Mundo Judío

MiSinai

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No. 140
Tetzavé
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Horario de velas de Shabat en Montevideo, viernes 011/02  19.25
Demás localidades ver en  www.jabad.org.uy

LOS JUDÍOS Y EL ACEITE

Por Yossy Goldman

Hoy las paredes del gueto ya no nos aíslan del resto de la sociedad. Confraternizamos y hacemos negocios diariamente con no judíos y nos hemos ajustado plenamente a la cultura occidental. La cuestión es: ¿cómo logramos un balance entre conservar nuestra identidad judía y al mismo tiempo ser ciudadanos del mundo, especialmente cuando ese mundo puede ser indiferente u hostil a nuestro judaísmo?

En la sección de esta semana leemos sobre el aceite de oliva puro que a Moshé se le ordeno obtener para encender la menorá en el Mishkan, el santuario construido en el desierto que precedió al Templo de Jerusalén. El Rebe de Lubavith enseñó que el aceite guarda la fórmula secreta de como vivir exitosamente una vida judía orgullosa en un ambiente que no conduce a ello.

El aceite es una paradoja. Por un lado, se esparce rápida y fácilmente, escurriéndose y permeando las sustancias con las que entra en contacto. Por otro lado, cuando se mezcla con otros líquidos, asciende tercamente a la superficie y rehusa ser absorbido.

Como el aceite, los judíos también se encuentran entremezclados en una amplia variedad de círculos sociales, comerciales, civiles, comunales o políticos.  Y no hay nada necesariamente malo con esto. Pero al mismo tiempo debemos recordar nunca perder nuestra propia identidad. Nunca deberíamos mezclarnos al punto de permitir que nuestra identidad Judía sea tragada o diluida.

Generalmente sentimos una fuerte presión, real o imaginaria, para conformarnos a las normas de nuestro alrededor. A pocos nos gusta sobresalir como un pulgar vendado. Sin embargo el hecho es que los otros nos respetan más cuando nos respetamos a nosotros mismos. Si desdeñamos el compromiso con nuestros principios, entonces quizás nuestros allegados no judíos se preguntarán si luego no los traicionaremos a ellos.

Un ejemplo. Cada gran ciudad del mundo tiene restaurantes kasher llenos con gente de negocios judía agasajando a sus socios no judíos, clientes o futuros clientes. Algunos establecimientos pueden ser de más categoría que otros, pero en todos parecen arreglarselas y cerrar tratos. Uno puede ser perfectamente sociable sin renunciar a sus principios. A mucha gente le alegra acomodarse a las necesidades y sensibilidades individuales. Nuestras aprensiones a manifestar requerimientos religiosos generalmente son exageradas e infundadas. Si lo hacemos en forma honesta, respetuosa y consistente, nuestra adherencia a un código de valores impresionará a nuestros asociados y les dará mas confianza en nuestra fiabilidad en otras áreas de actividad.

Un amigo mío era un doctor joven cuando fue llamado para un servicio militar limitado. El era obviamente religioso con su kipá y barba. De hecho, la barba no conformaba las regulaciones del ejercito y fue solo con gran dificultad que pudo obtener un permiso especial para mantenerla. Lejos de ser una molestia, el se condujo con dedicación e integridad, y al fin de su servicio salió con un premio a la excelencia. Eso fue un Kidush Hashem, una santificación publica de D-os, por un judío practicante orgulloso que se encontró en un ambiente decididamente no judío.

Comprometer nuestros valores y principios es una manera segura de perder el respeto que deseamos del mundo que nos rodea. Dignidad, orgullo y autorespeto nos dan la estima y admiración de los que nos rodean, sean judíos o no judíos. Es el mejor método probado a través del tiempo.

Solo aprenda del aceite. Por supuesto, extiéndase e interactue con el resto del mundo. Pero recuerde su singularidad. Sea distinto y orgulloso y sepa donde trazar la linea.

