Entrevistas

Testimonio personal sobre la ayuda israelí tras el huracán Ian

Con la Dra. Einat Kaufman, experta en resiliencia, voluntaria en la unidad de rescate Ijúd Hatzalá

 

Cada vez que hay alguna catástrofe, sea por un fenómeno extremo de la naturaleza o por problemas de otra índole, los voluntarios israelíes se hacen presentes para ayudar. Una de las organizaciones más rápidas en responder es Ijúd Hatzalá, cuyos voluntarios, especializados en rescate y prestación de ayuda a distintos niveles, viajan a los sitios dañados. Hatzalá, en hebreo, significa salvación, salvataje.

Hace pocos días estuvo en una zona afectada por el huracán Ian en Estados Unidos, una delegación de dicha organización, una de cuyos miembros es la Dra. Einat Kaufman, oriunda de Argentina, residente desde chica en Israel, miembro de la Unidad de Resiliencia. Tuvimos la oportunidad de conversar con ella, siendo esta la segunda vez que la entrevistamos ya que meses atrás también participó en una misión de ayuda emocional en Ucrania, a raíz de la guerra.

Ahora, la ocasión era la devastación dejada por el huracán Ian.

 

Einat y una de sus compañeras de Hatzala, en uno de los refugios

 

 

 

Einat junto a dos compañeras de delegación, la Dra. Sharon Slaiter (que maneja) y la asistente social Hadas Rotem. Las tres, judías religiosas, que emprendieron camino en Iom Kipur para prestar ayuda

 

 

P: Einat, gracias desde ya por esta entrevista, que no es la primera que te hago ya que meses atrás conversamos cuando estabas con una delegación de Hatzalá en Ucrania ayudando a los refugiados de la guerra. Esta vez, el huracán.  Contame por favor cómo se organizaron y cuál  fue el cuadro que viste.

R: Como siempre, nuestra delegación sale en caso de 24 o 48 horas desde que nos enteramos del desastre. Esta vez salimos al área de Florida, al sur de Florida, a la parte de parte de Fort Myers, a la parte de Cape Coral. Es una zona sumamente afectada. Si bien se sabe que esta es la época de los huracanes, este fue especialmente fuerte. Pueblitos enteros desaparecieron.  Hay pueblos ubicados en islas y todos los caminos hacia ellos quedaron destruidos. Llevó varios días poder llegar allí y tratar de ver, salvar y ayudar a la gente. En algunos sitios trabajamos junto a voluntarios de la comunidad judía, como en  Cape Coral. El trabajo fue para ayudar a todos aquellos que sufrieron tanto en este lugar tan hermoso que parecía antes un paraíso y ahora ha quedado destruido. Y fuimos a los refugios a los que lograron llegar familias que precisaban apoyo porque habían perdido todo.

P: Se salvaron, pero quedaron sin nada. Terrible.

R: Así es. Hay dos refugios muy grandes, uno está en una escuela y otro en una cancha de hockey. Imaginate que no es gente joven sino gente de edad que en muchos casos trabajó toda su vida muy duro y cuando se jubilaron se mudaron a un lugar más lindo, más tranquilo, al lado del mar, y de repente llega un golpe así tan fuerte por el que pierden todo. Y entramos a ayudar a lidiar con esta situación. Es gente de 70, 80 años en muchos casos. Había gente que tenía miedo de irse pero estaban sin agua, sin luz. Y recordemos que unos días después de un desastre así puede haber propagación de enfermedades lo cual es muy peligroso. Hay bacterias, es muy duro. Nosotros ayudamos a los grupos de rescatistas a los que ya conocemos de desastres anteriores, también del verano pasado cuando colapsó un edificio y también fuimos allí a ayudar. 

P: Es interesante…los rescatistas mismos precisan apoyo, el apoyo emocional que ustedes pueden dar.

