Nadia , esposa del icónico espía israelí Eli Cohen, revela los desafíos de criar a sus hijos sola mientras su esposo cumplía peligrosas misiones secretas en Siria. A 60 años de su muerte, comparte su dolor, enojo y el legado heroico de Eli para Israel.
Nadia Majald llegó a Israel con su familia de jovencita, proveniente de Irak. Tenía muchos sueños, feliz de vivir en el Estado judío, aunque la situación no era fácil en los primeros años de independencia, menos que menos habiendo venido de una situación de muy buen pasar, dejando todo en su país natal. Los sueños se acrecentaron cuando conoció a Eli Cohen, 11 años mayor que ella, que la impactó de inmediato. Lo último que podía imaginar era que la felicidad que la embargó al contraer matrimonio con él, terminaría tan distinto de todos sus planes, que Eli se convertiría poco después en Kamal Amin Thabet, un empresario patriota sirio, que era en realidad el gran espía israelí en Damasco, proporcionando información clave para la defensa de Israel, y que terminaría en la horca el 18 de mayo de 1965 en Damasco.
Esta semana se cumplen 60 años de la muerte de Eli Cohen. Nadia lo lleva siempre consigo, así como también a su enojo con el jefe del Mossad de aquel entonces, que en su opinión, le ordenó volver a Siria a pesar de saber que ya sospechaban de él y que todo terminaría en tragedia. Y así fue.
Esta es su historia.
P: Nadia, el mundo todo se expuso a la historia de Eli Cohen por la serie transmitida en Netflix “El Espía”. Pero usted, como su esposa, carga con esta tragedia desde siempre. La vive desde hace decenas de años.
R: Así es. Yo vivo esto hace décadas, con mucho dolor. El primer desafío fue criar a mis hijos sola porque Eli venía cada medio año. A veces cada 7 meses. O sea que se fue cuando yo tenía 24 años, con una bebé de 4 meses que no lo conocía. Cuando ella cumplió un año, él vino, le festejamos el cumpleaños, yo quedé nuevamente embarazada y él se fue de nuevo. Vino para el parto. Y así todo el tiempo, con tres niños, criándolos sola, sin una unión de matrimonio, sin una dinámica de los niños con su padre. Lo que hacía lo comprometía plenamente con el Mossad o con el Estado de Israel. Yo pensé que sería por un tiempo más corto, no por tantos años. Y claro que no pensé que terminaría así.

P: Y eso determinó su vida…
R: Claro. Esa situación me cambió. Fue muy difícil no pasar juntos un shabat, una fiesta…
P: Esa fue la primera dificultad, mucho antes del trágico final.
R: Por supuesto. Y fue desde el comienzo de nuestro matrimonio. A la soledad se agregaba el hecho que yo no podía hablar, no podía contar, no podía decir nada a nadie, no podía decir lo que hacía ni para quién. Después de un tiempo, más o menos a la mitad de su estadía afuera, supe de qué se trataba, pero tenía que mantener la calma. Oír y no contar, ver y no decir.
P: ¿Por cuánto tiempo pensaba que se iría?
R: Eli me dijo que sería por 5 años. Había firmado por 5 años. Y yo lo veía en casa preparándose para su misión en Siria y sentía un desgaste muy fuerte, desesperación, tristeza.
P: Y cuando él no estaba ¿se agregaba el peso de pensar que él podía estar corriendo peligro? ¿O no lo sabía?
P: Claro que pensaba también en eso. Pero fue más evidente cerca del final, porque la mayor parte del tiempo él estaba muy feliz, sentía que iba muy bien con él lo que estaba haciendo, que está aportando a la defensa de Israel. Era muy sionista en su alma, amaba mucho al país y el pueblo.
P: ¿Y a usted le ayudaba en algo saber que él estaba aportando a la seguridad nacional? ¿O eso no podía aliviar nada la vida diaria?
R: No, a nivel personal eso no ayudaba nada. Criaba a los niños sola, pasaba los embarazos sola. No tenía ninguna ayuda, nada. Lo que me permitió seguir y resistir toda esa dificultad, era ver la luz al final del túnel. Creer que falta poco para que se termine.

P: Y cuando él venía ¿trataba de convencerlo que se quede? ¿Estaba enojada con él?
