Amé este libro, la mezcla de historia y de ficción, lo difruté muchísimo. Nosotros leemos libros que tienen relación con temas judíos y en el caso de María Domecq, este libro habla de la Semana Trágica y nos explica cómo fue el primer progrom en América Latina.
Juan Forn
Nació el 05/11/1959. Premio Konex de Platino 2007. Premio Konex 2017. Escritor y periodista. Se inició en Emecé, donde fue sucesivamente telefonista, corrector y editor. Dirigió, para Planeta, las colecciones Biblioteca del Sur (ficción) y Espejo de la Argentina (no ficción). En 1993 publicó en Anagrama la antología Buenos Aires de nueva ficción argentina. En 1996 creó el suplemento Radar para Página/12. En 1999 realizó una historia de la pintura argentina para la Fundación Velox.
En 2002 dejó la dirección de Radar y se instaló en Villa Gesell. Publicó los libros Corazones (1987), Nadar de noche (1991), Frivolidad (1995), Puras mentiras (2001), La tierra elegida (2005), María Domecq (2007) y Ningún hombre es una isla (2010). Tradujo a Kawabata (País de nieve), Cheever (Bullet Park) y Hunter Thompson (Mescalito). Escribe la contratapa de los viernes en Página/12. Entre 2015 y 2016 editó los tres tomos de Los Viernes, una selección de 150 de sus contratapas escritas a lo largo de los últimos ocho años en Página 12. Falleció el 20/06/2021.
¿Novela o biografía?
Es ambas cosas a la vez. Tiene que ver con la reafirmación que toda biografía es una novela. María Domecq es una reflexión sobre la familia. Se inscribe en distintas tradiciones literarias, como las novelas familiares y nacionales que contribuyeron a proponer modelos comunitarios y estatales para las nuevas repúblicas de América Latina en el siglo XIX; la novela histórica posmoderna y la autoficción. Abrevando de estos géneros, el autor deconstruye el “relato mítico” de la familia patricia
El carácter catártico de la escritura emprendida por el narrador-protagonista enmarca el relato histórico familiar dentro de un proceso de reposicionamiento ante la historia nacional oficial, de modo que la reconstrucción de su propia identidad refleja el proceso de replanteamiento del discurso oficial de la historia argentina. Juan Forn hasta ese momento ha rechazado tanto sus orígenes Domecq al punto de utilizar el apellido materno. Tiene que venir María Domecq (que es un personaje falso) para que él se reconciliee con su pasado y pueda tener una vida estable.
María Domecq
María Domecq represensenta un símbolo de todo lo positivo dentro de la bohermia. María quien le enseña a usar internet para seguir el rastro de su bisabuelo. Y es María quien, después de terminar la relación amorosa finalmente logra ponerse en contacto con la rama japonesa de la familia y termina por visitarlos en Brasil, donde el hijo del Almirante se asentó después de ser rechazado por la abuela de Juan.
¿Por qué leerlo?
Para conocer más sobre la historia argentina. Cuando la novela histórica se mezcla con una biografía con una pizca de ficción, surge una novela como ésta.
Juan Forn es un periodista, zurdo, que reniega de sus antecedentes familiares y tiene una vida disipada hasta la pancreatitits.
Son interesantes las menciones a Pucini y Madame Butteflie, las menciones a la tortuosa Guerra del Paraguay, a la Liga Patriótica, a las relaciones entre Argentina y Japón. La semana trágica del 1919 donde ocurre el primer progrom en América del Sur.
Al final de su investigación, el narrador encuentra no sólo a la rama japonesa de su familia, sino también otro matiz desconocido de la historia de Domecq. A lo largo de su vida, el Almirante se esforzó por apoyar económicamente a su esposa e hijo en Japón, así como a la madre de María, a quien visitaba regularmente a escondidas de su familia legítima. Con el tiempo, después de dejar atrás su vida caótica en Buenos Aires para asentarse en una pequeña comunidad costera, Juan logra reconciliar las versiones conflictivas sobre la vida del almirante y la historia de su propia familia: ni prócer ni demonio, Domecq es un hombre de su contexto, al que sus herederos deben someter al juicio familiar y la sociedad al de la historia.
Aquello que yo llamo María Domecq en este libro fue mi tabla de salvación después de las pancreatitis: la manera que encontré para convertir en pasado, en relato, aquello que amenazaba ser un presente perpetuo para mí, el rito de pasaje que me permitió pasar de la enajenación y el miedo a esta vida actual junto a mi mujer y mi hija en nuestra casa junto al mar.
