Entrevistas

Un emotivo homenaje cristiano a las víctimas judías de la Shoá

Miriam W. alemana, , pidiendo perdón por las atrocidades cometidas por los nazis

Esta entrevista la publicamos el año pasado y hoy no podemos dejar de volver a compartirla.

 

A nuestra entrevistada, es emocionante escucharla. No sabemos qué impacta más: la firmeza de su convicción y su fe, la suavidad y seguridad con que expresa por qué vive en Israel desde hace 26 años o el solo imaginar la fuerza de espíritu que tiene esta alemana cristiana que decidió dejar su país natal y abocarse a ayudar a sobrevivientes de la Shoá en Israel, pidiendo de hecho perdón en nombre de su pueblo.

Miriam W. (51), la sexta de siete hijos, creció en su Alemania natal escuchando a sus padres hablando del pueblo judío y lo importante, precisamente como cristianos, de apoyarlo . Y mucho de eso pasaba por la historia de la Segunda Guerra Mundial, en la que su padre había sido  un joven obligado a reclutarse a los 17 años al servicio militar obligatorio, aunque Miriam aclara que nunca fue nazi ni tuvo nada que ver con los crímenes cometidos contra los judíos.

Hace 26 años decidió traducir todo ello en una nueva vida en Israel. En Alemania tenía un trabajo que le daba buen ingreso y le permitía ahorrar, pero decidió que lo central pasaba por otro lado. Trabaja en forma voluntaria como asistente social con sobrevivientes de la Shoá. Para la manutención de la familia-está casada con Marcus y tiene 4 hijos-  además de trabajo de su esposo (que también es alemán cristiano) , Miriam trabaja en otra cosa, lo cual evidentemente no le deja demasiado tiempo libre.

Le es importante destacar que su esposo, ingeniero de profesión, trabaja como técnico en una compañía que vende sillas de ruedas y camas eléctricas a gente que por distintos problemas necesitan esa ayuda especial. Si bien llegó allí por casualidad, Marcus siente-según nos cuenta Miriam- que eso está relacionado directamente al desafío por el que llegaron a Israel, para apoyar al pueblo judío, ya que entre quienes necesitan esos aparatos de ayuda, tanto sobrevivientes de la Shoá como víctimas del terrorismo.

Sus hijos tienen de 11 a  21 años. Una de ellas está haciendo el servicio militar como enfermera de combate y se siente muy plena con ello. No son ciudadanos, pero sí residentes permanentes, y con una sonrisa Miriam explica que aunque tiene claro que es alemana, también es “un poco israelí”.

Es imperioso aclarar que por más segura que Miriam está de su mensaje, dudó hasta último momento si concedernos esta entrevista, la primera de su vida. “Si uno hace cosas buenas, debe hacerlas con modestia,por la mitzvá (el precepto), por Dios, por amor, no para publicar” , nos dice. “Yo siento que hago lo que hago como un obra a la que me envió Dios, esa es mi única motivación”. En la entrevista, en hebreo, utiliza la palabra “shlijut”, que traducida literalmente al español es “misión”, pero ella misma dice que le molesta la palabra porque tiene también otro sentido, como de proselitismo religioso, y no es esa la situación.

Habría preferido que la entrevista salga sin su nombre y sin su foto, por lo cual le explicamos que sería muy extraño y que precisamente por su mensaje , es importante que los lectores vean a quien habla. Miriam admite que últimamente siente que su historia puede ser un testimonio para fortalecer a la gente en su entorno . Y por eso, decidió hablar. Aún así, a fin de preservar en algo su privacidad, pide que publiquemos solamente la inicial de su apellido.

 Llegamos a ella gracias a nuestra querida amiga Maguie Weissman, compañera de la Escuela Integral, que vive en Kiryat Tivon al igual que Miriam, y que con su sensibilidad característica, tuvo claro que nos parecería importante compartir esta historia.

 

P: Miriam ¿dónde empezó esta historia? Estimo que en el hogar en el que usted nació.

R: Así es. Crecí en una familia cristiana en Alemania. Mi padre había sido soldado en la Segunda Guerra Mundial, pero no había estado involucrado en acciones contra los judíos. Se lo llevaron al ejército a los 17 años y no tenía posibilidad de negarse. Su familia estaba en contra de los nazis, pero no se pudo salvar del servicio militar. Después de la guerra, llegó a estar en una gran crisis, al entender lo que había ocurrido, aunque no nos contó detalles al respecto.

P: Enterarse de los crímenes, lo afectó directamente…

R: Así es. Pensó mucho en el tema de la Fe, vio la debilidad que las iglesias habían tenido respecto al tema de los judíos, y se preguntó qué hace una religión, qué hace gente de fe cuando pasa algo así. Especialmente cuando las víctimas son judías.Es que en su familia ya antes de la guerra se veía al pueblo judío como el pueblo elegido. Citaban del capítulo 2 de Zacarías que decía: “Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”.

