¿Son Lindos Tus Hijos? - La Forma Amable de Educar - El Shabat Pudo Más - Rabí Shimón Bar Iojai
No. 307
Horario de velas en Montevideo
16 de mayo 17.31
Emor
¿TUS HIJOS SON LINDOS?
Por Elisha Greenbaum
Una vez le comenté a mi abuela que, según mi experiencia, todas las madres piensan que sus hijos son lindos.
"No es cierto", fue su respuesta inmediata, "si los míos no lo fueran, lo habría sabido".
Supongo que tenía razón.
La pregunta es: ¿seguirían amando los padres a sus hijos si no pensaran que son inteligentes, lindos y talentosos?
Todos decimos que amamos a nuestros hijos por lo que son, independientemente de sus logros o de lo inteligentes que sean. Sin embargo, hay que admitir que es más fácil sentirse orgulloso de ellos cuando están en el escenario recibiendo un premio que cuando llaman de la dirección para charlar sobre su comportamiento.
Personalmente, no puedo evitarlo. Cuando oigo a mis hijos conspirar para limpiar sus habitaciones "como una sorpresa para mamá", o cuando los veo practicar voluntariamente una nueva habilidad o aprender algo de la Torá de memoria, automáticamente siento más cariño.
Pero ojalá no fuera así.
No es exactamente una falla moral de mi parte, pero si realmente quiero ser un buen padre o madre, debo trabajar en mis defectos y sentimientos para demostrar el mismo amor durante sus ocasionales episodios de mal comportamiento.
En la parashá de Emor, leemos descripciones de todas las festividades y sus observancias únicas. En Pésaj, comemos matzá y evitamos el jametz. En Rosh Hashaná, tocamos el shofar. Una semana después, en Yom Kipur, ayunamos. A esto le sigue Sucot, que se celebra sacudiendo el lulav y el etrog y viviendo en una sucá.
Sin embargo, la festividad que comúnmente llamamos Shavuot se menciona simplemente en la Torá como Atzeret, "el día de descanso".
El Rabino Levi Yitzjak de Berditchev justifica el título, bastante aburrido, señalando que Shavuot no tiene una mitzvá única y que descansar del trabajo y observar las leyes de Yom Tov es, en realidad, la forma en que lo celebramos.
El Rebe una vez discutió este concepto y cuestionó por qué Shavuot no tiene sus propias mitzvot. Uno pensaría que el día en que D-os nos eligió como su pueblo y nos dio su Torá estaría marcado con alguna forma distintiva de conmemoración. Claro, hemos desarrollado la costumbre de comer tarta de queso y helado, pero eso no es bíblico.
El Rebe explicó que nuestra relación con D-os se expresa mejor en Shavuot, la festividad sin mitzvot. D-os nos eligió como su pueblo no por lo que hacemos, sino por quienes somos. Él nos quiso. No necesitábamos ofrecer nada en particular para iniciar la relación, y no tenemos que hacer nada especial para merecer su amor.
Despojados de sus fundamentos, incluso cuando no hacemos nada, incluso cuando simplemente descansamos, seguimos siendo el pueblo que D-os quiere. Él nos da su regalo de la Torá como expresión de su amor infinito y absoluto.
Somos Su pueblo y Él es nuestro D-os. Él nos ama, nos eligió y seguirá creyendo en nosotros por siempre.
LA FORMA AMABLE DE EDUCAR
"D-os le habló a Moisés, diciendo, “Habla con Aarón”" (Vaikra 21:16-17)
La Torá usa principalmente dos palabras hebreas para “hablar”. La primera (dibur) está reservada para “palabras duras”, una transmisión directa y precisa del mensaje. La segunda (amirá) son “palabras suaves”, es decir, la adaptación del mensaje para quien lo recibe de forma tal que asegure que sea realmente recibido y se entienda claramente.
La primera parte de esta sección de la Torá, que contiene las leyes referentes a la obligación de los sacerdotes de educar a sus hijos en las responsabilidades del sacerdocio, está expresada exclusivamente con “palabras suaves”. Sólo cuando D-os vuelve a las otras leyes que conciernen a los sacerdotes vuelve a usar nuevamente las “palabras duras.”
Esto nos enseña que debemos educar principalmente con “palabras suaves”. Para ser efectivos, los educadores deben familiarizarse completamente con sus alumnos y adaptar su forma de transmitir de acuerdo a ellos.
La orden de D-os sobre cómo deben los sacerdotes educar a sus hijos se aplica a todos nosotros. Siempre que vemos en alguien un comportamiento o actitud que necesita inspiración o corrección, estamos siendo puestos en ese momento por la providencia Divina en el rol de educadores. En todos estos casos, debemos recordar la instrucción de D-os de usar exclusivamente “palabras suaves.”
Likutei Sijot, vol. 27, págs. 158-159; Hitvaaduiot 5742, vol. 3, págs. 1421-1424.
Levítico (Vaikrá) 21:1 – 24:23
La octava sección del libro de Levítico abre con D-os indicándole a Moisés que les diga (Emor en Hebreo) a los sacerdotes mayores que eduquen a los sacerdotes jóvenes respecto de las leyes del sacerdocio. D-os le enseña dichas leyes a Moisés y luego le enseña las leyes relativas al ciclo de las festividades en el año judío.
