Ante la suspensión de un curso con el profesor Alberto Spektorowski, el silencio no es una opción laica
El autor de estas líneas, es ante todo Maestro, profesión y vocación que le enorgullecen. Fue Director Nacional de Educación en el gobierno del Frente Amplio y tiempo después, optando por una posición centrista, se incorporó al Partido Independiente.
No menos relevante al publicar esta nota tan conceptuosa que nos ha enviado, es destacar que es Licenciado en Ciencias de la Educación, egresado de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
A continuación, su análisis.
La serie de dos suspensiones de actividades donde, entre variados académicos, participaría el profesor Alberto Spektorowski es una muy mala noticia para el país. Esencialmente es la muestra de la profundización de un clima de desquebrajamiento de la libertad de expresión y por ende, del afianzamiento de procesos que limitan el debate y la convivencia democrática.
Queremos señalar tres aspectos vinculados a esta premisa.
1. Perjuicio para la UdelaR toda y para la educación nacional
La suspensión del curso de maestría sobre laicidad que llevaría adelante en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, afecta no sólo a dicha institución, sino que también es un mala señal para la Universidad de la República y para el conjunto de la educación.
Las instituciones educativas en general y especialmente las universitarias, son un espacio privilegiado para la investigación y la enseñanza donde la autonomía es un principio cardinal. Dicha autonomía no sólo corresponde a la separación con respecto a los poderes políticos y económicos de turno, sino también al conjunto de presiones sociales, culturales e ideológicas que suelen hacerse presentes en la vida social.
Siempre hay conflictos, siempre hay presiones… sin embargo, una institución educativa terciaria robusta es aquella que bajo el cobijo de la seriedad profesional y académica, es capaz de sostener un proyecto de trabajo intelectual que a la vez que serio y reconocido por los actores universitarios, sea capaz de trabajar en libertad e independencia. Nunca fue fácil. Nunca será fácil.
En este sentido, que el Consejo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, el máximo órgano de conducción de dicha casa de estudios, ante presiones de un grupo fanático, avale la postergación de un curso, tiene una consecuencia institucional: se menoscaba el proyecto profesional de desarrollo intelectual del cuerpo universitario.
Si hoy, ante la acción de un grupo sectario que no tiene pudor para avanzar en objetivos propios de su lucha política, se detiene un proceso de formación en el nivel de maestría ¿qué nos asegura que en un futuro habrá actitudes de fortaleza ante próximas presiones?
Esta decisión no fue liviana ni neutra. Fue un error que afectó institucionalmente a la educación universitaria en nuestro país.
2. El combate laico
La laicidad nunca se ha llevado bien con la censura. Al contrario, siempre ha sido una de las herramientas para enfrentarla. Para ello, la institución educativa debe asegurar que se facilite la emergencia de las diferentes voces. La laicidad no es sólo un resultado del proceso educativo, es un principio que esencialmente tiene un modo de procesar las contraposiciones.
En este sentido, el debate laico se construye como un tiempo, un espacio, un proceso y la presencia de actores que no temen a la diversidad, sino que de ella hacen una bandera. Siempre habrá sectores fanáticos que se opongan a la existencia de los debates. Tomando prestado el título del entrañable libro de Jaime Monestier, “El Combate Laico”, la laicidad deberá estar preparada para defender sus posiciones. Ello implica sostener irrenunciablemente el derecho a la libertad de pensamiento, promover en los docentes la exposición clara y fundamentada de las ideas, evitar la censura como mecanismo de cercenamiento del pensamiento y abrirse al debate de todas las posiciones.
El caso que nos convoca pone a prueba cuan dispuesto a defender la laicidad es un proyecto académico que trata, curiosamente, de laicidad. En esta decisión adoptada, se cedió ante la presión de un grupo violento que acciona de manera sectaria e irracional.
3. Antisemitismo
Finalmente quisiera señalar que este debate se da en un contexto de crecimiento furibundo del viejo antisemistismo, práctica que acompaña a nuestras sociedades occidentales desde hace siglos.
Hoy, en nuestro país, el señalado es un docente. Ayer fue una estudiante de la misma casa de estudios que está en centro de la discusión. Pasado serán todos los judíos y luego nos tocará a quienes sentimos que el pueblo judío tiene derecho a existir en un Estado propio.
En la década del 70 otro grupo de fanáticos marcaba personas y reprimía a golpes y cadenazos a estudiantes y docentes que veía como enemigos. Se llamaba JUP. Era reaccionario, violento y antisemita. Demasiadas coincidencias con estos nuevos actores que todavía sin cadenas ni armas de fuego, pero con la misma violencia radical, condenan a los judíos de hoy y promueven la violencia de siempre
La Universidad y la Educación Pública en su conjunto, supo aislar y confrontar con aquellos fanáticos. Hoy nos toca a nosotros dar nuevamente un “combate laico”. Una cosa sí sabemos: quedar callados y dejarle el espacio a los antisemitas del presente no es una opción posible.