El pueblo judío celebra la llegada del nuevo año 5782 y muchos colmarán las sinagogas en los días sagrados. Quienes en Montevideo lo hagan en la NCI, verán-y escucharán- allí a Jagay Alfassa, el Jazan de la comunidad. Detrás de su imponente voz y el sentimiento que transmite, hay una historia y pensamientos dignos de conocer.
P: Jagay, un gustazo estar al fin en contacto contigo para esta entrevista de la que hablamos hace ya mucho tiempo. Ineludiblemente, quiero comenzar con los días que se aproximan. P: ¿Qué significa para vos cuando llegan los Iamim Noraim, por el rol que desempeñás en la comunidad? ¿Cómo vivís esos días de Jag?
R: Creo que como para todo Jazán y Rab en el mundo, significan días de preparación espiritual personal y a la vez comunitaria, donde tenemos el desafío de conectarnos especialmente con mucha gente sin perder el foco de conectarnos con nosotros mismos y con el Creador. La expectativa de poder llegar a todos y que nadie se pierda de celebrar y vivenciar una oportunidad que tiene la capacidad de ser única cada año, por quienes logramos ser, por lo que logramos concretar, pero por sobre todo lo que proyectamos hacia adelante. El rol del Jazan y el Rab debe ser especialmente en estos días, el de inspirar y conectar a través de las plegarias y palabras de Torá el aquí y ahora con los que nos dejaron su legado y con los que vendrán a forjar el futuro de la comunidad.
Muchas de las melodías que resuenan en nuestros corazones, en nuestras almas son justamente de estos días. Cantamos plegarias con composiciones musicales y literarias muy conmovedoras tales como el “Avinu Malkenu”, “Kol Nidrei”, “Unetane Tokef” entre muchas otras. Allí es donde se ven las generaciones juntas palpitando el mismo momento. Donde los mayores se dejan llevar por aquellas interpretaciones que los transportan a su niñez, cuando eran ellos los más pequeños de su generación y los más jóvenes andan de aquí para allá entre notas de alegría, solemnidad y emoción renovando las energías de nuestra propia comunidad.
La intensidad y esfuerzo puestos en estos días son directamente proporcionales a la emoción y alegría que resultan de poder vivirlos al mil porciento, disfrutando de la dulce experiencia renovadora de poder ver los rostros de quienes eligen compartir en comunidad los Iamim Noraim año a año. Creo que como todo judío que vive la experiencia sinagogal en estos días, uno de los momentos más disfrutables y enérgicos es la Neilá, el final de Yom Kipur, la quinta plegaria que rezamos por única vez en el año y a costas de un ayuno, poniendo todo nuestro ser y llegando al final para cantar el “Hatikva” himno de Israel, una muestra del compromiso sionista con nuestra tierra ancestral, nuestras raíces, nuestra identidad y el futuro que queremos queremos construir juntos.
P: Hermoso. Y ahora, algo digamos más “básico” . ¿Cómo te presento? Decir “el jazan de la NCI” es sin duda algo que te identifica claramente, pero no es todo. ¿O te sentís bien presentado con ello?
R: En primera instancia me siento muy agradecido por la oportunidad, y contento de tener este contacto. A tu pregunta, sin dudas ser el Jazán de la NCI representa una gran parte de mi vida, como Jazán primeramente y de la NCI, ya que están asociados en mi vida y son parte de mi identidad. Aunque como todos en esta vida, llevamos títulos diferentes en los pequeños mundos donde nos movemos. En mi casa soy “Papá” y para muchos otros soy un nombre extraño en la sociedad difícil de pronunciar de primera, así que lo que mejor me representa hoy en mi vida podemos decir que es ser “el Jazán de la NCI”.
P: ¿Cómo llegaste a eso? ¿Uno sueña con ser jazán?