P:  Es muy fuerte esa idea. ¿Tradujo todo eso en algo concreto, en una acción determinada?

R: Empezaron varias personas de su generación a buscar una nueva forma de Fe, basada en todas las Sagradas Escrituras. O sea tanto en el Tanaj como en el Nuevo Testamento. Se sumó a otras personas que se acercaron a la religión, para pedir perdón frente a Dios por no haber cumplido con el papel que deberían haber tenido . Fue un proceso muy profundo.

 Recuerdo que papá contó que cuando tenía 25 años, lloró mucho pidiendo perdón a Dios por lo que su pueblo había hecho. Se sentía culpable por ello, aunque él no había hecho nada.

P: Y ya que menciona a Dios, una pregunta difícil para una persona tan creyente como usted. ¿Cree que quizás también se podría pedir explicaciones a Dios, cómo permitió que ocurra algo como la Shoá?

R: Yo también me debato hoy mismo con esa pregunta. Por un lado, sigo los pasos de mi papá y por otro, entiendo que esa es una gran pregunta. Pero considero que si elijo el lugar de enojarme, eso es como morir y no podría seguir adelante. Eso me mataría. Dios es grande, único, sagrado, tiene una mirada infinita, mientras que nosotros tenemos solamente una mente humana. El ve la obra completa, como en una historia que oí una vez, que la esposa del gran compositor Johannes Sebastian Bach encontró una hoja suelta de una obra compuesta por él, y cuando la tocó al piano, era terrible, no se la podía escuchar. Pero cuando se la dio a su esposo, increpándolo al respecto, y él tocó la pieza entera, el resultado fue otro absolutamente distino.

P: Interesante el ejemplo.

R: Yo creo que nosotros vemos solamente parte del programa de Dios, lo que podemos captar con nuestro cerebro. Pero él ve mucho más lejos y profundo. Pero eso no significa que cada persona no tenga responsabilidad. A mí me educaron que sí, que cada uno es responsable por lo que hace.

P: Cada uno puede decidir, ante una determinada situación, qué actitud  toma. Ese siempre es un mensaje clave de gente que educa sobre la Shoá.

R: Papá siempre me decía que estar junto al pueblo judío después de lo que vivió, es nuestro rol como alemanes creyentes, que debemos estar junto al pueblo judío, su país y su gente. Así crecí. En casa orábamos todos los días por el pueblo judío. Recuerdo que ya de niños  rezábamos porque los judíos de la Unión Soviética pudieran salir a la tierra de Israel lo cual se hizo posible recién muchos años después.Pudimos ver la concreción de esa oración.

P: ¿Qué sabía exactamente su papá sobre lo ocurrido en el Holocausto? 

R: No lo sé. Nunca nos dio detalles. Pero contó que cuando fue la Noche de los Cristales Rotos en 1938, él lloró, porque entendió que algo malo les estaba pasando a los judíos. Quizás fue difícil para él entrar en detalles de lo que se enteró que había ocurrido. Pero creo que en 1946, 1947, entendió que lo que había pasado había sido una catástrofe, un horror.

P: Y las lecciones de ello, las pasó también a sus hijos.

R: Así es. Papá puso ese rol sobre nuestros hombros, apoyar a los judíos.  Te diré que además, en lo relacionado a nuestra educación en la fe cristiana, vemos el Tanaj y el Nuevo Testamento como una unidad. El regreso del pueblo judío a su tierra es el cumplimiento de una promesa divina. Y de ahí vino el amor a la idea de vivir en la tierra de Israel.

Radicados en Israel

P: ¿Cómo se concretó eso?

R: Te diré ante todo que también una de mis hermanas está aquí, la que tiene 7 años más que yo. Otros 4 están en Alemania y son todos amantes de Israel.

Mi papá ya había estado muchas veces, apoyó de distintas formas, trabajó en un kibutz , y esa fue la antesala de mi propia venida. También mi esposo vino a un kibutz. En 1995 nos casamos en Alemania, pero la familia la formamos aquí en Israel.

La familia, junto al Kineret, el Mar de Galilea

 

P: Miriam, usted no menciona a su  mamá…

R: Mi mamá apoyó siempre el camino de papá, pero tuvo 7 hijos, y el primero quedó paralítico muy pequeño, lo cual le requería mucho tiempo. Nos crió con un amor interminable. Un año después de fallecer mi papá, nació en Israel mi primera hija,  en 1999. Mamá vino entonces  a Israel. Estaba feliz. Se quedó en el país durante 10 años, hasta que falleció en el 2009. Está sepultada en un cementerio cristiano en Haifa.

