Entrevistas

Emotivo testimonio del psicólogo uruguayo-israelí Leo Wolmer, al retornar de misión por la guerra en Ucrania

Leo Wolmer, nacido en Uruguay y radicado en Israel desde 1982, se ha especializado hace ya muchos años en la atención a civiles a raíz de situaciones de desastres con las que tienen que lidiar.

Actualmente es Profesor de Psicología en la Universidad Reichman de Herzlia. Es invitado asiduamente a conferencias sobre el tema en el exterior, y años atrás ha estado en ese marco también en Montevideo. Ahora, el escenario que lo convocó fue dramático, la guerra en Ucrania. Volvió a Israel hace pocos días. Así nos cuenta sobre su experiencia.

 

 

P: Leo, acabas de regresar de muy cerca de la guerra en Ucrania, donde has estado abocado a preparar a equipos profesionales que trabajan con los refugiados. Recordemos que sos experto en el tema de apoyo emocional y sicológico a la población en situaciones de catástrofe. Contame por favor sobre este viaje puntual, quién lo organizó, en qué marco viajaste y en qué consistió exactamente el desafío.

R: La iniciativa de esta formación profesional en Cracovia (Krakow), al este de Polonia, fue del Centro de Resiliencia Cohen-Harris en colaboración con la Universidad de Yale y centros europeos con quienes tenemos un largo contacto profesional y personal. La necesidad era tan grande e inmediata que en 48 horas formamos un equipo de especialistas con quienes hemos intervenido en otras ocasiones. Hablamos de temas relacionados a intervenciones en situación de trauma masivo en las diferentes edades, y en la preparación de ciudades para manejar en forma eficiente todos los aspectos que se requieren cuando miles de refugiados, especialmente adultos y madres con hijos pequeños llegan diariamente a la ciudad con las pocas pertenencias que pudieron llevarse al escapar.

P: ¿Cuál  fue tu primer desafío?

R: Hay un desafío profesional de adaptar protocolos a otra realidad y cultura, y de tratar de entender en 24 horas cuál es la realidad que están viviendo, y cuáles son los escenarios que pueden desarrollarse. La guerra se está acercando a Polonia, e incluso este domingo  una base militar cerca de la frontera fue bombardeada. Ya no es solo el destino de Ucrania sino que Europa toda, y sobre todo los países orientales, comienzan a sentir la amenaza. Otro desafío es poder en unos pocos días formar relaciones de confianza con nuestros colegas, en este caso de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, entender las necesidades, y conectarse desde un lugar de empatía y humildad, aprendiendo también nosotros de ellos.     

 

P: Has estado en lugares diversos por tu especialidad. Recordame por favor algunos ejemplos. ¿Y cómo se compara la catástrofe humanitaria tras un terremoto con lo que se vive ahora, una guerra que ya lleva casi tres semanas y no sabemos cuándo termina?

R: Fueron varios Ana, y hace una semana cuando me preguntaron si iba a viajar a Europa a ayudar dije que es la oportunidad para colegas más jóvenes. Pero después de ver las imágenes y hablar con nuestros colegas no pude quedarme indiferente. En 1991 fue la Primer Guerra del Golfo donde Israel fue atacada con misiles, y allí empezamos nuestra experiencia en el tema. Luego en 1999 estuvimos casi un año desarrollando más protocolos e implementándolos en Turquía después de un terremoto devastador que dejo cerca de 60.000 muertos.

P: Si mal no recuerdo, te entrevisté aquella vez.

R: Creo que sí. Al regresar comenzó la intifada con cientos de ataques terroristas en Israel, en 2001 el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, en 2002 el terremoto en Molise (Italia) y en 2004 el tsunami en el sureste de Asia. Luego hubo ataques terroristas a la colectividad judía de Estambul a raíz de la cual trabajamos con el liderazgo y las instituciones. Seguramente hay otros casos “que prefiero no recordar”, además del trabajo con ciudades en todo Israel para prepararlas a enfrentar una realidad que todos conocemos.

P: Es que, debe entenderse: en todos esos sitios estuviste.

R: Así es. Es difícil comparar porque cada caso es diferente. Un terremoto comienza y termina después de varias réplicas (aftershocks). Allí comienza la rehabilitación. En este caso de Europa oriental el evento se está desarrollando minuto a minuto, puede llevar semanas o meses más, y la rehabilitación, si así podemos llamarla hoy, es simultánea con nuevos traumas y con amenazas adicionales. Además, aquellos que están ayudando a Ucrania hoy pueden ser los afectados mañana.  

