Cuando entrevistamos a la Directora de Educación en el Centro Rabin y hablamos por cierto sobre las divisiones internas y desgarres que se mantienen hasta hoy, nos cuenta que no logra traer al centro y el museo que allí funciona a escuelas y liceos del sector religioso no ultraortodoxo. Ciudadanos de ese sector de la población llegan por su cuenta por cierto, pero sus escuelas no los traen jamás.
Pero afortunadamente Nurit aclara que eso no significa que el público que cabe suponer en su gran mayoría se oponía al camino de Rabin, no se acerque. Y da el ejemplo puntual del proyecto conjunto entre el Centro Rabin y el Museo del Legado de Gush Katif,en recuerdo al desalojo de unos 8.000 ciudadanos israelíes de las comunidades judías que existían en dicha zona de la Franja de Gaza.
El nervio motor de ese lado, la derecha nacional, es el Rabino Kobi Borenstein (54), casado, padre de 7 hijos y 3 nietos, que se desempeña como Director de contenido del Museo, en el cual ve una misión. Fue docente en Neve Dkalim, la comunidad en la que él vivía desde que llegó al Gush en 1996. En el último año de vida en dicha zona antes del desalojo en el marco del programa conocido como “la desconexión” de Gaza, ordenado por el entonces Primer Ministro Ariel Sharon, el Rabino Kobi fue parte del cuartel de operaciones para combatir el plan, a cargo del esclarecimiento. Y luego del desalojo, suigió aportando a la población como parte del comité creado en pro de los habitantes evacuados.
El Centro de Legado de Gush Kati recibió reconocimiento oficial nacional .
Pero el Rav Kobi no está ocupado solamente mostrando lo que para la población del Gush fue trágico, al arrancárseles de sus hogares, sino también coordinando grupos de diálogo para el manejo de conflictos y conversaciones de paz. Entre los israelíes, entre israelíes y palestinos y hacia afuera.
Un privilegio poder conversar con él.
P: Rav Kobi ¿qué fuera para usted el asesinato de Rabin hace 25 años?
R: Para mí fue un terrible sacudón, un terremoto. Sentí que estábamos en un abismo sumamente y complejo al que no queríamos llegar, al que no pensamos que podemos llegar.El asesinato encendió un proyector que mostró cuál peligroso es cuando las discrepancias no tienen fronteras.
P: Vuestro desalojo de Gush Katif en el 2005, ordenado por Ariel Sharon, fue posterior al asesinato. Pero estimo que usted estaba del lado que en los tiempos de Rabin, se oponía al camino de Oslo.
R: Hay que tener claro que Rabin apoyaba a las comunidades judías en Gush Katif. Esa fue su postura hasta su último día. Pensaba que era el modelo correcto, un bloque entero de comunidades, no poblados aislados. No había mucho roce entre las comunidades y la población palestina.Rabin solía darlo de ejemplo.Claro que también había discrepancias, entre comunidades que existen por razones de seguridad y otras que son más que nada ideológicas. De todos modos, cuando fue el proceso de Oslo yo participé en las manifestaciones contra Rabin. Estaba seguro de que ese camino era un terrible error. Y lo sigo pensando.
P: Aún así encabeza grupos de diálogo con lo que uno podría llamar “el otro lado”. ¿Por qué? ¿Siente que no se aprendió suficientemente la lección?
R: Yo creo que cuando fue el desalojo de Gush Katif quedó en claro que sí se aprendió la lección, ya que escenas que se vieron en la protesta por Oslo, no se prepitieron igual en Gush Katif. Allí no hubo violencia.
P: ¿Cómo vivió usted el asesinato?
R: Como un trauma nacional. Recuerdo más que nada la gran confusión. Llevó tiempo entender lo que había ocurrido. Está claro que se había cometido un acto que iba mucho más allá de cualquier cosa que podríamos haber concebido. Y eso también nos llevó a varios dilemas. Por un lado, no podía aceptar el daño que cometió el asesino de Rabin. Y por otro, me preguntaba cómo se podría seguir protestando después del asesinato. El desafío era hallar la dosis correcta, cómo seguir manifestando las discrepancias de modo que no no se vea arrastrado al odio sino que logre fortalecer lo que tenemos en común.
P: Nada fácil…
R:Así es. Eran energías contradictorias.
P: ¿Cree que lo que une a los distintos sectores de la población supera a lo que separa?
R: En lo profundo, sí. Pero ahora estamos en procesos por los que las discrepancias parecen más fuertes. Aún así es una gran cosa que jóvenes que van a manifestar a Balfour, junto a la residencia del Primer Ministro, tomaron la iniciativa de venir al museo de Gush Katif.Y por lo menos una vez por semana hacemos un zoom de 4 ó 5 horas.Los grupos están en contacto todo el tiempo, también por el celular. Ahora también se han sumado algunos haredim, ultraortodoxos. No se esconde las diferencias, no se las desdibuja, pero no se permite que aumenten los desgarres sino que se busca poder hablar. Y esto es un microcosmos de muchas cosas que pasan en la sociedad israelí.
Ahora la sensación es difícil, no sé si más grave que antes, pero el liderazgo no se hace cargo de la responsabilidad y el esfuerzo de calmar las cosas. Pero nosotros seguimos. No es fácil. Pero no podemos renunciar.