R: Si te dijera que desde que nací quise ser Jazán te estaría mintiendo, pero de alguna manera no estaba tan lejos. A los 5 años de edad yo escuchaba un CD de los tres tenores que se escuchaba en casa y quería cantar como Pavarotti. A su vez sabía que mi padre cantó en Jupot durante algunos años de su juventud, por lo que indirectamente el destino hacia la Jazanut me estaba llamando.
La música, el hebreo, el vincularme con la gente y la espiritualidad siempre fueron lugares cómodos y de disfrute para poder avanzar en mi vida, participando en coros escolares, exposiciones individuales a nivel escolar y liceal en diversos actos conmemorativos.
Cursé toda mi escolaridad en el Instituto Ariel Hebreo Uruguayo al cual recuerdo con muchísimo cariño. En casa de mis padres algo de hebreo también se hablaba como hasta el día de hoy y sumado a la Tnuá, el movimiento juveniel, eran mi conexión con Israel y el judaísmo.
Las comunidades y sinagogas para mí eran un mundo ajeno, mi contacto con las sinagogas eran las ceremonias de Bar y Bat Mitzvá de mis amigos y amigas, familiares, la propia y nada más. Recuerdo que unos días posteriores a celebrar mi Bar Mitzvá mi muy querido Moré y actual colega Rufo Winter con quien comparto la enorme satisfacción de preparar juntos a chicos y chicas para sus ceremonias de Bar y Bat Mitzvá, me comentó que veía condiciones en mí y me propuso hablar con Luis Cattan quien fuera Jazán de la NCI en ese momento, para comenzar a estudiar más sobre las tefilot y el mundo de la Jazanut. Debía pensarlo unos días, pero mi emoción y ansiedad hicieron que al otro día corriera con mi respuesta y así es que comienza mi compromiso y aventura de vida. De un momento a otro mi vida se enfocó, y canalizó lo que yo era y me identificaba más interiormente con la realidad que se me presentaba.

La “ficha” personal y la familia
P: Interesante cómo cada uno llega a elegir su camino. Vayamos al principio previo aún a esa elección. ¿Cuál sería tu “ficha”? O sea, dónde y cuándo naciste, ante todo.
R: Tengo 35 años, nací el 19 de enero de 1986 en Ashkelon, Israel. Mis primeros casi tres años de vida transcurrieron en el Kibutz Zikim, donde eligieron vivir mis padres al hacer aliá en el año 81’, junto a gran parte de su garín o kvutzá, su grupo, del Hashomer Hatzair.
P: ¿Cómo es la familia de la que venís?
R: Vengo de una familia tradicionalista laica, donde se nos educó con enormes valores humanos como el respeto y la humildad; y valores judaicos enmarcados en las tradiciones. Mis abuelos vinieron de lugares diferentes de Europa, Austria, Polonia, Bulgaria y Uruguay con ascendencia Rusa y Polaca. Soy sefaradí por mi padre y el suyo, pero tres de mis cuatro abuelos eran ashkenazíes por lo que en Rosh Hashaná no puede faltar el Guefülte Fish.
P: Combinando raíces pues…
R: Así es.Como conté anteriormente mis padres se casaron jóvenes e hicieron aliá, donde nací yo y un año y medio después mi hermano Ilan. La vida quiso que volvamos a vivir a Uruguay en el año 88’ y en el año 92’ nacía mi hermana más chica, Nicole.
P: ¿Y la familia que formaste?
R: Actualmente junto a mi esposa Sosé y nuestra hija Liara de cuatro años conformamos una familia donde los valores humanos y judaicos siguen prevaleciendo. Nos encanta abrir las puertas de nuestra casa para poder compartir con mucha gente querida momentos especiales, cosa que lastimosamente se ha tenido que pausar por la pandemia, pero con las esperanzas de poder continuar haciéndolo en un futuro cercano, conectándonos y vinculándonos, compartiendo y discutiendo, bendiciendo y acompañando.

¿Y antes?
P: ¿Qué hacías antes de ser el jazan de la NCI?