P: ¿Cómo fue la vida al llegar a Israel? Sin ser ciudadanos, seguramente era más complicado.

R: Así es. Somos residentes permanentes, no ciudadanos. No era sencillo. Durante muchos años teníamos que salir y volver a pedir entrada, por cuestión de estatuto legal. Hubo un período corto en el que los más veteranos en el país podían recibir residencia permanente y por suerte lo logramos.

P: ¿Se sienten parte integral de la sociedad?

R: No exactamente ya que la mayor parte del tiempo vivíamos en lo que llamamos el kibutz alemán en la ciudad de Zijron Yaakov, fruto del movimiento al que se había sumado mi padre en Alemania.

P: ¿Un marco comunitario que funciona como un kibutz, dentro de la ciudad?

R: Así es. Eso significa que durante muchos años,  hablábamos sólo alemán. Trabajábamos en la industria y la agricultura. Recién en los últimos 10 años adoptamos una vida más independiente y realmente empezamos a vivir en medio de la sociedad israelí. Es que en determinado momento nos preguntamos qué papel queremos realmente cumplir, cuál es nuestra misión, con muchas oraciones de por medio. Y por eso salimos.Así que hoy me siento también un poco israelí.

P: El tema de la identidad siempre da para muchos análisis a fondo.

R: Yo siepre digo que me siento como Rut del Tanaj que volvió a casa triste con Noemí, decidió quedarse junto a ella, consolarla, preocuparse por ella. Y el resultado fue que se casó con Boaz. Creo que también mis hijos sienten todo esto. Una de ellas está haciendo el servicio militar. Y se llama Noemí. Se toma muy en serio su identidad, es alemana pero sí está también plenamente al lado de los judíos. Y hace el ejército con todo su corazón.

P: ¿Le parece que también ellos querrán hacer sus vidas en Israel?

R: Son todos muy jóvenes aún. Están en proceso. Pero por ahora todos quieren estar en Israel con nosotros. Aún tienen muchas preguntas. Con la ayuda de Dios, serán maravillosos seres humanos.

P: Cada uno estará seguramente en su marco, con compañeros, y seguramente les han planteado preguntas.

R: Así es. Y yo les digo que pueden decir tranquilamente que todos nacieron en Israel , que crecieron originalmente en un marco alemán, del que salimos. Claro que es difícil venir de otro lado, de un marco distinto,pero con los años se va avanzando en el proceso. Aún no sé si todos se quedarán en el país, pero me parece que sí.

El vínculo con los sobrevivientes

Miriam con una sobreviviente de la Shoá

 

P: Combinas tu deseo general de apoyar el pueblo judío, con tu necesidad de acercarte a los sobrevivientes, por la historia de la Shoá. ¿Cómo se ha dado eso?

R: Estoy en contacto con numerosos sobrevivientes de la Shoá desde hace 15 años. Los buscamos, escuchamos sus historias,  lloramos con ellos y pedimos perdón en nombre de nuestro pueblo.

Les preguntamos cómo podemos ayudarlos. La mayoría dijeron “si vienen a estar con nosotros y conversar, ese es el mayor consuelo posible”. Pero nosotros también hemos tratado de conseguir donaciones de Alemania para ayudar a los sobrevivientes que lo necesitan. Y con eso hemos podido hacer algún arreglo en un departamento que lo necesitaba, comprar una heladera, pagar cuentas, comprar comida. Seguimos haciéndolo.

P: ¿Le ha pasado que agún sobreviviente le dijo que no quiere ayuda de una alemana?

R: No mucho, pero sí ha ocurrido. Yo diría que no más del 5% ó 10% de los casos. Me ha pasado que alguno dijo que no quiere ni conocerme, que no vaya a su casa.

P: ¿Puede entenderlos?

R: Por supuesto. Claro que eso me hiere, pero los entiendo plenamente. Yo siento que cumplí con mi parte al tratar de acercarme . La otra parte ellos deciden cómo es. Yo misma no podría decir cómo actuaría yo en su lugar. Es muy complejo.

P: ¿Qué vivencias le han dejado estos vínculos?

R: He pasado mucho con ellos. Son vínculos personales durante años. En algunos casos, estuve con ellos casi cuando llegaban a sus últimos momentos. Les di la mano cuando sabíamos que estaban por morir. Es un privilegio poder acompañarlos hasta que pasan al otro mundo.

Yo siento que es una gran cosa que la víctima pueda encontrarse frente a frente con alguien que vino del pueblo del victimario. Sé que lo hice y lo hago como un encargo de mucha gente en Alemania, por alemanes cristianos que querían que pidamos perdón. Queremos liberarnos de ese terrible sentimiento de culpa por lo que hizo nuestro pueblo.