Tras su análisis de los discursos históricos, familiares y personales, Juan se encuentra en un nuevo período que ofrece un nuevo modelo: un ritmo menos intenso, de menos consumo (personal o comunitario) y menor aislamiento en una comunidad apartada de la urbe y con una familia pequeña, sin pretensiones de grandeza y basada en valores de solidaridad y aceptación.
Así se vislumbra una nueva manera de hacer memoria y escribir la historia, que no radica en buscar vías alternativas hacia una verdad absoluta, hacia un modelo utópico de sociedad, sino en el diálogo crítico con todos los elementos del pasado histórico de la nación—los positivos tanto como los negativos. De la misma manera que la resolución del conflicto familiar depende de aceptar lo mejor que se puede a las personas con las que a uno le toca vivir—lo quiera o no—, la comprensión del presente
Textos
Porque María Domecq no sólo entendía lo que me pasaba: llevaba décadas con la muerte respirándole en la nuca, cada hora de su vida. Y, sin embargo, bastaba escucharla, bastaba simplemente estar un instante frente a ella para sentir que estaba viva de una manera que yo, al menos, nunca había visto. Era como si estuviese enferma de vida.
En cada inmigrante catalán, italiano, eslavo o ruso, se escondía un ácrata o un bolchevique. Pronto se simplificó la cuestión: el maximalista era, lisa y llanamente, el judío. Los «defensores del orden» de la Guardia Cívica centraron su actividad en los barrios del Once y Villa Crespo, donde se alojaba la mayor parte de la colectividad. La represión había degenerado en el primer pogrom argentino.
Hay una llamativa coincidencia entre los historiadores de izquierda y de derecha en adjudicar a las huestes de la Guardia Cívica la iniciativa de aquel ataque indiscriminado , (se calcula que casi un tercio de los muertos y heridos de la Semana Trágica fueron mie Primo Levi y Elie Wiesel dicen que la culpa por sobrevivir, después de la guerra, la tenían no sólo los que volvieron vivos de los campos: la tenían todos los sobrevivientes. Pero los que vivieron el horror en carne propia tienen que convencerse de que eso le pasó a toda la sociedad, no sólo a ellos. Y los que menos lo padecieron tienen que convencerse de que eso les pasó a ellos, porque le pasó a toda la sociedad. Nuestra aversión generacional por lo político, habríamos de entender con los años, era la incapacidad de aceptar como enteramente propia aquella herida abierta.
Hay una llamativa coincidencia entre los historiadores de izquierda y de derecha en adjudicar a las huestes de la Guardia Cívica la iniciativa de aquel ataque indiscriminado (se calcula que casi un tercio de los muertos y heridos de la Semana Trágica fueron miembros de la colectividad judía).
Dos personas están juntas, sienten cómo calzan uno con el otro,
y de pronto se produce un mínimo movimiento entre los dos que
altera el molde que conforman. La primera reacción es recuperar
Instantáneamente ese calce perfecto, caer en él de nuevo, nada
más fácil, no puede hacer falta más que una pequeña corrección.
Sin embargo, con cada movimiento que hacemos se vuelve más
evidente el desfasaje. El desajuste sigue siendo mínimo, pero ya no
hay retorno. Porque el calce ya no está ahí, sencillamente. No hay
manera de volver a caer en él, porque ya no existe.
Uno simplemente cae.
Y no hay nada abajo.
No hay nadie al lado.
No hay otra cosa que seguir cayendo.
Eso era lo que Yoshi no me perdonaba: que hubiera sido capaz
de amarla hasta la imbecilidad más completa. Él la había entendido
como ninguno. Yo, en cambio, mostraba la misma vulgaridad que
todos los hombres que han escuchado una revelación como ésa
sobre la mujer que aman: no quise oír una palabra más y al mismo
tiempo quise sonsacarle de manera enferma, lacerante, todo lo que
Yoshi supiera sobre el miserable asunto.
El reencuentro con la historia personal, con el símbolo de Maria Domecq, no real, pero si le sirve como para reconciliarse con el pasado. Sacarle la parte siniestra a su pasado. La historia argentina vista en la Semana Patriótica, en la guerra del Paraguay, en la relación de Argentina y Japón le da a esta novela un contexto histórico que es interesante.
Destaco la relación entre la biografía, la autoficción y las libertades literarias que se toma el autor para hacer esta novela como una forma personal de sanación.
¿Qué significa que Maria Domecq sea una prostituta? Tiene que ver con la contraposición a la idea de pureza. Y ahí la ficción dice presente.