EL PODER DE LA SANTIDAD

[D-os le dijo a Moisés] “Todo lo que toque el altar quedará consagrado.” (Shemot 29:37)

Espiritualmente, este principio se aplica a cada uno de nosotros en nuestra relación con la santidad. Incluso si todo lo que hacemos es nada más que “tocar” la santidad - sin llevar la relación más allá que un mero toque externo - nos volvemos sagrados. Una vez que tenemos una experiencia espiritual, cambiamos para siempre. Podemos intentar olvidar, ignorar, o huir de ella, pero nuestro contacto con el ámbito Divino nunca nos permitirá sumergirnos en la vida mundana, tanto sea sucumbiendo a diversiones vacías o intentando mejorar el mundo a través de medios puramente seculares.

Es verdad que la regla de que todo lo que toca el altar queda consagrado se aplica únicamente a cosas que son dignas de ser llevadas al altar. Pero espiritualmente, cada uno de nosotros está dentro de esa categoría, porque cada judío posee santidad intrínseca; el verdadero deseo de todo judío es hacer lo que D-os ordena.

Hitvaaduiot 5747, vol. 2, págs. 557-559.

 

Éxodo (Shemot) 27:20 – 30:10

La octava sección del libro de Éxodo comienza con D-os diciéndole a Moisés que le ordene (Tetzavé en Hebreo) al pueblo judío que provea el aceite de oliva a ser usado para encender las lámparas del candelabro del Tabernáculo. Luego le describió las prendas especiales que los sacerdotes (Aarón, hermano de Moisés, y sus descendientes presentes y futuros) tendrían que vestir siempre que oficiaran en el Tabernáculo. Luego de describir las prendas de los sacerdotes, D-os le ordenó a Moisés que cumpla un ritual de una semana para instalar a su hermano y sobrinos en su oficio de sacerdotes. Esto es seguido por la descripción del Altar de incienso, ubicado en la cámara externa del Santuario, cerca del Candelabro y la Mesa de doce panes.

EL SHABAT PUDO MÁS

Por Rafael Ben Zijri

Nací en Safro, Marruecos dónde asistí a la Ieshivá hasta los 16 años... Por entonces tuve que aprender una profesión. Fui a la ciudad de Fez dónde había más opciones. Decidí convertirme en dibujante y me anoté en una escuela profesional.

Cuando estalló la Segunda Guerra se puso muy difícil encontrar empleo - sobre todo en mi profesión, y más aún como judío. Las personas aceptaban cualquier trabajo.

Un día, solicité trabajo en una fábrica de muebles y otros artículos para el gobierno. La planta pertenecía a Francia y los obreros eran árabes y judíos. Era tiempo de guerra, y la industria permanecía abierta los siete días de la semana.

Antes de entrar, juré a mí mismo que nunca profanaría el Shabat. Me presenté al supervisor, y después de una corta entrevista, fui contratado. Durante una semana entera trabajé muy diligentemente, recibiendo alabanzas por ello. Pero se acercaba Shabat y no había resuelto el problema.

En la mañana de Shabat, mis pies se dirigieron a la fábrica. Estaba determinado a no hacer ningún trabajo prohibido, aunque me despidieran. Agradecí a D-os por cada momento que pasaba sin que el supervisor que lo notara. Cuando se acercaba, yo pretendía estar resolviendo una ecuación, pero podría asegurar que él sabía la verdad. No dije nada, y él continuó con sus rondas. Respiré aliviado. Mi primer Shabat había pasado en paz.

La segunda semana pasó como la primera. Trabajé diligentemente, pero mi mente estaba en otra parte. Qué pasaría el próximo Shabat. De nuevo me encontré en la misma situación. Estaba de pie en mi lugar de trabajo, pero no toqué nada de la madera o maquinaria. Desgraciadamente, ese día el supervisor se presentó temprano. Era evidente que me estaba controlando.