R: La verdad es que no tuve mucho tiempo antes de comenzar el camino de ser Jazán de la NCI, si bien en algún momento de mi vida se me pasó por la cabeza ser fisioterapeuta por mi gusto por la biología y el deseo de ayudar a quienes lo necesitaban, a raíz de ello en bachillerato seguí la orientación Biológico-Medicina. Sin embargo, mi vida no pasó ni cerca de la biología más que algún documental o lectura aislada confirmando así que se trataba de un interés y no una vocación, aunque el deseo de acompañar a la gente de alguna manera seguía intacto. Al término del liceo viví intermitentemente unos años en Buenos Aires para cursar la carrera de Jazanut en el Seminario Rabínico Marshall T. Meyer y al mismo tiempo estar cada fin de semana para compartir los shabatot, festividades y vida comunitaria en Montevideo. Posteriormente estudié diseño gráfico y web, trabajé en una editorial y abrí mi propia empresa de diseño siendo parte de lo que trabajo actualmente, por lo que mi foco ha sido en gran parte el área del arte, la creatividad y el vínculo con el otro en lo personal, institucional y empresarial.
En comunidad
P: ¿Cómo ha sido hasta ahora tu trayectoria comunitaria? ¿Comenzó con tu rol como jazán en la NCI o has tenido otros espacios de vida comunitaria?
R: Podría decir que mi vida comunitaria le fue dando forma a mi trayectoria comunitaria desde lo profesional. Fui janij en el movimiento juvenil Habonim Dror y principalmente en Jazit Hanoar donde fui Madrij(líder) algunos años mientras mi labor comunitaria y mis estudios me lo permitieron. Sin dudas mi rol como Jazán en la NCI me ha llevado a poder representar no solamente a la NCI en sí misma, sino a la comunidad judía uruguaya en varios momentos de mucha trascendencia. Activé en la renovación de los miembros de la nueva OSU formando parte de la directiva que acompañaba un cambio generacional, de nuevos proyectos y asumiendo nuevos desafíos para mejorar la experiencia de la comunidad judía uruguaya.
Entendamos, más allá del disfrute al escuchar
P: ¿Te parece que ser jazán es solo cantar bien o hay algo más?
R: Aquí hay varias cuestiones, por un lado lo que significa ser Jazán de una congregación, donde su sentido más puro parte del concepto de Baal Tefilá, es decir Maestro de Oración y Sheliaj Tzibur un enviado o representante de la congregación que tiene como función esencial liderar los servicios religiosos para posibilitar el cumplimiento del precepto de rezar a aquellos que no sabían hacerlo. El reconocido Rabino y teólogo Abraham Joshua Heschel escribió en “La vocación del Cantor”: “La misión del cantor es conducir a la oración; no está ante el arca (que contiene la Torá) como un artista aislado, ni como individuo, sino junto a la asamblea. Debe identificarse con la asamblea. Su misión es la de representar, y al mismo tiempo, inspirar a la comunidad.”
P: Hermoso…
R: Así es.Por otro lado según la Halajá, la ley judía nos dice que si en una comunidad tienen que elegir un Jazán comprometido con lo que hace, que entiende lo que dice, pero no tiene buena voz; y un Jazán que canta muy bien, pero no entiende lo que reza ni está comprometido con las mitzvot, la comunidad debe elegir a quien no canta tan bien, pero entiende el rol que ocupa. Por lo que podemos deducir de estos conceptos que nos traen nuestros sabios que un Jazán no es un cantante con linda voz únicamente, es también un maestro, un líder espiritual, una persona que debe inspirar a los demás en cada tefilá, cada plegaria y hacerlos conectar consigo mismos, con el prójimo y con el Creador. Si tomamos la dimensión del respeto que merece la congregación tal como se lo dan nuestros sabios de la Mishná y Talmud, es que podemos comprender el rol y lo que debe representar el Jazán en una comunidad. Hoy en día con la diversificación, podemos encontrar jazanim y jazaniot que ponen de manifiesto su llegada a la comunidad desde diferentes ángulos y perspectivas, me refiero a su orientación musical, educacional y abarcativa para poder conectar con el área que sea necesaria en la comunidad, trabajando en muchas ocasiones fuera de la “Bimá” (púlpito).
