepción. Durante siete días se nos ordena habitar en una sucá; durante siete días el sagrado refugio de la sucá se convierte en nuestro hogar. Y como se explicó anteriormente, la asociación de uno con su hogar no se limita al tiempo que pasa allí. Es una conexión siempre presente.
Durante siete días estamos íntimamente involucrados con una mitzvá, independientemente de dónde estemos o qué estemos haciendo. Y no es una participación periférica, así como nuestra relación con nuestro hogar nunca es periférica, es básica para nuestra identidad.
Tal vez podamos llevar la lección de la sucá un paso más allá.
Rosh Hashaná y Iom Kipur ya quedaron atrás. El tema de estas festividades, así como del mes preparatorio de Elul que las precedió, es la teshuvá, que suele traducirse como “arrepentimiento”, pero cuyo significado literal es “retorno”. Después de un año de vagar y deambular, regresamos. Al abrazo de nuestro Padre, a nuestro verdadero hogar, al lugar al que siempre pertenecimos.
"Una cosa he pedido a D-os, eso busco: que pueda sentarme en la casa de D-os todos los días de mi vida, para contemplar la dulzura de D-os…" (Salmos 27:4)
Pero ahora nos espera otro año. Una vez más, nos veremos obligados a abandonar el hogar para un viaje prolongado. Una perspectiva desalentadora, un pensamiento deprimente para el individuo que ahora está saboreando su breve estadía en casa.
Entra en escena el mensaje de la sucá. Una vez que hemos establecido dónde está nuestro verdadero hogar, nunca perdemos nuestro apego al hogar, sin importar dónde estemos.
Pase lo que pase durante este nuevo año, sin importar cuán lejos de casa nos lleve el viaje de la vida, nuestro GPS interno siempre tendrá su flecha apuntando hacia casa. Y ese conocimiento nos brindará serenidad y seguridad.
Y no tenemos que esperar hasta el próximo Rosh Hashaná para regresar. Tómate un tiempo para escaparte de regreso a casa todos los días, ya sea para las oraciones matinales en la sinagoga o incluso los pocos segundos que lleva recitar una bendición sobre una manzana que estás a punto de morder.
Si esa es la lección tranquilizadora que aprendemos de la festividad de Sucot, ¡no es de extrañar que sea la más alegre de las festividades! ¿Hay algo más reconfortante que saber que nunca estás sin hogar?
ELEVÁNDONOS POR ENCIMA DEL MUNDO FÍSICO
[D-os le habló a Moisés para que le diga al pueblo judío] “Deben vivir en cabañas (sucot) durante siete días.” (Vaikrá 23:42)
La sucá se destaca entre los mandamientos de la Torá por el hecho de que es la única a la que entramos físicamente; la sucá nos rodea por todos los lados. Esta propiedad de la sucá es la manifestación de la energía Divina que contiene: la consciencia que D-os existe aparte del mundo y más allá de sus limitaciones.
Se nos enseña que, espiritualmente, la sucá se deriva de la nube que se producía cuando el sumo sacerdote quemaba incienso en el Sanctasanctórum en Iom Kipur. En tanto que los sacrificios animales se enfocaban principalmente en refinar nuestra alma animal/humana, el incienso expresaba la conciencia interna de nuestra alma Divina. Nuestra alma Divina opera en un plano superior al de nuestra consciencia animal/humana normal. El alma Divina nos permite trascender los límites impuestos en nuestras vidas por nuestra alma animal/humana, cuyo intelecto y emociones están enfocados sólo en cosas físicas. La consigna en la festividad de Sucot es en primer lugar, al construir la sucá, enfocarnos en la Divinidad ilimitada de D-os, y en segundo lugar, internalizar nuestra consciencia de esta Divinidad tanto por medio de vivir en la sucá como también al cumplir el mandamiento de sostener y agitar las cuatro especies.
Séfer HaMaamarim Melukat, vol. 1, pág. 175.
LA SEXTA DIMENSIÓN
Por Nejama Dina Hecht
Me salieron al paso en una esquina cuando estaba por ir a tomar mi café de la tarde. Eran dos muchachos. Vestían trajes de estilo clásico, aunque arrugados, y para protegerse del sol llevaban sombreros grandes y negros. Me pidieron que encendiera una vela. Pero no se trataba de una vela cualquiera, me pidieron que encendiera una vela para D-os. Para cambiar el mundo. Para lograr la perfección. Y me pregunté si también me iban a decir que era la llave a la riqueza. Me negué.
Toda la vida estuve tras la búsqueda del sentido de la vida. Sabía que el dinero no era la llave. Hasta los avisos publicitarios coincidían en este punto. Necesitaba algo más. Realización. Profesión. Autoestima. Un grupo de amigos. Participar en lograr el cambio en la vida de alguien. Y, aunque ya había alcanzado todas estas metas, no era suficiente.
Ese día supe que necesitaba más aún. Estaba preparada para trabajar más para la comunidad, salir a buscar un empleo que me planteara más desafíos. Pero no estaba buscando a D-os.