 

P: ¿A quiénes estuviste capacitando? ¿Cómo lo hiciste en términos prácticos? Idioma, lugar seguro, en fin…todo lo que permite que se pueda trabajar.

R: Trabajamos simultáneamente en talleres separados para profesionales (psicólogos, psiquiatras, médicos) especialistas en niños, otro con adultos, y otro para especialistas en la organización de la ciudad. Trabajamos en instalaciones de la Universidad, y para tener una mejor idea de la realidad visitamos los lugares donde los refugiados llegan, como la estación central de trenes, y otros lugares donde pueden permanecer por algunos días, como refugios organizados por los boys scouts, instituciones religiosas, o la municipalidad. Cada taller tenía su traductor del inglés al polaco y toda la logística que necesitábamos, lo que permitió que el proceso sea fluido y efectivo.

P: Está claro que hallarse en el lugar de los hechos nunca es como verlo por televisión. ¿Qué es lo que más te impactó al llegar allí?

R: Tenés razón. Lo que más me impactó fue la solidaridad del pueblo polaco con los refugiados. Miles de voluntarios que se organizaron, y cientos con iniciativas personales como entrar a un supermercado, comprar 500 botellas de agua mineral y repartirlas con un carro entre la gente que llegaba en los trenes. Otra persona repartía juguetes a los niños que dejaron todo en su casa, otra traía sándwiches de su casa y otra donaba comida para las mascotas. Una médica de la colectividad judía a quien conocí en la cena de Shabat organizada por el Rabino de Cracovia aloja ya hace varios días en su casa a más de 20 mujeres con sus hijos. Cuando uno piensa en Polonia, refugiados y trenes, uno tiene otras asociaciones…

P: Muy fuerte, sin duda…Ineludible. Leo…¿Cómo explicar qué necesitan los refugiados?

R: Lo primero siempre es atender las necesidades básicas. Seguridad física, tratamiento médico y un lugar para dormir, comida, vestimenta y poder tener contacto con sus familiares. Por ejemplo, voluntarios repartían tarjetas de teléfono para que puedan conectarse con los familiares. Luego van a necesitar soluciones más permanentes. Muchos elegirán viajar a Alemania y otros lugares en Europa, y para eso la Unión Europea les va a facilitar el proceso como documentos, transporte, etc. De a poco se van a crear comunidades, y es importante identificarlas y empoderarlas. Hoy están todavía en un estado de shock. Los chicos necesitarán estar en un marco educativo y social, y todos tendrán necesidades psicológicas que habrá que atender.   

P: Las iniciativas voluntarias israelíes son múltiples ¿Sentiste claramente la presencia de Israel en el terreno?

R: Ya en el avión conocimos colegas que viajaban a ayudar a otros lugares. Israel, como siempre, es de los primeros en ofrecer ayuda y compartir conocimiento. Hay hospitales de campaña, profesionales de salud mental, y muchos voluntarios que recaudan donaciones para enviar a los refugiados. Las comunidades judías también aportan su ayuda.

P: Leo, hablaste del desafío profesional. ¿Hubo un desafío personal? Al fin y al cabo, no sos de hierro.

R: Mi desafío personal fue a nivel afectivo. Mi papá, que falleció hace 10 años, nació en Polonia y de niño pasó el Holocausto escondido y escapándose. Nunca quiso volver. Nunca aceptó que yo viaje con él. Como muchos otros, odiaba a los polacos no menos que a los nazis. Yo pienso que no se puede culpar a esta generación por acciones de la generación anterior. Por eso decidí ayudarlos. Pero hice dos cosas para reivindicar mi propio sentido de justicia histórica. La primera fue espontánea. En el final del taller que dicto sobre restructuración de experiencias traumáticas hablo de la importancia de ayudar a los individuos a pasar de una identidad de “víctima” a una de “sobreviviente”. Sin pensar, me encontré contándoles como mi papá me contaba sus historias de ese frío que congela que me tocó sentir estos días, de las caminatas en la nieve escapándose, y del miedo continuo, pero siempre lo hizo desde el punto de vista de un sobreviviente, nunca de una víctima. La segunda cosa que hice fue planeada. Dicté el primer taller vistiendo una de sus camisas. Fue mi forma de cerrar el círculo.   

Leo y su hermana Mónica con el papá

 

P: Ay Dios mío, me pusiste la piel de gallina. Gracias por compartir todo esto Leo. Tu papá te habrá estado mirando desde arriba.

R: Así lo creo. Gracias a vos Ana por el interés.

Ana Jerozolimski
(13 Marzo 2022 , 19:54)

Ultimas Noticias Ver más

Esta página fue generada en 0.0602980 segundos (2234)
2024-04-20T02:59:52-03:00