EL SHABAT PUDO MÁS
Por Rafael Ben Zijri
Nací en Safro, Marruecos dónde asistí a la Ieshivá hasta los 16 años... Por entonces tuve que aprender una profesión. Fui a la ciudad de Fez dónde había más opciones. Decidí convertirme en dibujante y me anoté en una escuela profesional.
Cuando estalló la Segunda Guerra se puso muy difícil encontrar empleo - sobre todo en mi profesión, y más aún como judío. Las personas aceptaban cualquier trabajo.
Un día, solicité trabajo en una fábrica de muebles y otros artículos para el gobierno. La planta pertenecía a Francia y los obreros eran árabes y judíos. Era tiempo de guerra, y la industria permanecía abierta los siete días de la semana.
Antes de entrar, juré a mí mismo que nunca profanaría el Shabat. Me presenté al supervisor, y después de una corta entrevista, fui contratado.
Durante una semana entera trabajé muy diligentemente, recibiendo alabanzas por ello. Pero se acercaba Shabat y no había resuelto el problema.
En la mañana de Shabat, mis pies se dirigieron a la fábrica. Estaba determinado a no hacer ningún trabajo prohibido, aunque me despidieran. Agradecí a D-os por cada momento que pasaba sin que el supervisor que lo notara. Cuando se acercaba, yo pretendía estar resolviendo una ecuación, pero podría asegurar que él sabía la verdad. No dije nada, y él continuó con sus rondas. Respiré aliviado. Mi primer Shabat había pasado en paz.
La segunda semana pasó como la primera. Trabajé diligentemente, pero mi mente estaba en otra parte. Qué pasaría el próximo Shabat.
De nuevo me encontré en la misma situación. Estaba de pie en mi lugar de trabajo, pero no toqué nada de la madera o maquinaria. Desgraciadamente, ese día el supervisor se presentó temprano. Era evidente que me estaba controlando.
Mi corazón empezó a golpear. "¿Por qué no está trabajando?" preguntó. No contesté, y él repitió la pregunta. Después agregó: "Si no empieza a trabajar, tendrá que encontrar un trabajo entre los judíos..."
Después de unos minutos el supervisor volvió, pero ya no estaba solo. ¡Caminaba junto al gerente de la fábrica! Mi cuerpo entero empezó a temblar como nunca antes lo había hecho.
El gerente me era familiar, pero no estaba muy seguro. El gerente me miró de la cabeza a los pies antes de susurrar algo al supervisor. La única palabra que pude oír fue "dibujante."
Todos sabían que el dibujante de la planta había dejado su puesto. A la fábrica le faltaba un proyectista de jornada completa. Nunca se me había ocurrido solicitar el puesto, pues era demasiado tímido.
De repente, el gerente dijo: - "No estoy equivocado, yo firmé su diploma".
En ese momento comprendí. - "Sí" contesté.
- "Ven a mi oficina mañana," dijo.
Al otro día empecé mi carrera como dibujante oficial de la planta. Estaba encantado por la promoción inesperada, pero preocupado por cuidar el Shabat.
Llegó Shabat. Decidí tomar la iniciativa. Fui a la oficina del gerente y anuncié, - "No trabajo los sábados". Empalideció. No dijo nada y asintió ligeramente.
Trabajé allí durante muchos años. Pero nunca crucé ese umbral en Shabat.
Una vez, en un momento de candor, el gerente me confió: "Debes saber que nunca me ganaron en una discusión. Eres la primera persona que tuvo éxito, y consiguió que cediera. Un pequeño judío, consiguió lo mejor de mí…"
RABÍ SHIMÓN BAR IOJAI
Rabí Shimón bar Iojai fue uno de los más grandes Sabios de su generación, la generación del Talmud. Fue un alumno de Rabí Akiva y vivió en Eretz Israel en la época siguiente a la de la destrucción del Beit Hamikdash –el segundo Gran Templo de Jerusalén- cuando los romanos dominaban la Tierra Santa. También fue el autor del libro "Zohar", base de la Cábala y contenedor de las enseñanzas más profundas de la Torá.
Durante la época de Rabí Shimón Bar Iojai los romanos emitieron graves decretos contra la población judía. Entre ellos, prohibieron terminantemente el estudio de la Torá. Rabí Shimón, no obstante, no se amilanó ante las posibles graves consecuencias, y solía criticar públicamente la actitud romana.
El invasor, al recibir información acerca de la conducta de Rabí Shimón, lo condenó a muerte. Cuando Rabí Shimón se enteró de ello, tomó a su hijo, Rabí Elazar y huyó con él a una cueva lejana. Milagrosamente, surgió en ella un arroyo de aguas cristalinas y puras, y junto a ella creció un árbol de algarrobo, elementos con los que saciaron su hambre y su sed.
Durante trece años permanecieron padre e hijo ocultos en la cueva, y allí dedicaron todo su tiempo al estudio de la Torá, hasta que recibieron la noticia de que el Cesar romano había muerto y el peligro había desaparecido.
Antes de morir, Rabí Shimón, enseñó los mayores secretos de la Torá, dijo a sus discípulos que era éste un día de alegría, y pidió que fuera celebrado así año tras año.
En el presente, en el día de "Lag Baomer" miles de judíos fluyen a Meron (Israel), lugar donde se encuentra su tumba, y allí cantan, bailan y se alegran, y también encienden fogatas enormes en su recuerdo. En otros lugares los niños se reúnen de a miles y desfilan con carteles y carrozas alusivas, fomentando el amor entre los judíos y la dedicación a sus milenarios valores espirituales.
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Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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