No necesito que D-os sea parte de mi vida. Vivo en este mundo, no en un nirvana. No necesito rituales, ni tampoco el comportamiento repetitivo del culto para darle color a mi vida. Y, ciertamente, no me hacía falta una sencilla vela blanca para reemplazar mi vela con aroma a lavanda.
Necesitaba encontrar el sentido de la vida.
No acepté encender la vela. Para D-os. Para alcanzar la paz en el mundo. Para lograr la unidad.
Unas semanas más tarde volvieron a salirme al encuentro. En esta oportunidad llevaban unas ramas y frutos. Me pidieron que agitara las ramas en el aire, que las sacudiera en todas las direcciones. ¡Qué manera ridícula de no querer ver la realidad! Me negué.
Pero, al día siguiente, dije que sí. Y pensé ¿en qué me puede perjudicar algo que viene de una pequeña cultura extranjera? De modo que sacudí los frutos. Y no hubo fuegos artificiales, ni apariciones de D-os, ni el fulgor de la realización. Tal como lo esperaba.
Pero esa misma noche, poco más tarde, sentí que había sucedido algo diferente. Nada importante, nada que pudiera identificar con exactitud. Solamente un ligero sentimiento de bienestar. De modo que, al día siguiente, volví a sacudir la rama. Repetí las extrañas sílabas y agité los frutos. Pero no por la paz del mundo. Solo para volver a captar ese fugaz sentimiento.
Ahora, enciendo velas todos los viernes de noche. Ya no le agrego leche a mi ‘Pollo a la King’. Leo diariamente las palabras de alabanza contenidas en un pequeño libro. A D-os.
¿Qué fue lo que cambió? Curiosamente, las cosas que hago no han cambiado. Sigo teniendo mi profesión. Sigo teniendo amigos. Sigo trabajando como voluntaria en el refugio para mujeres. Pero hay algo más.
Nada ha cambiado en mi mundo de cinco dimensiones. Pero descubrí una sexta dimensión que, hasta ahora, nunca había conocido. Si me lo hubieran contado no lo habría creído. De haberlo leído, tampoco nada habría cambiado. El sonido solamente puede ser comprendido en el contexto de otros sonidos.
Fue recién en el momento en que pude agitar la rama, que logré llegar a tener una referencia con respecto a esa dimensión. Y fue solo cuando empecé a hacer más, que realmente pude sentir su presencia.
Esos muchachos hubieran podido hablar y seguir hablando hasta hartarme pero, para mí, no habría tenido ningún significado. Tenía que hacerlo por mí misma.
Ahora sé por qué me salieron al paso.
LAS CUATRO ESPECIES
Cada día de Sucot (excepto el Shabat) tomamos las Arba Minim, alias las “Cuatro Especies”. ¿Cuáles son las cuatro especies? La rama de palmera (lulav), un mínimo de tres ramas de mirto (hadasim), dos ramas de sauce (aravot) y un citrón (etrog). Las primeras tres especies se atan juntas con cuidado.
Los Arba Minim son el precepto del hombre. En el caso de las mujeres, este precepto es opcional pero recomendado. El mejor lugar para llevar a cabo esta mitzvá es la sucá, la cabaña festiva al aire libre.
Sostiene el lulav en tu mano derecha (a menos que seas zurdo) con la espina dándote hacia la cara. Dirígete al este y di lo siguiente:
Bendito eres Tú, Hashem nuestro D-os, Rey del universo, que nos santificó con Sus preceptos y nos ordenó respecto de tomar el Lulav.
Ahora levanta el etrog en tu mano izquierda.
El primer día de Sucot (o la primera vez en Sucot que hagas esto) a esta altura di lo siguiente:
Bendito eres Tú, Hashem nuestro D-os, Rey del universo, que nos ha concedido vida, nos ha mantenido y nos has permitido llegar a esta ocasión.
Une el lulav con el etrog y agítalos. ¡Ya hiciste la mitzvá! No obstante, se acostumbra sacudir los Arba Minim en las seis direcciones: sur, norte, este, arriba, abajo y oeste.
Lleva tus Arba Minim a la sinagoga para el servicio de la mañana. Durante la plegaria de Halel, volvemos a agitarlos y luego desfilamos con ellos en la sinagoga durante la ceremonia de Hoshanot.
La unión judía es uno de los temas centrales de Sucot. Las cuatro especies que estás sosteniendo simbolizan las cuatro clases de judíos, con sus distintos niveles de conocimiento y observancia de la Torá. Al unirlos, estamos representando nuestra unidad en tanto nación, a pesar de nuestras diferencias externas. Y en este espíritu de unidad… ¡no te olvides de compartir tus Arba Minim con tus amigos y tus vecinos judíos!
Nota: los primeros dos días de Sucot, la mitzvá solamente puede cumplirse usando las Cuatro Especies que son propiedad del individuo. Por eso, si estás usando el juego de otra persona, este tiene que ser dado como “un regalo, condicional de su devolución”. Entonces puedes usar el juego, tu juego, y luego devolverlo, dándolo de regalo a su dueño original.
MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Guayaquí 3193
2709 0405 , CP1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
Para recibir MiSinaí por email o por whatsapp, contactar por teléfono al 2628 6770 o por mail: Info@jabad.org.uy.