Heschel también nos dice, “Por importante y precioso que sea el desarrollo de nuestras facultades intelectuales, el cultivo de una conciencia sensible es igualmente importante.” Esta frase nos habla claramente de la empatía. Tengo el enorme privilegio de compartir vida judía y comunitaria con mucha gente y en muchos marcos diferentes que no siempre tienen relación directa con el canto, aunque siempre es una buena herramienta. Marcos de estudio para poder continuar creciendo y aprendiendo, alegrías donde festejamos todos juntos y nos deseamos que siempre las podamos continuar compartiendo. Momentos difíciles donde ponemos aún más nuestro ser para darle fuerza y apoyo a quienes lo necesitan.

P: ¿Se puede ser jazán sin ser observante? O sea…¿tiene que estar ligado a tu propia forma de vivir el judaísmo?
R: Como mencioné anteriormente el camino que propone la Halajá para ser Jazán es un camino de la observancia de las mitzvot. Si bien uno no es diferente a ningún otro judío con respecto al cumplimiento de mitzvot porque las leyes y preceptos están hechos para todos por igual, uno entendería que de alguna manera podría ser ejemplo para otros. Yo cambiaría el concepto de ejemplo y diría inspiración, porque ser Jazán, Rab, Sheliaj Tzibur, Baal Tefilá o líder espiritual debe ser más que un ejemplo a seguir, debemos tener la capacidad de inspirar a que las personas tengan vida judía y disfruten de la oportunidad que nos da la vida de vivir experiencias significativas en nuestra tradición. Inspirar a que busquen su propia forma de conectar con el judaísmo. Nuestro objetivo pasa por enseñar y educar para que cada uno pueda empoderarse y ser abanderado de nuestra tradición, teniendo una base en común a través de los valores milenarios de la Torá.

Memorias compartidas
P: ¿Qué alegrías te ha permitido vivir el que seas el jazan de la NCI?
R: Son muchísimas las alegrías que podría compartir puntualmente, pero diría que la alegría más grande es en el día a día sentir que uno suma desde su lugar y sus convicciones. La satisfacción de sentir que el dar lo mejor cada día se refleja en la comunidad y en las personas con las que nos vinculamos y con quienes trabajamos para conseguirlo. A mi me llena de alegría conocer gente nueva permanentemente, sus historias, sus legados y sus nuevas ideas.

Tengo el privilegio de haber trabajado y aprendido junto a varios Rabanim que pasaron por la NCI especialmente, como Daniel Kripper, Alejandro Bloch, Ariel Kleiner y actualmente mi Rab amigo Dany Dolinsky en quien encontré un par para darlo todo en cada oportunidad, compartiendo la misma convicción, las ganas y la confianza en el potencial comunitario que tenemos por delante. Sin lugar a dudas cada uno de los Rabanim con los que he compartido esta hermosa tarea, ha dejado su huella en mi propia vida, en mi carrera profesional y en mi espiritualidad.
Ser Jazán de la NCI me permitió también participar de múltiples actos comunitarios en los cuales disfruto mucho poder aportar. Compartir conciertos y tefilot (plegarias) en Uruguay y otras partes del mundo con gente querida y reconocida en la colectividad y en el mundo de la música uruguaya e internacional. Y quizá no desarrollado estrictamente en mi faceta comunitaria, ser parte de la obra Yentl producida en Montevideo y representar al Jazán de la obra ha sido parte de las alegrías y sorpresas inimaginadas que me ha tocado vivir.

P: ¿También te ha significado momentos de pesar?