P: ¿Pero se puede perdonar por algo así?

R: En realidad, perdonar no es la palabra correcta. Pero si alguien pide perdón desde lo más profundo de su corazón ¿se puede decir “no”? No se puede olvidar lo que ocurrió. Pero se puede sí mostrar compasión, tener piedad en el alma por quien pide perdón. Yo creo que en aquel entonces, había gente bajo una fuerte presión social, que se vio empujada a una situación que al principio no veían hacia dónde se dirigía. Pero  aún así, creo que hay que levantarse y ponerse en contra, decir que no. Yo no puedo ser parte de gente que no lo hace.

P: ¿Cómo ve a los sobrevivientes? Por un lado, todos ellos fueron las víctimas. Por otro, para haber sobrevivido aquel horror y seguir hasta ahora con vida, no alcanzaba la suerte.

R: Creo que quienes viven aún hoy, realmente son fuertes, con una gran naturaleza mental y física . Pero también creo que siguen vivos porque Dios fue compasivo con ellos. Los fortaleció para que puedan seguir adelante. Tenía su programa para cada uno.

Lo difícil de Iom HaShoa

P: Miriam ¿cómo vive usted Iom HaShoa?

R: Es un día que siempre me resulta difícil. Y más aún cuando me pongo en el lugar de los sobrevivientes. Me abre la herida cada año. No es algo que se pueda curar del todo. Por otro lado, es muy importante señalar la fecha, no olvidar , para las próximas generaciones. Hay que recordar. Hay que entender de dónde llegamos y adónde vamos.

A veces participé en actos de Iom HaShoa, encendí una vela recordatoria con amigos. A veces llamo a los sobrevivientes con los que estoy en contacto y les digo “estoy con ustedes en mi corazón, oramos por ustedes  y les agradezco por permitirnos ser amigos vuestros”. Otras veces escribí cartas para que les lleguen ese mismo día. También depende de cuánta fuerza tengo en ese momento preciso. Puede pasar que precise estar en silencio, en mi propia quietud con mi corazón, orando por los amigos y bendiciéndolos con mi plegaria.

En medio de una “shlijut”

P: ¿Cómo te sientes en Israel? Es un país maravilloso en muchas cosas y al mismo tiempo, no es fácil.

R: Es cierto. Lo principal es que yo siento que soy parte del Reino de Dios y eso no depende de la política del lugar sino del vínculo con Dios y el amor al prójimo que uno puede dar, de cómo amo y respeto a mis semejantes. No depende de la religión.

Yo estoy muy vinculada al Tanaj, aunque construí mi vida en base al Nuevo Testamento, pero mi razón de ser y mi base es el Tanaj, son los Diez Mandamientos, las oraciones de David, los profetas.

Hay unos versículos hermosos y muy significativos en el capítulo 61 del libro de Isaías en el que el profeta dice qué siente , a qué lo envió Dios. Dice así:

“a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.

 Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones.

 Y extranjeros apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores”.

Así me siento yo. Siento que se me ha dado la gracia de que una hija del pueblo alemán pueda estar cumpliendo un papel sagrado como este. Quizás sea una idea muy espiritual que no se pudo aún realizar plenamente. Pero se está en camino. Y yo quiero ser parte de quienes construyen ese camino, con mis propios actos, mis plegarias y mi fe.

P: Es hermoso el espíritu que usted transmite Miriam. 

R: Yo tomé la decisión libre de venir a Israel. Tenía otras posibilidades, un buen trabajo que me permitía ahorrar mucho, pero sentí el llamado espiritual del reino del Cielo, de construir ese reino aquí, en Israel, de ser parte.

P: Pero es ya otra dimensión, aparte del deseo de ayudar a los sobrevivientes de la Shoá. ¿Cuál impera?

R: Yo no sé si estaría aquí si no hubiera ocurrido la Shoá. Ambas cosas van juntas, los sobrevivientes y el Reino de Dios. No puedo estar aquí como creyente cristiana, si no tengo el corazón abierto a los sobrevivientes de la Shoá. Y por otro lado, no se puede estar aquí mucho tiempo, para ellos y junto al pueblo judío, sin la comprensión de lo espiritual que he planeado. 

A veces no es fácil, lo sé. En Israel hay mucho “balagán”, mucho desorden a veces. Pero aprendí de los judíos: “Ihié beseder”. O sea, va a estar todo bien.

P: No tengo palabras Miriam. Gracias, gracias mil.

R: A ti.

 

Ana Jerozolimski
(27 Abril 2022 , 08:32)

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