R: Por supuesto. Necesitan respirar, hablar, charlar, porque ellos  también ven cosas muy duras. Imagínate que uno va a lo de una familia, una pareja de 70 u 80 años, tienes que decirles que tienen que dejar el lugar en el que vivían y pasarse a otro sitio, pero no quieren, están lastimados, tienen miedo, pasaron un trauma tan solo unos días antes. A veces se quedaron sin sus medicamentos, cosas así. Y los rescatistas tienen que golpear la puerta y decirles que deben salir. O sacar gente entre las ruinas. También los equipos de emergencia pasan sus traumas. A menudo tienen que dormir en la playa, sin ningún tipo de comodidad por cierto, en el calor, al sol, cansados. También lidian con dilemas éticos muy duros. Así que nosotros los apoyamos también a ellos, además de la gente común, los damnificados por el desastre, en este caso el huracán. Y nosotros mismos vemos cosas difíciles y quedamos afectados.

Parte del equipo de Hatzala, junto a voluntarias de la Cruz Roja Internacional

 

P: Uno está acostumbrado a resumir estas catástrofes en términos de cuántos muertos hubo, pero lidiar después con todos los damnificados, gente que perdió su casa, que vio cosas duras, personas que quizás quedaron solas, sin ndada…no sé qué es menos duro. Bueno, claro que mientras hay vida hay esperanza mientras que la muerte es irreversible pero todo es muy dramático.

R: Sin duda ninguna. Te puedo contar un caso de una mujer de 73, 75 años que había trabajado muchos años en la prisión de Florida. Cuando se jubiló se compró con sus ahorros una casita linda al lado de la playa. No era mucho dinero, pero era todo lo que había ahorrado para poder vivir tranquila de mayor. Todo estaba bien hasta que llegó el huracán y esa mujer perdió absolutamente todo lo que tenía. Nos explicó que súbitamente, se había convertido en “homeless”, una persona que no tiene donde vivir. Puede estar unas semanas en un refugio ¿y después? Es muy duro.

Recuerdos imborrables

P: Einat, imagino que más allá de los datos fríos de muertos, heridos, gente que se quedó sin casa, lo que uno se lleva para siempre consigo en el corazón son las historias personales a las que se les puede dar nombre o poner un rostro. ¿Podrías compartir conmigo alguna que te haya quedado en especial?

R: Te cuento una historia de este último viaje, un cuento que me afectó mucho. A mí me encantan los animales, tengo siete gatos en casa, tengo una perra. Así que cada vez que voy en un lugar, presto atención no sólo a la gente sino también a los animales. Encontré un hombre que había pasado varios meses antes un accidente cerebro vascular por lo cual le resultaba difícil caminar y precisaba hacerlo con la ayuda de un bastón. Lo vi en la zona en la que trabajábamos, con un gatito. Me acerqué, comencé a hablar con él y le pregunté si puedo tocar al gato y me dijo que no, que el gato es muy agresivo, no dulce como parecía. Le respondí “pero veo que igual está acá contigo”. Y me dijo “sí, porque él me salvó la vida”. Le pregunté cómo puede ser que ese gato tan malo le salvó su vida. Entonces me contó que vivía en una casa con una piecita chiquita arriba del techo y que el gato había saltado allí para arriba  y que él tuvo que treparse a una silla para llegar allí. Y en el momento que logró agarrar al gato, empezó el huracán.Y en una hora, el nivel del agua llegó al techo.

P: O sea, por querer salvar al gato, de hecho, él se salvó. 

R: Sí, claro. Entonces me contó que él estaba sentado ahí, con las piernas así en el aire y tocando el agua, y entendió que si no se hubiera trepado allí, todo habría sido diferente. No podía salir de su casa, rodeada por el agua, por su condición médica. Se quedó ahí con su gato, horas después el agua bajó pero él igual se quedó allí como dos días, sin comida, sin nada para tomar, con el gato, en el medio del techo, porque no podía bajar. Tenía mucho miedo. El gato se quedó con él. Finalmente llegaron policías que lo rescataron.

P: Muy impresionante. 

R: Así es. Cuando el gato saltó tan alto, él se enojó…y cuantas veces me pasa a mí que me enojo con mis gatos por las cosas que hacen. Pero eso, en definitiva, le salvó la vida.

P: Einat, te agradezco mucho por compartir todo esto conmigo.

R: Gracias a  ti por el interés.

 

Ana Jerozolimski
(20 Octubre 2022 , 07:25)

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