R: No, no estaba enojada. Yo sabía que era un capítulo que iba a terminar. ¿Y qué habría ganado con enojarme? ¿Acaso iba a irme con mis hijos y dejarlo? ¿Cómo habría podido él seguir cumpliendo su misión pensando que ya no tiene familia? Y yo estaba demasiado cansada para sentirme orgullosa. Todo fue como una bomba de 50 toneladas que me cayó encima. Y sus partículas siguen dando vueltas por mi cuerpo. Y en mis hijos. Algo murió en mí. Sonrío, hablo, pero eso no significa nada.
P:¿Cuándo fue la última vez que Eli estuvo en casa?
R: En setiembre de 1964.
P: Unos 9 meses antes de morir en Siria, en la horca.
R: Así es. Y él vio que yo no estaba feliz sino cansada, desesperada, descreída. Quiso alentarme y asegurarme que esa vez, al irse, sería la última. Me preguntó si quiero que divida el tiempo que le quedaba en dos partes, que no venga a los 6 ó 7 meses sino antes, que vuelva y luego por última vez por 3 meses más. Le dije que no, que termine con eso del todo y vuelva ya. Unas horas más tarde vino a casa y parecía muerto. No volvió nunca más a la conversación de la mañana, no volvió a su optimismo, volvió con la cabeza baja.
P: ¿Le explicó algo, por qué lo decía?
R: Dijo que había rumores que lo habían delatado, que habían colgado a 2 carceleros árabes que habían espiado a favor de Estados Unidos y que ellos habían “cantado” y contado.
P: ¿Ellos sabían que él era un espía?
R: Sí. Y lo esperaron. El Mossad lo sabía, pero igual lo mandaron de vuelta.Y pasó el infierno. En Siria le arrancaron las uñas, lo torturaron con golpes eléctricos. Y yo lo veo frente a mis ojos, muerto. Y estaba sola, con una hija de 4 años, otra de 2 y un bebé de 3 semanas.
P: ¿Quién le avisó?
R: Vinieron del Mossad. Vinieron el jefe del Mossad Meir Amit, su número 2 Yoske Yariv y Shimon Someh. Se tendría que haber hecho algo con Meir Amit por su craso error, que lo mandó a Eli de vuelta aunque ya sabía que podía morir. Meir Amit murió hace tiempo, pero sin recibir el castigo que merecía por lo que hizo con Eli. Hubo varios de sus sucesores que no valían nada. Eso ocurrió a mi criterio hasta Efraim Halevy, una gran personalidad que admiro y quiero mucho. Efraim Halevy, Meir Dagan, Tamir Pardo, todos los últimos, eran otro nivel totalmente. Con ellos abrí mi corazón, podía hablar.
No sabía que era espía, pero tenía sospechas
P: ¿Usted sabía desde el principio qué es lo que Eli iba a hacer?
R: No, no desde el principio. En la mitad de la misión aproximadamente entendí que estaba en un país árabe cercano, pero no estaba todo claro.
P: Y antes…¿qué pensaba?
R: Al principio me dijo que compraba elementos de armas para mejorarlos . Y que estaba en Europa. Pero con el tiempo, cuando Eli ya era realmente Kamal Amin Thabet, entendí. No se podía cerrar los ojos y tapar los oídos.
P: ¿A qué se refiere? ¿Qué es lo que vio?
R: Me di cuenta que hablaba en dialecto sirio en árabe, no el dialecto egipcio con el que nació y creció.
P: ¿En casa hablaban árabe?
R: No, pero él hablaba con su madre. Y yo oí que su madre le dijo, riendo, qué le está pasando que ella le habla en egipcio y él le contesta en sirio.
P: ¿Y usted le preguntó qué significaba eso?
R: Claro, le dije, pero él siempre tenía cómo salir de un embrollo. Pero hubo también otras cosas. Cuando Eli estaba en casa, venía alguien, golpeaba la puerta y me decía “no lo abra, entrégueselo a Eli”. Pero claro que yo lo empecé a abrir. Adentro había una hoja vacía .En árabe decía “Escuela profesional en Damasco”. En árabe, no en hebreo. Yo lo pude leer. Cuando llegó se lo di y le dije que mire lo que estaba escrito arriba, pero él siempre sabía salir de toda situación.
