Una línea que une el pogrom de 1938 en Alemania con los horrores de la actualidad
Es importante compartir el discurso completo del periodista argentino Alfredo Leuco en el acto conmemorativo del pogrom de noviembre de 1938 en Alemania, recordado como La Noche de los Cristales Rotos o Kristallnacht en alemán (La noche de los Cristales). Leuco fue el orador central en la ceremonia.
Publicamos el video de su discurso y también el texto completo,, escrito.
GRACIAS A LA BNEIT BRIT POR DARME EL HONOR DE PARTICIPAR DE ESTA CONMEMORACIÓN. GRACIAS MARIO.
GRACIAS A URUGUAY PORQUE ES UN PAÍS QUE ADMIRO PROFUNDAMENTE POR SU CALIDAD DEMOCRATICA.
GRACIAS PRESIDENTE LACALLE POU. Y GRACIAS AL PRESIDENTE QUE VIENE QUE, SEGURAMENTE ESTÁ PRESENTE ESTA NOCHE.
Les quiero hablar de salvajes inhumanos
que merecen el repudio absoluto y el rechazo activo de toda la sociedad civilizada, democrática y pacífica.
Aporto algunos datos. Son hienas que vomitan un odio ancestral que se dedican a la cacería de judíos para asesinarlos. Violan mujeres, ejercen un vandalismo brutal que destruye sus hogares y les prende fuego al lugar en donde se ganan la vida trabajando.
Con esos denominadores comunes, algunos podrán pensar que estoy hablando del Pogrom de Noviembre que ocurrió hace 86 años en Alemania y Austria y que se conoce también como el Kristallnacht, o la Noche de los Cristales Rotos. Otros podrían suponer que estoy narrando lo que ocurrió hace poco más de un año, el 7 de octubre con la invasión al territorio de Israel del ejército terrorista del grupo Hamas. Allí se perpetraron crímenes de guerra contra civiles desarmados que estaban en sus casas.
Ambas masacres, separadas por 85 años, tuvieron muchos aspectos en común y también diferencias.
Tanto en Berlín y Viena como en las cercanías de la Franja de Gaza se cometieron asesinatos masivos contra judíos, por el solo hecho de ser judíos.
El fanatismo nazi e islamonazi coincidieron en encender alertas rojas que avisaron que lo peor estaba por venir. El holocausto industrializado por el régimen de Adolf Hitler y el tsunami de antisemitismo que se esparció por muchos lugares del mundo, desde prestigiosas universidades de Estados Unidos, hasta la salida del estadio del Ajax en Amsterdam pasando por los viejos países europeos.
Aquella noche de horror, con Joseph Goebels como autor intelectual y brazo ejecutor del Fürher, la Gestapo y las SS asesinaron casi a un centenar de judíos, incendiarios 300 sinagogas con sus libros y elementos rituales religiosos, detuvieron a cerca de 30 mil judíos que llevaron a los campos de concentración y avisaron a quien quisiera oír que se venían los hornos crematorios, los campos de exterminio, los experimentos médicos con niños judíos, en fin la maquinaria criminal más feroz y genocida de la historia de la humanidad.
Hamás, directamente aplicó toda su atrocidad.
Amputaciones de los cuerpos, pechos de las mujeres para jugar al fútbol, decapitaciones, la colocación de bebes en hornos micro hondas y la incineración de sus víctimas, fueron el comienzo de la incorporación al ataque de Hezbollah en el norte, de los hutíes desde Yemen y los soldados de Irán en Irak y Siria.
¿Alcanzaron a procesar lo que les acabo de comentar? Estalla nuestro corazón con solo imaginar los cadáveres de los bebés recién salidos del micro hondas. Una mueca macabra: de aquellos hornos crematorios de las SS a estos de la vida cotidiana.
Fusilaron a más de 2 mil personas de 25 nacionalidades y diversas religiones.