R: Me considero una persona muy optimista, pero también reconozco que es muy difícil en tantos años que todos los momentos hayan sido de alegría y regocijo. A su vez no se si podría decir que tuve momentos de pesar por mi rol, sí viví momentos complicados comunitariamente, rispideces, discusiones y algún desencuentro, es inevitable que las haya, pero también las celebro en un marco de respeto, creo son parte de lo que nos permite crecer y avanzar. Comencé muy chico a tener responsabilidades importantes en la comunidad. A mis 18 años, Luis Cattan quien era hasta entonces el Jazan de la NCI, continuó su vida y carrera en Estados Unidos, por lo que poco a poco fui sumando responsabilidades. En mi mundo nuevas responsabilidades implican nuevos riesgos y eso me llevó alguna vez en mis primeros años a no tomar las mejores decisiones por falta de experiencia y algo de inmadurez. A su vez me dieron las fuerzas para afrontar los momentos comunitarios difíciles de transición entre idas y venidas de Rabanim donde hay que poner todo en juego para que se sienta lo menos posible la falta de un Rab en la comunidad. Me considero una persona reflexiva, en especial en los momentos difíciles donde todo parece volverse en contra de uno e intento sacar lo mejor de ello y rumbear nuevamente, poner foco y esfuerzo, pero esencialmente entender que los momentos de pesar nos fortalecen.
Parte de la tarea comunitaria es entender, acompañar y apoyar a familias en momentos de pérdida, dolor y pesar. En este sentido, se trata de encontrarle el valor a nuestro paso por este mundo y ser capaces de celebrarlo honrando sus vidas con las nuestras propias.

Una visión general
P: ¿Cómo ves a la comunidad en el momento actual? No me refiero sólo a la NCI sino a la colectividad en general.
R: Creo que el Yishuv, la colectividad ,está en un momento de transformación, el cual comenzaremos a percibir aún más cuando nuevamente podamos desarrollar con normalidad las actividades comunitarias. La pandemia con todo el mal que trajo al mundo, en algún punto marcó un antes y un después comunitario, soluciones impensadas hace unos pocos años para continuar conectados y permitir romper las fronteras físicas y recibir experiencia judía al alcance de la mano y en cada hogar. Las instituciones que pudieron, duplicaron sus esfuerzos para continuar con proyectos comunitarios, desde las kehilot hasta las tnuot.
Mirando hacia adelante
P: ¿Cómo y dónde te ves de aquí a 10 años?
R: Hasta aquí la vida me ha llenado de sorpresas y momentos inesperados, pero todos han sumado experiencias significativas. A los lugares y vivencias donde alguna vez quise llegar lo he podido hacer, las realizables. Soy una persona idealista y por momentos me cuesta bajar a tierra los proyectos, lo cual es tan importante como tener la ilusión. La ilusión abre una idea y le da empuje, bajarlos a tierra implica trabajar y esforzarse para conseguirlo. Nunca me gustó quedarme pasivo, en el molde, me mataría de ansiedad quedarme viendo el tiempo pasar sin aprovechar la oportunidad que nos da la vida. En 10 años me veo aún creciendo comunitariamente, concretando nuevos desafíos que hoy pongo sobre la mesa y ocupando nuevos lugares en la comunidad.
P: ¿Algo que quisieras agregar?
R: Algo por lo que comenzamos. Nos acercamos a un momento trascendental en el calendario judío donde buscamos la reflexión acerca de nuestros actos, la posibilidad de reivindicar nuestra identidad, la oportunidad de comenzar nuevamente y de conectar con aquello que nos une, que nos hace ser únicos y nos hace vivir vidas significativas. La palabra Shirá (canto) y la palabra Tefilá (oración) tienen el mismo valor numérico. Dios quiera que la música, el lenguaje del alma pueda conectarse con nuestras oraciones y elevar nuestros sentidos para brindarnos con amor al mundo.

P: Que así sea. Amén.
R: Amén. Muchas gracias Ana.