Israel

Con Ilanit Noah, voluntaria en Sheba, ejemplo de la grandeza del pueblo de Israel

El horror del 7 de octubre dejó marcas indelebles en Israel y su gente. Al mismo tiempo, precisamente por la magnitud del sufrimiento, expuso con especial fuerza una característica muy propia de la sociedad israelí: el voluntariado. 

Son innumerables los ejemplos de las iniciativas que surgieron por doquier desde todo el país: para apoyar a los soldados llamados al frente, a las familias evacuadas de sus casas atacadas por los terroristas, a los heridos que eran ingresados a los hospitales, a los hogares de agricultores que se quedaban sin manos para trabajar en sus campos porque los hombres habían sido reclutados. El pueblo de Israel en su más hermosa expresión.

Tuvimos el privilegio de hablar con una de esas voluntarias, Ilanit Noah (56) que hasta se sorprendió cuando se enteró que deseábamos entrevistarla, por la naturalidad con que veía su disposición a hacer lo que estaba haciendo como voluntaria en el centro médico Sheba-Tel Hashomer.

Debemos señalar que llegamos a ella a través de una persona muy querida. Tal Machluf, coordinadora en la organización Media Central que presta servicios a la prensa extranjera en Israel y también halla tiempo para acompañar a familias de secuestrados, de víctimas del 7 de octubre, y de soldados internados. 

Ilanit trabaja en la educación. Y su voluntariado, es una de sus mejores clases.

“Desde el principio de la guerra comencé un proyecto para visitar a los heridos y desde entonces lo hacemos con todo el corazón, de forma totalmente voluntaria. Les distribuimos mucha comida, y más allá de todo el voluntariado, también ayudamos a las madres y  distribuimos regalos a través de donantes, ya sean teléfonos, ropa, lo que sea necesario”, nos cuenta. Va a Sheba los martes y los viernes al mediodía. “Ayudamos en todo lo que podemos”, nos cuenta. 

Hemos visto en acción a voluntarios en distintas oportunidades. Y siempre dan la sensación de que esa es su vida toda. Pero no, es un agregado a sus propios desafíos diarios, para ayudar a otros. Por eso, sabiendo que la energía de Ilanit no puede esconder la dificultad que ella, como todos los israelíes, debe haber tenido para lidiar con el 7 de octubre y lo que significó, le preguntamos cómo le afectó la guerra.

“La guerra me afectó de muchas maneras: toda la situación de seguridad, toda la situación económica, toda la situación que veía en la televisión como todos, fue muy difícil. Un día fui a visitar  a un amigo a un hospital y finalmente llegué a los heridos en Sheba. Empecé a ir a visitarlos, a ofrecer ayuda, y aquí estoy”. 

Lo de “ayuda” tiene una dimensión que va mucho más allá de traer comida que les guste, que quizás sea distinta de la que reciben en el hospital. Ella y otros voluntarios les organiza barbacoas, eventos con música y DJ, todo pensando en cómo alegrar a quienes arriesgaron su vida en el frente y tuvieron la “suerte” de salir “solamente” heridos. 

No lo hace sola. Su energía contagiosa y su capacidad de organización, así como la de otros como ella, llevó a que hoy sean ya 400 voluntarios. Claro que no todos llegan el mismo día. Puede haber un día con 30 y otros con 20. Fue tal el esfuerzo que hicieron también antes de las fiestas, que para Rosh Hashaná, año nuevo judío, meses atrás, logró recaudar donaciones suficiente para distribuir tarjetas de regalo a los soldados internados por un monto de 500 shekels (unos 140 dólares) tanto en el Sheba como en el hospital Ichilov.

Los donantes son tanto israelíes como del exterior y los propios voluntarios aportan lo que pueden. Claro que al prolongarse tanto la guerra, la situación resulta desgastante y no todos pueden seguir al mismo ritmo.

 

Ilanit viene de un hogar tradicionalista del que ella siente que aprendió los valores que la impulsaron a actuar tal como lo está haciendo desde el comienzo de la guerra. 

Le preguntamos qué aprendió del pueblo de Israel desde el 7 de octubre. No duda ni un segundo. “Aprendí del pueblo de Israel que todos somos un solo corazón, hemos llegado a un punto en que en el país, uno ya necesita del otro. No es que no hay problemas, claro que no, no soy ingenua, pero yo siento más solidaridad en las calles, mayor amabilidad en la carretera y en la fila del supermercado”, responde. “Sé que no todo lo sienten así, pero esta es sin duda mi propia experiencia”.

Ilanit vive en la ciudad de Ramat Gan, aledaña a Tel Aviv. Está casada y tiene una hija. Pero tiene claro que la amenaza de los enemigos es sobre todo el país. “El 7 de octubre nos dejó a todos con una sensación de estar expuestos al peligro, no es que fuera la primera vez, claro, ha habido atentados terroristas pero esto fue otra cosa”.

Siente que la gente quedó muy sensible, que cada ruido hace saltar y temer, que uno está mucho más sensible. En la escuela en la que trabaja, sintió durante meses que nadie dejaba que sus niños salgan solos, y siempre había alguien que los iba a buscar. Y al mismo tiempo, recalca: “La vida sigue adelante, la  gente no se rinde”.

Claro que eso queda manchado por las historias personales de sufrimiento que ha conocido personalmente en Sheba. Como un hombre que vivía en una de las comunidades del sur, cuya esposa y su hijo fueron asesinados, y él mismo fue internado por haber perdido sus piernas. “Ya fue liberado y ahora está en un kibutz en el norte”.

Nos preguntamos cómo es la relación personal con los soldados heridos internados, estimando que no a todos les es fácil hablar y contar lo que vivieron. “Tenemos muy buena conexión con ellos. Nos acercamos con cuidado, sin imponerles nada. Preguntamos  cómo están,  si necesitan algo, nos sentamos con ellos, hablamos con ellos, nos cuentan qué les sucedió y qué necesitan. Y se emocionan mucho por las iniciativas de ayuda a su alrededor”.

Ilanit nos cuenta de un docente, profesor de secundaria como ella, que ayuda mucho, tiene todas las semanas , toma la talla de calzado de los heridos, averigua qué tipo de calzado precisan, traer algunos pares cada semana, y también dona ropa.

Ella habla, cuenta, y sentimos que se siente privilegiada de poder ayudar. Pero también de conocer de cerca a estos jóvenes que arriesgaron sus vidas para proteger al país y su gente. Y muchos de ellos, al salir del hospital, a veces habiendo sufrido lesiones que dejan secuelas para siempre, dan conferencias en distintos marcos sobre cómo continúan sus vidas, cómo siguen adelante. “Son historias inspiradoras. Y a través de estos jóvenes, veo la grandeza del pueblo de Israel”.

Ana Jerozolimski
(06 Mayo 2025 , 12:39)

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