Por Salomon (Lalo) Vilensky, kibutz Farod
Crónica desde el refugio: el avioncito Made in China
Algún día, cuando todo esto pase, cuando vuelva la calma (si es que alguna vez vuelve), le vamos a contar a nuestros nietos cómo fue vivir una guerra mundial… con un avión de juguete.
Porque sí, señores. Esto ya no es una operación, ni una escaramuza. Es la guerra. Con todas las letras.
Y como siempre, ahí está Israel: chiquita, rodeada, aguantando.
¿Y nosotros? Corriendo al refugio cada 3 o 4 horas como si fuera parte de la rutina. Ya ni necesito salir a caminar, el Ironman lo corro adentro del pasillo.
Estoy viviendo con mis nietos, así que tratamos de pasar estos días mezclando juegos con alarmas.
El otro día uno de ellos tenía un avioncito azul y blanco, con la bandera de Israel en la cola. Le digo:
—“Si esto sigue así, me voy a subir a tu avión y me voy directo a Teherán. Ataque sorpresa de abuelo kamikaze”.
Nos reímos, claro.
Pero después agarro el avión y lo miro bien…
Y abajo dice Made in China.
¡Perfecto! Vamos a ganar la guerra con un avión israelí fabricado por los chinos. Si eso no es globalización, que venga Kissinger y lo vea
Entre misil y misil, uno se vuelve creativo.
El otro día me equivoqué de mochila del refugio y en vez de agarrar la de emergencia, me llevé la del supermercado.
Entré con dos latas de atún, una berenjena, y un shampoo.
Si había que sobrevivir tres días ahí, por lo menos íbamos a estar limpios.
Este es el nivel.
Vivimos entre alarmas, memes, miedo y juegos de mesa.
Hacemos lo que podemos con lo que tenemos… y con quien tenemos al lado.
Algún día, en una sobremesa, vamos a contar esta historia.
Y nos vamos a reír.
Y capaz que ese avioncito chino esté en una repisa, lleno de polvo… pero con una medalla al valor.
Porque en esta guerra, como en todas las de Israel, lo más fuerte que tenemos…
no son los aviones.
Son los nietos.
Y las ganas de vivir.
AM ISRAEL JAI