Nota de opinión
Antes de su segundo encuentro en Washington con el Presidente de Estados Unidos Donald Trump, el Primer Ministro Biniamin Netanyahu formuló declaraciones categóricas sobre la guerra en Gaza.
“Estamos decididos a lograr nuestros objetivos en la guerra de Gaza: liberar a todos nuestros rehenes, eliminar la capacidad militar y gubernamental de Hamás y, por supuesto, garantizar que Gaza no constituya una amenaza para Israel”. Y agregó: “Esto significa que Hamás no existirá. Esto debe entenderse. No es algo que simplemente decimos, ni lo será. Implica una estrategia específica, que no detallaré aquí. Implica esfuerzos, algunos dolorosos y otros muy dolorosos para Hamás, pero el resultado final será la liberación de todos nuestros rehenes y la derrota y el desmantelamiento de Hamás. Gaza ya no constituirá una amenaza para Israel, y aún tenemos que terminar el trabajo”.
Como es sabido, se suele acusar al Primer Ministro Netanyahu de prolongar la guerra en Gaza por la presión de ministros de la derecha nacionalista que le advierten que si la termina, romperán la coalición. Evidentemente, este pensamiento no es descabellado, más que nada si recordamos declaraciones formuladas meses atrás por el ministro Itamar Ben Gvir vanagloriándose de que él había frustrado acuerdos con Hamas , aunque en su marco iban a ser liberados secuestrados del 7 de octubre.
Pero más allá de consideraciones políticas que es muy probable sean parte de los cálculos de Netanyahu, al ver el comportamiento de Hamas en el terreno se fortalece lo que estuvo claro desde el 7 de octubre del 2023, la convicción de que la organización terrorista debe ser destruida, tal cual lo describe, anuncia y vaticina el Primer Ministro.
Hamas no se comporta como una organización derrotada a pesar de los enormes golpes militares que recibió, intensifica sus ataques, vuelve a disparar cohetes hacia comunidades civiles israelíes-aunque por supuesto mucho menos que antes- y es evidente que numerosos terroristas se refugian en los túneles, donde aún tienen guardadas no pocas armas. También presentan exigencias en las negociaciones con Israel en Catar para, entre otras cosas, volver a controlar la ayuda humanitaria que siempre robó. Y el ejército israelí sostiene que está claro que tratan de reforzarse y reorganizar su estructura. Se ha avanzado considerablemente en la destrucción de sus bases terroristas, sobre la tierra y debajo de la misma, pero no se los ha eliminado totalmente y nada indica que Hamas esté por rendirse, por aceptar deponer las armas o renunciar al poder en Gaza.
E Israel no puede permitirse que esto continúe. Gaza no está a 2.000 kilómetros de distancia, sino a dos pasos del sur de Israel. Hamas debe ser destruido.
Claro que eso no significa que haya que continuar ahora con la guerra indefinidamente. Primero hay que recuperar a los secuestrados, y el hecho es que Netanyahu se ha manifestado claramente a favor de un alto el fuego. Pero debe estar claro que Israel tiene condiciones para el día después. Y que ese escenario no puede incluir a Hamas. A Hamas habrá que seguir combatiéndolo hasta que no sea una amenaza para Israel. No se puede permitir ni un peqeño recordatorio del 7 de octubre.