Por Mauricio Bergstein
Este año, en el curso "Aproximaciones al Holocausto" brindado por la Universidad Cátolica del Uruguay, se debatió un tópico cargado de significación. La presentación de Rita Vinocur -nuestra conferencista invitada para rememorar la odisea que atravesó su madre, la inolvidable Ana Benkel de Vinocur, para sobrevivir al horror y convertirse en sobreviviente emblemática- contó con la activa participación de los estudiantes.

El tema en cuestión: la peripecia del hijo del sobreviviente. Más especiíicamente: si la tragedia de la Shoa se transmitía a través de las generaciones o, por el contrario, si aquella tragedia, constituía una "cápsula hermética" que no podía transmitirse a través de la genealogía. En otras palabras: la Shoá, ¿traspasa de alguna manera la barrera generacional? ¿Puede un hijo o hija de un sobreviviente vivenciar el infierno que le tocó sobrellevar a sus progenitores?
Nadie mejor preparado que Rita para exponer sobre el tema y narrar las extraordinarias vicisitudes que superó Ana, dotada de una fuerza de voluntad y amor a la vida verdaderamente extraordinarios, para salvarse y alcanzar las remotas costas del Río de la Plata.
Como señaló la estudiante de UCU Federica Hernández, citando a la psicoanalista Nadine Fresco, "los hijos de los sobrevivientes no heredaron palabras, heredaron huecos", y esos huecos - sostiene Hernández- se traducen en heridas psíquicas. La misma Ana Vinocur nos dice en "Volver a vivir después de Auschwitz", que durante muchos años no se atrevió a hablar con sus hijos del infierno del que venía. No transmitió palabras, pero transmitió silencios que sus hijos internalizaron e hicieron propios.
Esas constelaciones de silencios y vacíos, son los que según Hernández, terminan por configurar la posmemoria, término acuñado por Marianne Hirsch. La posmemoria vendría a ser la herencia emocional de un suceso no vivido, que sin embargo conforma la identidad del hijo o hija del sobreviviente, dice Hernández con lucidez.
Por supuesto que Rita es la prueba -viviente e irrefutable- de la posmemoria y de la transmisión intergeneracional. Durante todos estos años ha llevado a cabo una tarea imposible: "llenar" los huecos de silencio que la Shoá arroja sobre los hijos de los sobrevivientes.
Como manifestara la propia Rita en otra oportunidad, también ante un grupo de estudiantes de la UCU: "como hija de sobreviviente, no te escapas (de la Shoá) ni aunque quieras". Y como también dijimos en aquel momento, Rita no aspira escapar a ese destino. Todo lo contrario. "Sus palabras eran el fiel reflejo de lo que fue Ana: sin odio, sin venganza, pero con justicia, con firmeza en los principios y valentía a la hora de recordarlo".