Por Juan Pedro Mir, maestro, ex Director Nacional de Educación de Uruguay
(N. de Red: El autor, ex Director Nacional de Educación, es Maestro de Educación Primaria y Profesor de Pedagogía e Historia de la Educación en Formación Docente)
Uruguay e Israel son naciones hermanas y hermanadas. Parece un juego de palabras, pero en verdad no creo que sea así. Somos naciones hermanas porque desde nuestro origen nos atravesaron circunstancias similares. Nuestras partidas de nacimiento se originaron de acuerdos diplomáticos que necesitaron el aval de fuertes potencias internacionales. Otro elemento común es que desde que nuestras independencias se inauguraron formalmente, tuvimos que pasar a otro estadio de la situación, donde por medio de la lucha de nuestros pueblos, el papel se tuvo que convertir en realidad.
El Siglo XIX uruguayo y las décadas posteriores a 1948 para Israel, no fueron de paz ni de cordial encuentro con los vecinos poderosos. Nuestros estados, pequeños en territorio y con debilidad comparativa con las regiones que nos acobijaron, ganaron su lugar en la Tierra a fuerza de enfrentamientos militares, empecinamiento de su población y sobre todo, de una legitimidad esencial, ganada por la certeza que ambos pueblos Oriental e Israelí, tenían derecho a construirse como Estados independientes, soberanos y libres.
Es quizá por eso que nuestro origen similar fue la simiente de una Hermandad a prueba de toda circunstancia. Los Orientales nacimos en la guerra y nos llevó decenas de años encontrar un camino de paz. No tengo duda que Israel tendrá el mismo destino. Hoy, cuando desde diversas tiranías se alimenta el antiguo antisemitismo y se vuelve a discutir la legitimidad del existencia del Estado de Israel, sentimos la obligación republicana de decir firmemente que no hay un paso atrás. Israel vive y deberá vivir libre, independiente y próspera, para que los mejores valores de nuestra sociedad actual, se acentúen y sigan avanzando: democracia, transparencia, libertad, igualdad y fraternidad.
La independencia de Israel es un motivo de celebración para todo el pueblo judío, pero también para cada individuo que crea que también en ese rincón del planeta, se juega la tarea de defender los mejores valores que nos heredó la Ilustración y la lucha por la democracia.