Mataron a padres delante de sus hijos y a hijos delante de sus padres. Jamás olvidaré la voz de ese infinito hijo de puta que llamó por teléfono a sus padres y les gritó desaforado y drogado que se sentía orgulloso porque había matado a diez judíos con sus propias manos
El Pogrom que reventó las vidrieras de 7.000 los comercios judíos rompiendo los cristales y el pogrom del 7 de octubre, fueron la barbarie sin límites, pero solo el comienzo de lo que venía.
El humor que nos ayuda a sobrevivir por años, dice que si hay dos judíos, hay tres opiniones y cuatro templos. Por eso hay quienes sostienen que “La noche de los cristales rotos”, es un nombre casi poético que no define en toda su dimensión el quiebre de la dignidad humana. Otros dicen que “pogrom” define lo que pasó en el centro de Europa desde la época de los cosacos, pero que no alcanza a describir el ataque de Hamas. Mario Sinay es un escritor riguroso, valiente y pedagogo del Holocausto. Fue uno de los que batalló para que no se utilizara el término “holocausto” para cualquier crimen. No quería banalizar semejante infierno. No quería vaciarlo de contenido. Pero un misil de Hamas destruyó su departamento y por eso lo fui a entrevistar cuando estuve cubriendo la guerra que el terrorismo desató contra Israel. En medio del derrumbe de parte de su techo y otros sectores de su departamento, le pregunté cómo definía lo que había ocurrido. Y con toda claridad, me dijo: “El 7 de octubre fue un día de holocausto”. Nunca habían asesinado a tantos judíos desde el nazismo.
Más allá de la precisión semántica, lo cierto es que el pogrom de noviembre, esa noche de los cristales rotos, que hoy estamos recordando, o ese día de holocausto tienen el mismo ADN: exterminar judíos y luego ir por toda la cultura y los valores judeo cristianos.
Por eso es tan certera la definición del presidente Julio María Sanguinetti: “Israel, es la última trinchera de occidente”.
Es cierto que también hay diferencias entre ambos acontecimientos que nos produjeron un agujero negro en el alma de los judíos, los israelíes y todos los hombres de buena voluntad de apuesten por la paz, la tolerancia, la diversidad, la vida y no quieran asesinar al que piensa distinto o al que le reza a otros dioses. Hubo un estremecedor silencio y/o complicidad de la Cruz Roja, Unicef y la ONU, entre otras presuntas organizaciones humanitarias.
No digo que todos los árabes o musulmanes tengan este fanatismo cegador. El que generaliza, discrimina. Pero los islamonazis, creen que en la muerte de los mártires que luchan por exterminar al pueblo judío y borrar de la faz de la tierra a Israel, recibirán recompensas en el cielo, con 70 mujeres vírgenes y ríos de miel. Los que mueren combatiendo a los “infieles” que no creen en Alá, se convierten en mártires a los que llaman Shahid. Su sueño es colocarse un chaleco lleno de explosivos y detonarse en cualquier lugar del mundo en el que no haya fieles.
Los judíos no adoramos la muerte. Para nosotros la vida es sagrada. Y no pretendemos aniquilar a nadie. No figura en ninguno de nuestros textos políticos ni religiosos. Todo lo contrario, abrimos los brazos al otro, al distinto, al extranjero porque fuimos extranjeros en Egipto.
A título de ejemplo, les cuento una de las situaciones más horrenda de la que fui testigo cuando fui a cubrir la guerra.
Muchos de los latinoamericanos, especialmente argentinos, que fueron pioneros en los nacientes kibutzim, (granjas colectivas) se formaron en los grupos juveniles de la izquierda. Fueron a establecerse cerca de la franja de Gaza para abrir sus brazos y su corazón a sus vecinos. Hicieron todo tipo de apuestas a la paz y al progreso de ambos pueblos. Entre otros proyectos crearon una ONG, una organización no gubernamental, para llevar a chicos palestinos con enfermedades complejas a los hospitales de excelencia profesional de Israel. Una generosa manera de estrechar lazos y de romper prejuicios. En sus propios autos, iban a la frontera a buscar a esos chicos acompañados de sus madres y los trasladaban para que recibieran tratamientos con los últimos adelantos de la ciencia. Y luego los llevaban de nuevo hasta la frontera para que regresaran a sus casas. Muchos de los israelíes que hicieron esta tarea humanitaria fueron asesinados y otros secuestrados con información que le suministraron algunos de los familiares de los pacientes pediátricos.
