Entre despedidas, sepultura e inspiración
“Más que un recuerdo, una inspiración”, decía el título de la introducción al Izkor, la oración por nuestros seres queridos fallecidos, publicado por la Kehila, Comunidad Israelita del Uruguay, que tuvimos en nuestras manos este miércoles, Iom Kipur. “Cuando llegue el momento que seamos llamados por nuestro Creador ¿cuál será la prueba del valor de las vidas que hemos llevado?”, se preguntaba el Rabino Max Godet, autor del texto. Y respondía: “Todo se determinará según el grado en que hayamos inspirado a otras personas con nuestra guía. Por lo tanto, si bien Izkor, por supuesto, se trata del recuerdo y de la muerte, en realidad se trata mucho más de la vida”.
Eso es precisamente lo que sentimos al despedir al día siguiente, este jueves, a Gaby Fleiss, en la casa velatoria repleta de gente que la conoció y por lo tanto la quiso y admiró, y luego en el cementerio Israelita en La Paz. Lo primero era rendirle homenaje a Gaby, por lo que hizo en vida, por cómo era. No menos que eso, acompañar a su esposo Daniel, su compañero de toda la vida y papá de su hijo Uriel, a sus padres Luisa y Ricardo y su hermano Pablo, sus suegros Ana y Roberto y sus cuñados Tamy y Roi. Y sus amigas…ese hermoso grupo de compinches y compañeras de siempre que lloraban sin cesar, abrazadas, como sin poder creer que dentro del ataúd con el Magen David, estaba Gaby.
Allí estaban también todos los rabinos de la comunidad, emotiva manifestación de respeto y homenaje: el Rabino Daniel Dolinsky de la NCI –que fue quien realizó el servicio religioso-, los rabinos Eliezer y Mendy Shemtov de Jabad y el Rav Oved Avrech de Yavne. El Rav Max Godet de la Kehilá fue directo a La Paz.
“Acompañar a nuestros seres queridos a su lugar de descanso es una mitzvá importante, porque no tiene una contraprestación. No hay una devolución que ella pueda hacer por nosotros. Por eso tiene el absoluto desinterés”, explicó Dolinsky junto al féretro. Se leyó el Salmo 23 que, según explicó el rabino “nos recuerda que aunque pasemos por momentos de dolor y momentos de dificultad, seguiremos comprometidos con la vida”, agregando que “ese es nuestro primer homenaje a Gaby”.
Ese fue el punto central de todo lo que dijo el Rav Dolinsky a lo largo de las distintas etapas del funeral, que tratándose de Gaby, parecía lo único apropiado. Ya en la sala de hespedim en La Paz, antes de la tradicional “kriá”, el corte y desgarre de la prenda que visten los deudos, interpretó su sentido:”para que lo malo, la tristeza, quede en la ropa y en nosotros se imprima la esperanza de seguir el camino de la vida”. Aunque la costumbre, que aparece ya en la Biblia, es hacer la “kriá” en el cónyuge, padres, hijos y hermanos, en este caso se la extendió también a los suegros.
“Estamos acá todos reunidos para despedir físicamente a Gaby y yo me imagino que esto debe ser más que nada una celebración de la vida”, dijo el rav Dolinsky. “Yo me imagino cómo ella se lo imaginaría. Creo que muchas veces buscamos una palabra para definir a personas que se nos van. Podemos decir que Gaby es buena, que Gaby es inteligente, que Gaby es creativa, pero no encuentro UNA palabra porque Gaby era todo eso junto, todos los días”.
Y recordando implícitamente su singular personalidad, la fe que tenía en poder salir adelante y curarse, y en crear y hacer cosas buenas mientras pudiera, agregó: “Y creo que el único final que se imaginó, era el de los cuentos que escribía. No se imaginaba otro final, porque una de las virtudes de las personas de bien es luchar, creer. Y creo que ese es el legado más grande que Gaby nos deja. Creer. Creer que lo imposible puede ser posible si nosotros nos lo proponemos. Y que aunque alguien te diga que no hay más nada para hacer, vos creés que sí hay más cosas para hacer. Y de repente en nuestras vidas, que muchas veces nos damos por vencidos por cosas tan simples, sencillas y pequeñas, el paso de Gaby por este mundo es una enseñanza para todos nosotros, para descubrir que somos injustos cuando medimos la vida en tiempo porque deberíamos aprender a medirla en intensidad. En tiempo Gaby se nos fue muy pronto, pero en intensidad ¡ tremendo legado nos deja a todos nosotros!”.
Y aún junto al ataúd, pidió que cada uno de los presentes se lleve el mensaje central: “Creo que hoy no tiene que ser un día de tristeza. Tiene que ser un día en el que nuestra espiritualidad pueda agradecer por haber tenido el privilegio que tuvimos de compartir la vida con Gaby.Para todos nosotros, Gaby no fue algo indiferente, sino algo diferente para nosotros”. Y agregó: “Creo que tenemos que homenajearla en nuestras propias vidas, descubriendo cuánto vale cada día con nuestros seres queridos, descubriendo cuánto vale cada día pudiendo hacer lo que queremos y disfrutar de hacer lo que queremos. Ella escribió mucho. Ahora nosotros tenemos que escribir las páginas de un libro que ella nunca terminará de escribir, que son nuestras propias vidas. Creo yo que están entrelazadas con las de ella”.
Casi pudimos imaginar la sonrisa de Gaby cuando Dolinsky la fue a visitar días atrás para que pueda cumplir la mitzvá de escuchar el sonido del shofar en los Iamim Noraim. “Tuve la semana pasada el privilegio de intercambiar unas palabras con ella y me decía “¡Qué lindo! ¡Qué lindo!”. Era tocar el shofar pero más allá de eso, era un agradecimiento a la vida. Agradecemos sin saber qué nos pasará el próximo minuto, pero si uno es agradecido, está viviendo la mejor vida”.
Tras la lectura de unos Salmos a cargo de Jagay Alfassa, el Jazan de la NCI, y tras expresar el Rav Dolinsky la esperanza que “ojalá que muchas sonrisas de nuestra vida se las podamos dedicar a Gaby y que en muchos lindos momentos que la vida nos traerá, los podamos dedicar a ella, trayéndola a nuestro recuerdo”, Dolinsky exhortó a los presentes a acercarse al ataúd y pidió perdón en nombre de todos por si alguna vez se dijo o hizo algo que la ofendió o la hizo sentir mal.A ello agregó el perdón a Gaby por si ella hubiera querido disculparse por algo que cree que molestó al prójimo en su actitud “para que Gaby parta en paz”.
Luisa, la mamá de Gaby, preguntó a Dolinsky si pueden cantar algo junto al ataúd a lo cual él accedió, irrumpiendo ella y las amigas de Gaby en el dolido canto de la canción de “Bandanimal”, uno de los libros infantiles de su pluma. Y mientras ellas cantaban llorando, recordamos las historias que Gaby nos había contado sobre el proceso de escritura y su risa al confesar que tomaba a su adorado hijo Uriel como primer examinador, leyéndole los borradores también cuando aún no había dibujos en el libro. Y la imaginamos compartiendo cada paso con su familia y amigas del alma.
Luisa, la mamá, prefirió permanecer en la sala de hespedim y no participar en la sepultura misma, explicando que no podría soportar oír la tierra cayendo sobre el ataúd. Junto a la tumba, palabras de despedida, el Kadish, el Maale Rajamim, la participación de los presentes ayudando a cubrir el féretro con la tierra amontonada junto a sus bordes…y la imposibilidad de asociar todo eso a Gaby, que era símbolo de vida.
Que su memoria sea bendita.