Mi corazón empezó a golpear. "¿Por qué no está trabajando?" preguntó. No contesté, y él repitió la pregunta. Después agregó: "Si no empieza a trabajar, tendrá que encontrar un trabajo entre los judíos..."

Después de unos minutos el supervisor volvió, pero ya no estaba solo. ¡Caminaba junto al gerente de la fábrica! Mi cuerpo entero empezó a temblar como nunca antes lo había hecho.

El gerente me era familiar, pero no estaba muy seguro. El gerente me miró de la cabeza a los pies antes de susurrar algo al supervisor. La única palabra que pude oír fue "dibujante." Todos sabían que el dibujante de la planta había dejado su puesto. A la fábrica le faltaba un proyectista de jornada completa. Nunca se me había ocurrido solicitar el puesto, pues era demasiado tímido.

De repente, el gerente dijo: "No estoy equivocado, yo firmé su diploma". En ese momento comprendí. "Sí" contesté. "Ven a mi oficina mañana," dijo.

Al otro día empecé mi carrera como dibujante oficial de la planta. Estaba encantado por la promoción inesperada, pero preocupado por cuidar el Shabat. Llegó Shabat. Decidí tomar la iniciativa. Fui a la oficina del gerente y anuncié, "No trabajo los sábados". Empalideció. No dijo nada y asintió ligeramente. Trabajé allí durante muchos años. Pero nunca crucé ese umbral en Shabat.

Una vez, en un momento de candor, el gerente me confió: "Debes saber que nunca me ganaron en una discusión. Eres la primera persona que tuvo éxito, y consiguió que cediera. Un pequeño judío, consiguió lo mejor de mí…"

 

LA TZEDAKÁ II

El sabio rey Salomón escribió: "Cuando le das a un pobre, le estás prestando a D-os". Eso se debe a que D-os devuelve todos los fondos de caridad, junto con atractivos dividendos, aquí mismo, en este mundo. Según el profeta Malaji, D-os incluso nos desafía diciendo: "Prueben y vean".

Hacerlo bien:

La forma más elevada de tzedaká (caridad) es proveerle a la persona independencia. Darle un préstamo a un amigo para que pueda embarcarse en un proyecto empresarial, ayudar a tu amigo a encontrar un trabajo o darle un puesto en la empresa de tu familia.

Nadie debería pagar con su dignidad la ayuda que recibe de otra persona. Es por eso que lo mejor es dar en forma anónima. Además, siempre hay que dar antes de que te pidan. Ahórrale al otro la vergüenza de tener que pedir.

Y el principal ingrediente: da con una sonrisa y con genuina calidez. ¡Nuestros sabios enseñaron que la forma en la que das es más importante aún que la cantidad que das!

El momento indicado para hacerlo:

Siempre es el momento indicado para dar. Pero hay ciertas instancias que son más propicias que otras.

Deja caer unas cuantas monedas en la pushka (alcancía de caridad) antes de rezar. Dales a los demás y D-os te dará a ti.

Es muy recomendable que las mujeres y las niñas hagan lo mismo antes de encender las velas de Shabat y de las fiestas, antes de darles la bienvenida a los días más sagrados de todo el calendario.

Existe la antigua tradición de prometer dar dinero para tzedaká durante la plegaria de Izkor para mérito de las almas de los seres queridos que se fueron de este mundo. En su morada celestial, ellos ya no pueden hacer mitzvot, así que de nosotros depende que las hagamos en lugar de ellos.

El resultado de hacerlo:

Cuando D-os creó el mundo, Él nos dejó a nosotros la tarea de infundirle espiritualidad y sentido. No hay nada que logre esto como la tzedaká. Da tzedaká y todo el esfuerzo que invertiste en ganarte ese dinero con el sudor de tu frente adopta ahora un nuevo sentido, pues sirve para algo más que una necesidad egoísta. Es por eso que nuestros sabios nos dicen: "¡Grande es la caridad, porque acelera la redención!"

 

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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