Uno de mil ejemplos, con la jovencita israelí Nurit Shemesh
El voluntariado es uno de los nervios motores de la sociedad israelí. No sólo en épocas de emergencia, sino también en rutina de paz y días calmos. Un sinfín de organizaciones voluntarias cubre distintas necesidades de segmentos carenciados de la población o de sectores que por edad o enfermedad precisan ayuda.
Una de ellas es “MiDor LeDor” (De generación en generación), cuyo objetivo es entablar vínculos entre gente de la Tercera Edad y jóvenes, más que nada para que estos últimos acompañen a los mayores visitándolos una vez por semana o hablen con ellos por teléfono para mitigar la soledad. Es especialmente triste cuando eso se da inclusive en caso de gente que tiene familia, pero cuyos hijos o nietos viven todos lejos, o simplemente, no se molestan en ir.
Nurit Shemesh, de 22 años, una jovencita israelí del norte de Israel-cuya mamá Florita Gold es uruguaya- trabajó como voluntaria durante cuatro años en dicha organización. Y en los dos últimos meses, como funcionaria remunerada, está a cargo de uno de sus varios servicios, la central telefónica que se llama “Ezrá badérej”. Traducido del hebreo significa “Ayuda en camino”.
“Tenemos cientos de voluntarios que reciben los mensajes en el grupo de whatsapp de cada zona y según su disponibilidad acuden a la casa en la que pueden llegar. Puede ser en camino a los estudios o al trabajo, lo que puedan. La idea es atender necesidades inmediatas, sea cambiar una bombita de luz que se quemó o ir a comprar un remedio”, explica Nurit.
Y ahora, con la crisis por el virus Corona, todo se agravó. “En cinco días, desde que comenzó el cierre, tuvimos 450 pedidos de ayuda, un salto importante. Y es natural porque precisamente la gente mayor es la que más debe cuidarse y no puede salir de casa tampoco en caso que físicamente sea capaz de ello”.
En la situación actual, evidentemente, no se puede enviar voluntarios por el riesgo de que contagien a una persona de edad. La parte social del proyecto “MiDor LeDor” pasó toda al teléfono. Pero en la central telefónica los pedidos llegan igual y se incrementan cada día, y cada voluntario que puede responder combina por teléfono con la persona mayor, si precisa por ejemplo compras en el supermercado o la farmacia, dónde dejársela, y cómo hacer con el pago. Esos son detalles técnicos que se arreglan con facilidad.
“También recibimos muchas llamadas de gente que simplemente precisa atención, que se siente más sola aún en la situación actual y necesita hablar con alguien”, nos cuenta Nurit.
“Me emociona siempre ver que hay gente que está dispuesta a dar de su tiempo, llueve o truene, en el frío o el calor, para ayudar a otros. No piden nada a cambio, simplemente quieren dar una mano a gente desconocida, para aliviarles el diario vivir”.