P: ¿Cómo es que unos años después de su partida usted supo la verdad?
R: Él nunca me lo dijo explícitamente. Le pregunté directamente: “Eli ¿quién eres?”. Es que entendía que había algo raro, algo no me cerraba. Se puso blanco como un papel. Se quedó callado. Sentí la pesadez en su corazón, que él también quería estar en casa, con los niños. Yo veía cómo los trataba cuando venía. Sentía que los olfateaba, como queriendo llevarse con él su aroma. Un día me dijo “¿Qué piensas? ¿Qué yo no sufro? Sufro. Corro detrás de madres con cochecitos de bebés, les pregunto qué edad tienen, sabiendo cuánto tiene Sophie, cuánto tiene Irit y cómo se ve”. Imagínate lo que eso hacía en mi corazón.
P: ¿Nunca llegó a contarle explícitamente la verdad?
R: No, en ningún momento me dijo “Nadia, soy espía en Siria”, pero las señales se iban multiplicando. Y yo entendí sola. Y cuando vinieron a decirme que lo capturaron, yo dije : “En Siria ¿verdad? ¿Cuán alto logró llegar?”.Y me contestaron: “Muy profundo”.
P: Lo cual le confirmó lo bueno que era.
R: Exacto. No es que yo me había dicho “es un espía”, pero sí había entendido que estaba en un país árabe.
P: ¿Y al final usted ya pensaba que no volvería?
R: Sabía que no volvería. Tenía la esperanza, pero después de la última partida, sentí que no volvía. Por eso ambos estábamos como en duelo. Ambos sentíamos que nos separábamos, que no nos volveríamos a ver. Parecíamos dos muertos caminando por la casa sin hablar. No es que él me dijo nada explícito, pero tenía los ojos rojos. Sé que lloraba en las habitaciones. Se encerraba en el baño y lloraba.
La vida continuó
P: Ineludiblemente, la vida tuvo que continuar también después de la muerte de su esposo. ¿Logra disfrutar de sus hijos y nietos?
R: Sí, me dan muchas satisfacciones.
P: Siento que hay un “pero” de fondo….¿Siempre hay una sombra?
R: Sí, una sombra muy grande, precisamente cuando hay alguna alegría familiar. Me dediqué mucho a perpetuar la memoria de Eli. Para el pueblo, Eli salvó a Israel. El pueblo lo ama, lo aprecia. Yo frecuento el movimiento sionista religioso y sé que para ellos, Eli fue como los Macabeos, una figura para admirar. Y sé cómo se aprecia a Eli en tantos círculos. Por todos lados me dicen que fue un ejemplo inspirador, jóvenes que se enrolan me cuentan que leyeron el libro sobre él. Y claro que todo eso me alegra, pero la verdad, cuando vuelvo a casa, siento que las paredes me tragan.
P: Su enojo con el Mossad de entonces ¿afectó en algo su amor por Israel?
R: En absoluto. Tengo clarísima la distinción entre ambas cosas. Hubo allí en aquel momento un jefe que merecía ser castigado. Hoy es muy distinto, lo sé, porque hace años que conozco a todos los últimos jefes del Mossad, gente responsable y de gran valor. Y claro que sigo amando mucho al país. Israel es mi país. También el de mis hijos. Somos sionistas, no tenemos otro lugar.
P: ¿Siente que hoy es otra cosa, que se actúa con mucha responsabilidad?
R: Yo creo que ya no hay comportamientos como lo que hubo con Eli. Creo que se aprendió la lección. Y si hay peligro, se reacciona de otra forma. Y el hecho es que hasta ahora se enseña sobre Eli en el Mossad. Se enseña a los nuevos agentes, para bien y para mal, aciertos y errores. Allí Eli sigue vivo hasta ahora.
P: Nadia ¿quisiera decir algo más en memoria de Eli?
R: Por supuesto. Tengo mucho para decir. Estoy aquí hablando contigo y siento sus ojos frente a mí. Lo recuerdo cuando estaba feliz y cuando estaba triste. Cuando veo sus imágenes en su juicio en Damasco y antes de ser llevado a la horca, es difícil, pero siempre estará en nuestros corazones, de mis hijos y mío. Y para el pueblo, siempre será un héroe. Amaba al pueblo y al país.