Pero esto no es todo. Lo más grave me lo contó un médico rosarino en el hospital Soroka, el más grande del sur ubicado en Bersheva en la región del desierto del Néguev.
Majmud era un chico de 8 años que tenía
el mismo problema de crecimiento que Lionel Messi. Ghazal, su madre fue muy feliz el día que su hijo superó ese drama y comenzó a aumentar de peso, altura y musculatura. El tratamiento había sido exitoso. Entonces se animó y pidió algo más. Dijo que tenía miedo de quedar embarazada y que su nuevo hijo naciera con la misma enfermedad de Majmud. Entonces los médicos israelíes empezaron a estudiar el caso y a darle la medicación correspondiente. Ghazal quedó embarazada, estuvo en cuidados intensivos durante meses arropada y cuidada por los mejores profesionales del hospital. Y un día se produjo el milagro. Ghazal dio a luz un bebé absolutamente normal al que llamó Saíd que significa feliz. Hubo fiesta en el sanatorio. Con flores, guirnaldas y regalos para la madre y el hijo. Fue la televisión a registrar semejante acontecimiento médico y social. Un periodista entrevistó a la madre y le hizo la pregunta más común de las preguntas. ¿Qué le gustaría que su hijo fuera cuando sea grande?
Y la madre, emocionada, contestó: “ Shahid”, es decir mártir, alguien que dedique su vida a asesinar judíos.
Así de grave es todo.
La gran diferencia es que hoy los judíos tenemos a Israel. Es un estado poderoso, moderno, diverso, imperfecto como toda democracia liberal pero perfectible por eso mismo y cargado de innovación científica y técnica.
Esta es la gran diferencia con aquellos días, hace 86 años donde no tuvimos la organización suficiente como para evitar que borraran a seis millones de judíos de la faz de la tierra, a la tercera parte de nuestro pueblo. Hoy somos apenas, 15 millones de judíos en el mundo, la mitad vive en Israel. Pero ya no vamos como corderos al matadero. Ahora nos defendemos con coraje y con la última tecnología. Ahora atacamos a quienes nos atacan. Lastimamos a quienes nos lastiman, mal que les pesen a los antisemitas de siempre que nos odiarán hasta al fin de los días más allá de lo que hagamos.
Estamos atravesando momentos muy terribles en donde miles de judíos deben ocultar sus convicciones. Lo que ocurrió en Amsterdam con hinchas del Maccabi Tel Aviv es solamente una muestra del horror. Es la confirmación de que el terrorismo que quiere imponer religiones a sangre y fuego puede estallar en cualquier lugar. En Las Torres Gemelas de Nueva York, en El Bataclán o la redacción de Charlie Hebdó de Paris, en Atocha en Madrid o en la AMIA y la embajada de Israel en Buenos Aires.
Solo podemos rogar que la comunidad internacional despierte y comprenda que vienen por todo.
Que se repudie la dinamita o el misil como intento de adoctrinamiento, que devuelvan inmediatamente a los 101 rehenes que hace más de 400 días que están cautivos en los túneles de la muerte de Hamás, que se refloten los “Acuerdos de Abraham” para sembrar diálogo y recoger paz y progreso en la región y que estos enemigos de la democracia y el pluralismo sepan que esta vez nadie se quedará quieto observando los crímenes de lesa humanidad. Esta vez no habrá impunidad para las noches de los cristales rotos ni para ningún pogrom o persecución y mucho menos para el día de holocausto del 7 de octubre. Esta vez, el que las hace, las paga. Como decimos en Argentina: Nunca más. Juicio universal, castigo y condena a los culpables. Nunca más es ahora.
Nunca más es ahora.